21 de junio 2011 | 0846 GMT
Por George Friedman
El presidente Barack Obama dió un discurso sobre Afganistán el 22 de junio. Es evidente que Estados Unidos está buscando formas de acelerar el retiro de sus tropas del país. También está claro que las relaciones de EE.UU. con Pakistán se están deteriorando a un punto donde la cooperación -independientemente del nivel que hubiera antes- se está desmoronando. Se trata de dos cuestiones íntimamente relacionadas. Cualquier retirada de Afganistán, sobretodo si es acelerada, dejará un vacío de poder que el gobierno de Kabul no será capaz de llenar. Afganistán es la puerta trasera de Pakistán y su evolución es una cuestión de interés fundamental para Pakistán. Una retirada norteamericana significa un Afganistán y entrelazada con la influencia de Pakistán. Por lo tanto, la dinámica actual de Pakistán desafía cualquier plan de retirada.
Es posible que algunos militares norteamericanos crean que Estados Unidos podría ganar en Afganistán pero son pocos. El campeón de ese punto de vista, el general David Petraeus, ha sido relevado de su mando de las fuerzas en Afganistán y promovido (o pateado) para convertirse en director de la CIA. Convencionalmente la definición de victoria ha sido la creación de un gobierno fuerte en Kabul que controle al ejército y la policía, capaz de proteger al régimen e imponer su voluntad en Afganistán. Con el presidente Hamid Karzai cooperando cada vez menos con Estados Unidos, la probabilidad de lograr este resultado se está evaporando. Karzai se da cuenta de que la protección de Estados Unidos se está por retirar y entiende que los estadounidenses lo culpan de todos los resultados negativos de la retirada a causa de su incapacidad o falta de voluntad para controlar la corrupción.
Es posible que algunos militares norteamericanos crean que Estados Unidos podría ganar en Afganistán pero son pocos. El campeón de ese punto de vista, el general David Petraeus, ha sido relevado de su mando de las fuerzas en Afganistán y promovido (o pateado) para convertirse en director de la CIA. Convencionalmente la definición de victoria ha sido la creación de un gobierno fuerte en Kabul que controle al ejército y la policía, capaz de proteger al régimen e imponer su voluntad en Afganistán. Con el presidente Hamid Karzai cooperando cada vez menos con Estados Unidos, la probabilidad de lograr este resultado se está evaporando. Karzai se da cuenta de que la protección de Estados Unidos se está por retirar y entiende que los estadounidenses lo culpan de todos los resultados negativos de la retirada a causa de su incapacidad o falta de voluntad para controlar la corrupción.
El éxito definitivo en Afganistán
En los primeros momentos hubo una idea de éxito que enmarcó el interés de Bush en Afganistán. El objetivo era interrumpir las operaciones de Al Qaeda y prevenir nuevos ataques contra Estados Unidos desde Afganistán. Esta definición no preveía el surgimiento de un Estado afgano estable y democrático, libre de corrupción y capaz de controlar su territorio. Era más modesto y, en muchos sentidos, fue logrado en el período 2001-2002. Su defecto era que el bloqueo de Al Qaeda en Afganistán, aunque era útil, no se vinculaba con la evolución de Al Qaeda en otros países. En particular no se refería a los movimientos de Al Qaeda en Pakistán ni a los talibanes, que no fueron derrotados en ese período 2001-2002, sino que simplemente se negaron a combatir en los términos norteamericanos, esperando resurgir como una insurgencia viable cuando los Estados Unidos se empantanaron en Irak.
El objetivo de eliminar las bases afganas de Al Qaeda para transformar la sociedad afgana tenía muchos orígenes y funcionó bien durante la administración Bush, pero la actual estrategia se origina en el intento de transferir las lecciones de Irak a Afganistán. El incremento militar en Irak y el importante acuerdo político con los insurgentes suníes que los reingresó al redil americano, redujeron la insurgencia. Queda por ver si resulta un Irak estable y no hostil a los intereses estadounidenses. La última estrategia de Irak fue un acuerdo político enmarcado por un aumento de fuerzas y su éxito a largo plazo no estaba claro. La administración de Obama estaba preparada para repetir el intento en Afganistán, al menos mediante el uso de Irak como un molde e incluso aplicando exactamente la misma táctica.
Sin embargo, Estados Unidos encontró que los talibanes no estaban muy inclinados a negociar con Estados Unidos y ciertamente no lo harían en los términos favorables de los insurgentes iraquíes, simplemente porque creían que iban a ganar en el largo plazo y no enfrentarían los peligros que enfrentaron los insurgentes sunitas. Las operaciones militares enmarcadas en la búsqueda de una solución política resultaron ser un cuadro sin pintar. No está claro que en Irak la estrategia de Petraeus haya alcanzado un resultado político satisfactorio y su aplicación en Afganistán no parece hasta ahora que haya atraído a los talibanes al proceso político en la forma en que la incorporación de los suníes iraquíes pareció ser por lo menos mínimamente exitosa.
