miércoles, 22 de junio de 2011

TURQUÍA QUIERE VOLVER A SER LA "SUBLIME PUERTA". TERCERA PARTE

Elecciones en Turquía y tensiones en las relaciones con Estados Unidos
14 de junio 2011 | 0850 GMT
Por George Friedman


El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) ganó las elecciones parlamentarias del 12 de junio, lo que significa que permanecerá en el poder durante un tercer mandato. El voto popular, dividido entre varios partidos, convirtió al AKP en el partido más popular, aunque casi la mitad del electorado votó por otros partidos de la oposición y al secular Partido Popular Republicano (CHP). Lo que es más importante, el AKP no logró una mayoría calificada, lo que le hubiera dado el poder de alterar unilateralmente la Constitución de Turquía. Este fue uno de los principales problemas de la elección, la esperanza de que el AKP obtuviera la mayoría calificada y otros partidos tratando de bloquearlo. El fracaso del AKP en lograr la mayoría calificada deja el status quo en gran parte intacto. Mientras el AKP sigue siendo el partido más poderoso en Turquía, con capacidad de formar gobierno sin necesidad de tener socios en una coalición, no puede reformar la Constitución sin negociar con sus rivales.
Una forma de analizar esto es que Turquía continúa operando dentro de un marco estable que ha estado en vigor durante casi una década.
El AKP es el partido gobernante. La oposición está fragmentada por clivajes ideológicos, lo que le da al no tan abrumadoramente popular AKP un poder desproporcionado. El partido puede definir la política dentro de la Constitución, pero no más allá de ella. En este sentido el sistema político turco ha producido un hecho político de larga duración. Pocos países pueden apuntar a esa continuidad del liderazgo. Obviamente, dado que Turquía es una democracia, la retórica es generalmente climatizada y las acusaciones vuelan con frecuencia, desde los anuncios de inminente golpes militares hasta los intentos de imponer una dictadura religiosa. Puede haber generales pensando en golpes de Estado y puede haber miembros del AKP pensando en una dictadura religiosa, pero el proceso político ha trabajado con eficacia para hacer que esas cosas sean difíciles de imaginar. En Turquía, como en toda democracia, hay que distinguir cuidadosamente entre la retórica y la realidad.

Cambio de política en Turquía
Dicho esto, el AKP ha llevado claramente a Turquía hacia nuevas direcciones, tanto en política interior como exterior. En política interna la dirección es obvia. Mientras que el Partido Popular Republicano (CHP) ha tratado de contener con fuerza la religión dentro de la esfera privada, el AKP ha tratado de reconocer la cultura islámica de Turquía y ha buscado un cierto grado de integración con la estructura política.
Esto ha producido dos resultados. A nivel nacional el AKP ha tenido la fuerza suficiente para crear una nueva sensibilidad política, pero no ha tenido la fuerza para crear nuevas instituciones basadas en los principios islámicos, asumiendo que este es uno de los objetivos deseados. Sin embargo, los secularistas, que derivan su legitimidad del fundador de la Turquía moderna, Kemal Ataturk, han visto atacados su legado y sus derechos seculares, uno de los cuales es el derecho de las mujeres a no llevar pañuelos en la cabeza. Por lo tanto el tenor del discurso público ha sido volátil. De hecho hay una sensación constante de crisis en Turquía, siempre temiendo que los seculares choquen con las ambiciones del AKP. Una vez más consideramos que esas ambiciones son modestas, no porque sepamos las intenciones que los líderes del AKP abrigan en su corazón sino simplemente porque carecen de poder para ir más allá de esas intenciones.
El crecimiento del AKP y de su agenda doméstica desencadenan algo más que consecuencias a nivel nacional. Desde 2001 Estados Unidos ha estado luchando contra los islamistas radicales y el temor al islamismo radical va más allá de los Estados Unidos y alcanza a Europa y a otros países. En muchos sentidos Turquía es el país más próspero y militarmente más poderoso de todos los países musulmanes. La idea de que la agenda del AKP es radicalmente islamista y que Turquía se está moviendo hacia el islamismo radical genera ansiedad y hostilidades en el sistema internacional.
Si bien la idea de una Turquía con dirección islamista radical es aterradora muchos dicen con raro placer que Turquía se ha "perdido" en manos del islamismo radical y debe ser condenada al ostracismo, cuando la realidad es mucho más compleja. En primer lugar es difícil aislar a un país que tiene el ejército más grande de Europa así como una economía que creció un 8.9% el año pasado y que ocupa algunas de las zonas geopolíticas más estratégica del mundo. Si el peor de los escenarios desde el punto de vista de Occidente fuera cierto, el ostracismo de Turquía sería duro, haciendo la guerra aún más difícil y tener que hacer frente a las consecuencias de una Turquía bajo dirección islamista lo haría más difícil todavía. Si bien puede ser cierto que Turquía haya sido tomada por los islamistas radicales, algo que yo personalmente no creo, eso sería una catástrofe geopolítica de primer orden para los Estados Unidos y para sus aliados en la región. Y puesto que invadir Turquía no es una opción la única opción sería la negociación. Es interesante notar que los que más vociferan al escribir sobre Turquía también son los que más se oponen a negociar. No está claro lo que proponen ya que su demanda es extrema y generada en su mayor parte no por razones geopolíticas sino retóricas. El miedo es real y la amenaza también puede serlo, pero las soluciones no son obvias.

