M.K. Bhadrakumar
En proporción casi directa a la caída en picado de los vínculos de Washington con sus aliados en Kabul e Islamabad, Irán intensifica su actividad política y diplomática respecto al problema afgano y la situación regional. Teherán considera que las relaciones de EE.UU. con los gobiernos de Afganistán y Pakistán han sufrido un serio revés y que es poco probable que haya una rápida recuperación.
Por lo tanto, se ha abierto una oportunidad para que Teherán haga retroceder la influencia decenal de EE.UU. en la geopolítica de la región. Teherán está determinado a no perder la oportunidad.El enfoque inmediato es tratar de torpedear los planes de EE.UU. de establecer bases militares en Afganistán y de expandir hacia la región Centroasiática de importancia estratégica vital, mientras flanquea al mismo tiempo a Irán en el este. El impulso político y diplomático iraní tiene lugar mientras las diferencias entre EE.UU. y Afganistán que afloraron durante las negociaciones, han salido últimamente al dominio público.
Teherán también lo ve como un juego de alto riesgo con ramificaciones mucho más amplias que el intento de frustrar los planes de EE.UU. respecto a bases militares. El objetivo de Teherán será ralear el cordón de la alianza estadounidense-saudí-israelí después de la agitación en Medio Oriente.
Afganistán, después de todo, viene a ser parte del Amplio Medio Oriente, Pakistán ha sido un antiguo aliado de EE.UU. y Arabia Saudí, y juntos los tres países –Irán, Pakistán y Afganistán– se convierten en un centro estratégico de inmensa importancia para la geopolítica de una vasta región que va desde el Levante hasta el Valle de Fergana.
Sin duda, el objetivo de Teherán será forjar la unidad regional con Kabul e Islamabad basada en sus preocupaciones e intereses compartidos frente a las políticas regionales de EE.UU.
Los esfuerzos iraníes recibirán un estímulo esta semana con las visitas del presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, y del presidente Hamid Karzai a Teherán para participar en la conferencia internacional sobre terrorismo por invitación del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad. La conferencia está programada para el 25 y el 26 de junio, pero Zardari llegará el jueves para una visita de dos días.
El hecho de que Zardari y Karzai asistan a una conferencia sobre terrorismo auspiciada por Irán en este momento es de por sí un importante indicador de hacia dónde soplan actualmente los vientos en la política regional. Según las informaciones, el gobierno de Arabia Saudí realizó una diligencia diplomática ante Pakistán, en la que sugirió que ignore la conferencia de Teherán y en su lugar asista a un cónclave similar sobre terrorismo que quiere convocar dentro de poco en Riad.
EE.UU. también se sentirá profundamente descontento ante la decisión de Karzai de estar junto a Irán en esta coyuntura respecto a la “guerra contra el terror”. Arruina del todo la afirmación de EE.UU. de que Irán fomenta el terrorismo. Zardari lleva una delegación de ministros que incluye al ministro del interior Rehman Malik, al ministro de Petróleo y Recursos Naturales, Asim Hussaein, y al ministro de Agua y Energía, Syed Naveed Qamar.
Los medios iraníes informaron que las conversaciones de Zardari cubrirán el proyecto del gasoducto Irán-Pakistán, al que se opone enérgicamente EE.UU., y que durante su visita se puede esperar un “paso decisivo para la ejecución del proyecto que ya ha sido retardado”. Irán ya ha completado la construcción de 1.000 kilómetros del gasoducto del trecho de 1.100 kilómetros en suelo iraní.
Irán también ha propuesto que se construya una red de transmisión de electricidad junto al gasoducto, conectando la red de transporte de energía eléctrica de Irán con la de Pakistán. Además, Irán ha ofrecido vender 1.000 megavatios hora de electricidad a Pakistán a un precio subvencionado.
‘Intentos de dejar de lado’
Teherán está haciendo un intento total por impartir una nueva dinámica a sus vínculos bilaterales con Pakistán. Teherán abrigó tradicionalmente un sentido de frustración respecto a la alianza entre EE.UU. y Pakistán. Ahmadineyad dijo recientemente que Teherán posee “evidencia específica” de que EE.UU. planifica apoderarse de las armas nucleares de Pakistán.Por cierto, los servicios de inteligencia iraníes son muy activos tanto en Afganistán como en Pakistán, en vista de la presencia militar de EE.UU. y del apoyo de EE.UU. al grupo terrorista Jundallah que fomenta la violencia en la región Sistan-Baluchistán en Irán oriental en la frontera con Pakistán. Teherán tiene un mecanismo de intercambio de inteligencia a nivel bilateral con Pakistán y es prácticamente seguro que Malik discutirá la manera de fortalecer el acuerdo. Pakistán puede ayudar a Irán a contrarrestar a Jundallah mientras Irán puede colaborar con inteligencia respecto a las actividades clandestinas de EE.UU. en suelo paquistaní.