Como hemos señalado después de la muerte de Osama bin Laden, su muerte, junto con la transferencia de Petraeus, ofrece dos oportunidades. La primera es un retorno a la primera definición de éxito en Afganistán, cuando el objetivo era la ruptura de Al Qaeda. En segundo lugar, la salida de Petraeus y su personal también elimina la ideología de la contrainsurgencia, en la cual la transformación social es un medio hacia una transformación práctica y radical de Afganistán. Estos dos acontecimientos abren la puerta a una redefinición de los objetivos norteamericanos y la posibilidad de reclamar como cumplida la misión anterior, extremadamente modesta, y así construir la base para poner fin a la guerra.
La batalla central está radicada en el ejército de los Estados Unidos, dividido entre combatientes convencionales y contra-insurgentes. La contrainsurgencia basa sus raíces en las teorías del desarrollo social de los países emergentes que se remontan a la década de 1950. Se argumenta que la victoria en este tipo de guerras depende de la movilización social y política y que el propósito de la batalla militar es crear un espacio para construir un estado y una nación capaces de defenderse a sí mismos.
La idea convencional de la guerra es que su propósito es derrotar a las fuerzas armadas enemigas. Presenta una visión más limitada y centrada en la fuerza militar. Esta facción se opuso amargamente a Petraeus al ver lo que estaba sucediendo en Afganistán, ya que veía a la guerra en términos de derrotar a los talibanes como fuerza militar. En la opinión de esta facción era imposible derrotar a los talibanes con la fuerza militar disponible y era poco probable incluso con una fuerza más importante. Hay dos razones para esto. En primer lugar, los talibanes se componen de una fuerza de infantería ligera con una capacidad de inteligencia superior y con la posibilidad de retirarse de las operaciones insostenibles (por ejemplo, la batalla por la provincia de Helmand) y volver a participar en condiciones más favorables en otros lugares. En segundo lugar, los santuarios en Pakistán permiten a los talibanes retirarse a zonas seguridad y reconstituirse, con lo que su derrota en detalle es imposible. La opción de invadir Pakistán estuvo presente, pero la idea de invadir a un país de 180 millones de personas con alguna fracción de los 150.000 soldados americanos en Afganistán más sus aliados era militarmente insostenible. De hecho, no hay fuerza que Estados Unidos pueda desplegar que esté en condiciones de obligar a Pakistán a ajustarse a los deseos de Estados Unidos.
La alternativa del lado americano es una definición más convencional de la guerra en la que el objetivo principal de los militares en Afganistán es crear un marco para operaciones de fuerzas especiales que eliminen a al Qaeda en Afganistán y potencialmente en Pakistán y no tratar de vencer estratégicamente a los Talibán o transformar política y culturalmente a Afganistán. Con la muerte de Bin Laden, puede establecerse un argumento, al menos para fines políticos, de que Al Qaeda se ha visto alterada lo suficiente para que el marco militar convencional en Afganistán ya no sea necesario. Si Al Qaeda revive en Afganistán, se puede considerar la realización de operaciones encubiertas. El problema con Al Qaeda es que no requiere de ningún país para regenerarse. Se trata de una fuerza de guerrilla global.
El objetivo de eliminar las bases afganas de Al Qaeda para transformar la sociedad afgana tenía muchos orígenes y funcionó bien durante la administración Bush, pero la actual estrategia se origina en el intento de transferir las lecciones de Irak a Afganistán. El incremento militar en Irak y el importante acuerdo político con los insurgentes suníes que los reingresó al redil americano, redujeron la insurgencia. Queda por ver si resulta un Irak estable y no hostil a los intereses estadounidenses. La última estrategia de Irak fue un acuerdo político enmarcado por un aumento de fuerzas y su éxito a largo plazo no estaba claro. La administración de Obama estaba preparada para repetir el intento en Afganistán, al menos mediante el uso de Irak como un molde e incluso aplicando exactamente la misma táctica.
Sin embargo, Estados Unidos encontró que los talibanes no estaban muy inclinados a negociar con Estados Unidos y ciertamente no lo harían en los términos favorables de los insurgentes iraquíes, simplemente porque creían que iban a ganar en el largo plazo y no enfrentarían los peligros que enfrentaron los insurgentes sunitas. Las operaciones militares enmarcadas en la búsqueda de una solución política resultaron ser un cuadro sin pintar. No está claro que en Irak la estrategia de Petraeus haya alcanzado un resultado político satisfactorio y su aplicación en Afganistán no parece hasta ahora que haya atraído a los talibanes al proceso político en la forma en que la incorporación de los suníes iraquíes pareció ser por lo menos mínimamente exitosa.
Como hemos señalado después de la muerte de Osama bin Laden, su muerte, junto con la transferencia de Petraeus, ofrece dos oportunidades. La primera es un retorno a la primera definición de éxito en Afganistán, cuando el objetivo era la ruptura de Al Qaeda. En segundo lugar, la salida de Petraeus y su personal también elimina la ideología de la contrainsurgencia, en la cual la transformación social es un medio hacia una transformación práctica y radical de Afganistán. Estos dos acontecimientos abren la puerta a una redefinición de los objetivos norteamericanos y la posibilidad de reclamar como cumplida la misión anterior, extremadamente modesta, y así construir la base para poner fin a la guerra.