Posición geopolítica de Turquía
Es útil considerar a Turquía en un contexto geopolítico más amplio. Se sienta a horcajadas de uno de los estrechos más importantes del mundo, el Bósforo, que conecta el Mar Negro con el Mediterráneo. Solo eso hizo que Ataturk deseara una Turquía volcada hacia adentro, que no jugara un gran juego de poder difícil de controlar. Teniendo en cuenta que forma parte de la región del Cáucaso, que comparte una frontera con Irán, bordea el mundo árabe y es parte de Europa, inevitablemente Turquía se convierte en parte de los planes de otros países. En la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, ambas potencias querían tener a Turquía de su parte en la guerra, sobre todo los alemanes que querían contar con la presión turca sobre los campos petrolíferos de Bakú.
Después de la Segunda Guerra Mundial la Guerra Fría llevó a Turquía en dirección a Estados Unidos. La presión en el Cáucaso y el apetito soviético por controlar el Bósforo, una meta histórica de los rusos, inclinaron a Turquía a hacer causa común con Estados Unidos. Los estadounidenses no querían que los soviéticos tuvieran libre acceso al Mediterráneo y los turcos no querían perder el Bósforo o ser dominado por los soviéticos.
Desde el punto de vista estadounidense una estrecha relación entre Estados Unidos y Turquía llegó a ser considerada normal. Pero el fin de la Guerra Fría redefinió muchas relaciones y en muchos casos ninguna de las partes fue, por algún tiempo, consciente de la redefinición. Los cimientos de la alianza entre Estados Unidos y Turquía se asentaban en la existencia de un enemigo común, los soviéticos. En ausencia de ese enemigo, los cimientos desaparecieron, pero en la década de 1990 no hubo presiones primordiales desde uno u otro lado para reconsiderar su posición. Por lo tanto la alianza se mantuvo intacta, simplemente porque era más fácil mantenerla que repensarla.
Este ya no era el caso después del 2001, cuando Estados Unidos se enfrentaba a un nuevo enemigo, el islamismo radical. En este punto los turcos se enfrentaron con un problema fundamental: el grado en que participarían en la guerra de Estados Unidos y la medida en que se alejarían. Después de 2001 la alianza dejó de ser un acuerdo sin costo.
El punto de inflexión llegó a principios de 2003 con la invasión de Estados Unidos a Irak que se produjo después de la victoria electoral del AKP a finales de 2002. Estados Unidos quería enviar una división al norte de Irak desde el sur de Turquía y los turcos bloquearon el paso. Esto representó una ruptura crítica en dos maneras. En primer lugar era la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que los turcos tomaban distancia frente a una crisis estadounidense y en este caso fue uno en su vecindario. En segundo lugar, se trataba de una decisión tomada por un gobierno que Estados Unidos sospechaba que tenía simpatías por los islamistas. Los turcos no rompieron con Estados Unidos y luego permitieron continuar las operaciones aéreas de Estados Unidos en Turquía y participaron en los programas de asistencia en Afganistán.
Sin embargo para Estados Unidos la decisión sobre Irak se convirtió en un momento decisivo, cuando Estados Unidos se dio cuenta de que no podía dar por sentado el apoyo turco. Los turcos, por su parte, decidieron que Estados Unidos adoptaba medidas que no resultaban en su mejor interés. La relación no estaba rota pero llegó a ser tensa.
Turquía estaba experimentando un distanciamiento similar de Europa. Desde la época medieval Turquía se ha considerado como un país europeo y en la época contemporánea ha buscado pertenecer a la Unión Europea, una política mantenida por el AKP. Al principio el argumento europeo contra el ingreso de Turquía se centró en la condición subdesarrollada de Turquía. Sin embargo, durante la última década, Turquía ha experimentado un crecimiento económico espectacular, incluso después de la crisis financiera mundial del 2008. De hecho, su crecimiento económico ha superado al de la mayoría de los países europeos. El argumento del subdesarrollo ya no es sostenible.
Sin embargo, la Unión Europea sigue bloqueando la adhesión de Turquía. La razón es simple: la inmigración. Hubo una masiva inmigración turca hacia Europa occidental en los años 1960 y 1970. Alemania y Francia tienen importantes tensiones sociales derivadas de la inmigración musulmana y permitir que Turquía ingrese en la Unión Europea significa abrir las fronteras. Un fuerte argumento podría ser que pertenecer a la UE sería económicamente un desastre para Turquía, pero a Turquía no le importa tanto la membresía como el rechazo. El rechazo europeo a Turquía basado en el tema de la inmigración aleja a Turquía de los europeos, por lo que es más difícil para el AKP hacer frente a las acusaciones de que trata de "dar la espalda a Occidente."
Por lo tanto, los turcos, al negarse a participar en la guerra de Irak provocaron una ruptura con Estados Unidos y el rechazo de la adhesión de Turquía a la Unión Europea ha generado una ruptura con Europa. Desde el punto de vista turco, la invasión estadounidense a Irak estaba mal concebida y la posición europea es en última instancia racista. En este sentido quedaron apartados de occidente.