Irán parece compartir la valoración de Rusia y China de que la política exterior paquistaní está en proceso de corregir su dirección para reducir la dependencia política, económica y militar de Islamabad hacia EE.UU.
De la misma manera, Teherán tiene en cuenta que EE.UU. mantiene a distancia tanto a Islamabad como a Kabul sobre sus tratos con los talibanes y adopta un método de compartir información con esos socios cruciales solo sobre una base de necesidad de saber.
El sábado pasado, Karzai utilizó un discurso a la nación para arremeter contra EE.UU., llegando a denunciar que EE.UU. ya tiene conversaciones directas con los talibanes. Significativamente, Pakistán entendió rápidamente la indirecta de Karzai e hizo el lunes una enérgica diligencia sobre el mismo tema ante los estadounidenses.
Según informaciones, altos funcionarios paquistaníes han expresado su preocupación al representante especial adjunto de EE.UU. de visita, Frank Ruggiero, sobre los ‘intentos de Washington de dejar a un lado’ a Islamabad y arrinconar deliberadamente a Pakistán respecto a sus esfuerzos de buscar un acuerdo de paz con los talibanes antes de su retirada en fases de Afganistán.
La declaración emitida por el Ministerio de Exteriores paquistaní después de conversaciones entre la ministra de Estado de Asuntos Exteriores, Hina Rabbani Khar y Ruggiero en Islamabad el lunes dice: “La ministra subrayó la importancia de claridad y coherencia estratégica así como de transparencia para facilitar al gobierno afgano y al pueblo afgano el proceso por la paz y la reconciliación”.
El periódico paquistaní Tribune citó a un diplomático paquistaní, basado en Kabul, que afirmó que EE.UU. mantiene a oscuras a Islamabad sobre sus recientes contactos con los talibanes. “Sabemos que ha habido algunas reuniones entre funcionarios estadounidenses y talibanes afganos en Alemania y Qatar. Parece que EE.UU. excluye deliberadamente a Pakistán para minimizar nuestro papel en la futura administración política de Afganistán,” insistió.
De nuevo, el periódico Dawn citó a funcionarios paquistaníes anónimos que dijeron: “Por una parte ellos [los estadounidenses] hablan con un ayudante de Mullah Omar, por la otra, el líder talibán está en la lista de los cinco hombres que ellos [los estadounidenses] quisieran eliminar”, y preguntaron mordazmente si también habría sitio en el diálogo político de EE.UU. para la red Haqqani.
Sin embargo, sería apresurado concluir que Islamabad y Kabul están coordinando su oposición a EE.UU. La relación entre Afganistán y Pakistán sigue siendo extremadamente problemática, el déficit de confianza es sustancial y una mejora radical en el clima de las relaciones ha resultado ser complicada.
En los hechos, las escaramuzas fronterizas han aumentado su frecuencia. Queda por ver en qué medida EE.UU. y la OTAN alimentan esas tensiones como parte del esfuerzo concertado para “presionar” a Pakistán. Evidentemente, un consenso genuino entre Karzai e Islamabad no se puede materializar mientras sigan estallando esas tensiones subterráneas en la región de la frontera afgana, que involucran a militares paquistaníes y fuerzas afganas.
Es posible que Teherán pueda ayudar a solucionar esas tensiones. No cabe duda de que Irán tiene mucho interés en este momento en acercar a Afganistán y Pakistán en una relación de trabajo con una meta.
El ministro iraní de defensa, Ahmed Vahidi, quien visitó Kabul la semana pasada, tuvo una importante reunión con el ex hombre fuerte de la antigua Alianza del Norte y actual vicepresidente, Mohammed Fahim. Vahidi dijo a Fahim: “La grande y valerosa nación de Afganistán es capaz de establecer su seguridad en la mejor forma posible sin la interferencia de fuerzas trans-regionales [léase EE.UU., y la OTAN].”
Vahidi dijo a su homólogo iraní Abdulrahim Wardak: “Su presencia [de EE.UU.] obstaculiza la materialización de la voluntad de la grande, trabajadora y resuelta nación de Afganistán y causará discordia, tensión, inseguridad, y desperdicio del capital del país.”
Wardak y Vahidi firmaron un documento relacionado con la cooperación bilateral en la seguridad. Es interesante que en la ceremonia de firma, Wardak haya respondido: “En vista de las amenazas y desafíos que enfrenta la región, creemos que la cooperación en la defensa y seguridad conjunta entre Irán y Afganistán es muy importante para establecer la paz y la seguridad en la región”. Wardak también dijo, significativamente, que Afganistán tratará de aumentar sus vínculos de defensa y seguridad con Irán en la actual coyuntura para “cumplir nuestros objetivos conjuntos de seguridad en la región. Creemos que la expansión de la cooperación en la defensa y seguridad conjunta con Irán favorece nuestros intereses.”
Línea de falla pashtuna
A su vuelta a Teherán el domingo, Vahidi dijo que los esfuerzos de EE.UU. de establecer bases en Afganistán forman parte de un plan para imponer un “sistema hegemonista” en la región, “pero que todos los países y pueblos de la región se oponen a ese complot. La presencia de fuerzas extranjeras en la región, especialmente tropas de EE.UU., es muy dañina y representa una burda violación de la soberanía de los países de la región y daña su seguridad.”Es interesante que haya agregado: “Hasta donde sabemos, la gran nación afgana no está de acuerdo con el establecimiento de bases militares de EE.UU., y es natural que los responsables del país, siguiendo a su pueblo, no aprueben planes semejantes”. En una referencia velada a Pakistán, Vahidi dijo que “los países de la región también se oponen a la presencia de tropas extranjeras en un país vecino, porque países extra-regionales tratan en realidad de impedir el progreso de los países islámicos”.
Teherán incluirá en la impresión prevaleciente en la región que EE.UU. y Gran Bretaña trabajan en el así llamado “plan Blackwill” –al que pusieron el nombre de Robert Blackwill, un funcionario estadounidense que sirvió en el Consejo Nacional de Seguridad del gobierno de George W Bush– quien fue el primero en argumentar que la mejor solución para Afganistán consiste en dividir ese país a lo largo de la principal línea de falla étnica pastuna.
El plan sugería que EE.UU. desocupara las provincias del sur y del sudeste de Afganistán y dejara que el régimen de los talibanes fuera restablecido en esas partes, y retirara sus fuerzas en su lugar al territorio seguro de la región septentrional habitada por tribus no pastunes, que son amistosas, desde donde podría mantener efectivamente sus operaciones de contrainsurgencia mediante fuerzas especiales y / o el uso del poder aéreo.
El proceder de EE.UU. y sus aliados de mantener conversaciones directas con los talibanes (sin involucrar a Afganistán o Pakistán) así como la decisión de retirar poco a poco las sanciones contra dirigentes talibanes seleccionados dispuestos al compromiso, cuadran con los objetivos del plan Blackwill.
EE.UU. apunta a persuadir a los talibanes a que renuncien a su decidida oposición a la presencia militar a largo plazo de EE.UU. y de la OTAN en el Hindu Kush.
Los talibanes esperan recuperar sus bastiones perdidos en las regiones del sur y el sureste de Afganistán. Teniendo esto en cuenta, durante el último período de dos años, EE.UU. ha estado gastando inmensas cantidades de dinero en la renovación o reconstrucción de bases en las regiones no pastunes de Afganistán a fin de ponerlas a la par con estándares y condiciones de vida occidentales.
La reducción de fuerzas de EE.UU. que comienza en julio tiene que ver esencialmente con 30.000 soldados que fueron llevados el año pasado para la ‘oleada’. Funcionarios de EE.UU. y de la OTAN comenzaron recientemente a insinuar que no hay que esperar la partida de las tropas occidentales de la región en el futuro previsible.
Lo que es particularmente notable en este contexto es el papel jugado por Alemania en el establecimiento de conversaciones de paz entre EE.UU. y los talibanes. Der Spiegel informó primero que en Alemania ha habido más de una reunión entre un ayudante clave de Mullah Omar y funcionarios de EE.UU. El domingo pasado, en una entrevista en la televisión el secretario de defensa de EE.UU., Robert Gates, confirmó la realización de tales reuniones.