Turquía y el mundo islámico
Sin embargo estaban operando otras dos fuerzas. En primer lugar, el mundo islámico ha cambiado su forma. De ser mayoritariamente secular desde el punto de vista político, influenciado por Ataturk, el mundo islámico comenzó a moverse hacia una dirección más religiosa hasta que la tendencia principal ya no era laica sino islámica en diversos grados. Era inevitable que Turquía experimentara las tensiones y presiones del resto del mundo musulmán. La pregunta no es si Turquía cambió sino hasta qué punto.
La otra fuerza es geopolítica. Las dos grandes guerras que Estados Unidos libra en el mundo musulmán no se llevaban a cabo de manera satisfactoria y si bien el principal objetivo se había alcanzado, no hubo nuevos ataques contra Estados Unidos, el esfuerzo para mantener o crear regímenes no islámicos en la región no estaba teniendo éxito. Ahora Estados Unidos se está retirando de la región, dejando atrás una gran inestabilidad y una Turquía cada vez más potente y segura de sí misma.
Al final, la fuerza económica y militar de Turquía tuvo que transformarse en una fuerza regional importante. Por defecto, con la retirada de Estados Unidos, Turquía se ha convertido en la principal potencia en la región en varios aspectos. Por un lado, el hecho de que Turquía tenía un gobierno del AKP y estaba tomando una posición de liderazgo en la región hizo que Estados Unidos se sintiera muy incómodo. Por otra parte, y esta es la parte sorprendente, Turquía ha sido moderada en el frente interno en comparación con el resto de la región y su creciente influencia se basaba en el fracaso estadounidense más que en un diseño de Turquía. Cuando una flotilla de ayuda turca navegó hacia Gaza y fue interceptada por los israelíes en 2010 el punto de vista turco era que este era el paso mínimo que Turquía podría tomar como un estado musulmán líder. El punto de vista israelí fue de que Turquía simplemente estaba apoyando a los islamistas radicales.
Esta no es una cuestión de malentendidos. El fundamento de la relación de Turquía con Israel tenía más que ver con la hostilidad hacia los gobiernos árabes pro-soviéticos que con cualquier otra cosa. Los gobiernos se han ido y las bases seculares de Turquía han cambiado. Lo mismo es cierto en la relación con Estados Unidos y Europa. Ninguno de ellos quiere que Turquía cambie, pero dada la finalización de la Guerra Fría y el surgimiento de las fuerzas islámicas, tal cambio es inevitable y lo que ha ocurrido hasta ahora parece ser relativamente leve teniendo en cuenta hacia dónde ha llevado el cambio a otros países. Pero lo más importante es que la base de las alianzas ha desaparecido y ninguna de las partes puede encontrar una nueva base firme. Como se ejemplifica con Gran Bretaña y Estados Unidos en el siglo 19, las potencias emergentes incomodan a las grandes potencias preexistentes. Pueden cooperar económicamente y evitar la confrontación militar, pero nunca están cómodas unas con otras. El poder emergente sospecha que la gran potencia está tratando de estrangularlo. La gran potencia sospecha que la potencia emergente está tratando de cambiar el orden de las cosas. De hecho, ambas suposiciones son generalmente ciertas.
De ninguna manera Turquía emergió como una potencia madura. Su manejo de los acontecimientos en Siria y otros países, construido mayormente de retórica, demuestra que todavía no ha asumido una posición capaz de influir, y mucho menos manejar, los acontecimientos en su periferia. Pero el juego apenas comienza. Ahora estamos en un punto donde los viejos cimientos se han debilitado y está resultando difícil construir los nuevos. Los resultados electorales indican que el proceso sigue en marcha sin llegar a ser más radical y sin disminuir la velocidad. Las potencias que tenían fuertes relaciones con Turquía ya no las tienen y se preguntan por qué. Turquía no entiende por qué le temen y por qué se hacen las hipótesis más siniestras sobre los objetivos de su gobierno, a nivel nacional y en otros países. Nada de esto debería ser una sorpresa. La historia es así.

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