Las fuerzas alemanas ocupan la región del Amu Darya, que cubre el territorio seguro que Blackwill mencionó para reubicar a largo plazo a las tropas de EE.UU. Las fuerzas alemanas iniciaron una robusta campaña de contrainsurgencia en la región septentrional en los últimos meses a fin de despejar la región, lo que, por su parte, llevó a ataques de represalias de los insurgentes. Las operaciones alemanas parecen corresponder al plan Blackwill.
Los alemanes han hecho lo posible por desarrollar buenas relaciones de trabajo con el gobierno uzbeko en Tashkent y utilizan ampliamente la base militar Termez, que solía ser la mayor base soviética en Asia Central, como base de aprovisionamiento para las operaciones en la región septentrional. Hay nuevas líneas de ferrocarril en construcción para conectar Mazari-i-Sharif con Termez a través del Amu Darya, que conectará Afganistán con la red ferroviaria de la era soviética que llega hasta Berlín.
Los alemanes también han aprovechado sus crecientes vínculos estratégicos con Rusia para desarrollar sistemáticamente una ruta de tránsito a través de territorio ruso, que posibilitará el aprovisionamiento de Afganistán a través de Termez. La ruta rusa que lleva a Termez posibilita que las fuerzas de la OTAN puedan reducir drásticamente la dependencia de las dos rutas paquistaníes. Rusia incluso ha permitido recientemente que armas y munición sean transportadas por esta ruta. (Estos vínculos de comunicación pueden llegar a ser una nueva Ruta de la Seda.)
El Plan Blackwill contiene el peligroso potencial de dividir la nación afgana. Afganistán se ha mantenido unido históricamente por tenues lazos de Estado independiente. El regionalismo y la etnicidad siguen planteando desafíos a la unidad nacional.
Si la unidad afgana llega a ser seriamente amenazada, las consecuencias serían extremadamente serias para Pakistán. Será cuestión de tiempo antes que los residuos pastunes se rebalsen sobre la Línea Durand y desestabilicen Pakistán. Toda acentuación de las líneas de falla étnicas o el fortalecimiento de las identidades étnicas en los vecinos Afganistán y Pakistán, por su parte, tendrían serias repercusiones negativas para Irán (y países centroasiáticos).
Es bastante obvio que EE.UU. sobrestima su capacidad de realizar su “gran estrategia”. El jefe del ejército paquistaní, Parvez Kiani dijo de manera bastante directa a una delegación alemana de visita en Rawalpindi el lunes que la estabilidad de Pakistán será su primera prioridad.
Resumiendo, Afganistán, Pakistán e Irán tienen un interés existencial en frustrar el plan de paz anglo-estadounidense de negociar directamente con los talibanes detrás de sus espaldas. Es precisamente el motivo por el cual los tres están en la brecha por un proceso de paz verdaderamente indígena “dirigido por afganos”. Dicho de otra manera, una realineación de la triple relación entre Afganistán, Pakistán e Irán será de interés para la estabilidad regional.
Las recientes visitas de los dirigentes paquistaníes a Moscú y Beijing están siendo seguidas por las conversaciones de Zardari de esta semana en Teherán. Irán ha cambiado a un modo dinámico frente a la situación afgana, abandonando su enfoque de bajo perfil, reticente. Por su parte, Karzai también desafía estratégicamente a EE.UU. al fortalecer sus vínculos con Teherán.
Vale la pena mirar de cerca cómo se desarrollan estas tendencias nacientes. Hay que verlas ante el trasfondo regional más amplio que muestra numerosas corrientes – el “deshielo” en las relaciones ruso-paquistaníes; el “retorno” de Rusia a Afganistán; las aspiraciones de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO) de jugar un papel formativo en Afganistán en el escenario posterior a 2014; el proceso de diálogo India-Pakistán; la busca por India de una política afgana independiente con acento en ecuaciones con el gobierno de Karzai; el creciente interés de China en contribuir a un arreglo afgano; y, finalmente, el comienzo de un proceso que podría conducir a la participación como miembros en la SCO de India y Pakistán.
Horas después del anuncio de Obama del miércoles sobre la reducción de tropas en Afganistán, Zardari se dirigirá a Teherán para confabular con Ahmadineyad; dos días después Karzai también llegará a la capital iraní. Nada destaca de un modo más vívido el extraordinario vuelco en la política regional.
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