La batalla central está radicada en el ejército de los Estados Unidos, dividido entre combatientes convencionales y contra-insurgentes. La contrainsurgencia basa sus raíces en las teorías del desarrollo social de los países emergentes que se remontan a la década de 1950. Se argumenta que la victoria en este tipo de guerras depende de la movilización social y política y que el propósito de la batalla militar es crear un espacio para construir un estado y una nación capaces de defenderse a sí mismos.
La idea convencional de la guerra es que su propósito es derrotar a las fuerzas armadas enemigas. Presenta una visión más limitada y centrada en la fuerza militar. Esta facción se opuso amargamente a Petraeus al ver lo que estaba sucediendo en Afganistán, ya que veía a la guerra en términos de derrotar a los talibanes como fuerza militar. En la opinión de esta facción era imposible derrotar a los talibanes con la fuerza militar disponible y era poco probable incluso con una fuerza más importante. Hay dos razones para esto. En primer lugar, los talibanes se componen de una fuerza de infantería ligera con una capacidad de inteligencia superior y con la posibilidad de retirarse de las operaciones insostenibles (por ejemplo, la batalla por la provincia de Helmand) y volver a participar en condiciones más favorables en otros lugares. En segundo lugar, los santuarios en Pakistán permiten a los talibanes retirarse a zonas seguridad y reconstituirse, con lo que su derrota en detalle es imposible. La opción de invadir Pakistán estuvo presente, pero la idea de invadir a un país de 180 millones de personas con alguna fracción de los 150.000 soldados americanos en Afganistán más sus aliados era militarmente insostenible. De hecho, no hay fuerza que Estados Unidos pueda desplegar que esté en condiciones de obligar a Pakistán a ajustarse a los deseos de Estados Unidos.
La alternativa del lado americano es una definición más convencional de la guerra en la que el objetivo principal de los militares en Afganistán es crear un marco para operaciones de fuerzas especiales que eliminen a al Qaeda en Afganistán y potencialmente en Pakistán y no tratar de vencer estratégicamente a los Talibán o transformar política y culturalmente a Afganistán. Con la muerte de Bin Laden, puede establecerse un argumento, al menos para fines políticos, de que Al Qaeda se ha visto alterada lo suficiente para que el marco militar convencional en Afganistán ya no sea necesario. Si Al Qaeda revive en Afganistán, se puede considerar la realización de operaciones encubiertas. El problema con Al Qaeda es que no requiere de ningún país para regenerarse. Se trata de una fuerza de guerrilla global.
La asimetría entre Estados Unidos y los intereses de Pakistán
Estados Unidos pueden optar por salir de Afganistán sin sufrir un desastre estratégico. Pakistán no puede salir de Pakistán. Por lo tanto, no puede salir de su frontera con Afganistán ni puede evadir la realidad de que los grupos étnicos de Pakistán, en especial los pastunes que rebasan las fronteras y forman el núcleo del fenómeno talibán, viven en el lado afgano de la frontera. Por lo tanto, mientras que Afganistán es una pieza de la estrategia global estadounidense y no su totalidad, Afganistán es fundamental para la estrategia nacional de Pakistán. Esta asimetría en los intereses de Estados Unidos y de Pakistán es ahora el tema central.
Cuando los soviéticos invadieron Afganistán, Pakistán se unió a Estados Unidos para derrotar a los soviéticos. Arabia Saudí dio dinero y reclutas, los paquistaníes proporcionaron servicios de información y de inteligencia y Estados Unidos proporcionó instructores y otro tipo de apoyo. Para Pakistán la invasión soviética era una cuestión de interés nacional fundamental. Frente a una India hostil, apoyada por los soviéticos y una presencia soviética en Afganistán, Pakistán se vio amenazada en dos frentes. Por lo tanto, implicarse profundamente con los jihadistas en Afganistán era esencial para Pakistán, debido a que los yihadistas atacaban a los soviéticos. Esto fue también beneficioso para Estados Unidos.
Después de la retirada soviética de Afganistán, Estados Unidos se volvió indiferente frente al futuro de Afganistán. Pakistán no puede ser indiferente. Se mantuvo muy involucrado con las fuerzas islamistas que habían derrotado a los soviéticos y gobernarían Afganistán y ayudó a facilitar el surgimiento de los talibanes como fuerza dominante en el país. Estados Unidos estuvo muy satisfecho con esto en la década de 1990 y aceptó el hecho de que la inteligencia paquistaní se había entrelazado no sólo con las fuerzas que lucharon contra los soviéticos sino también con los talibanes, que con el apoyo de Pakistán, ganaron la guerra civil que siguió a la derrota de la Unión Soviética.
Los organismos de inteligencia están tan influenciados por sus clientes como sus clientes están controlados por ellos. Consideremos a los cubanos anti-castristas de los años 1960 y 1970 y sus comienzos como un activo de la CIA y su fin como la más importante influencia de la política de Estados Unidos hacia Cuba. La Dirección Inter-Servicios de Inteligencia (ISI) paquistaní se entrelazó con sus clientes. A medida que la influencia de los elementos islamistas talibanes crecía en Afganistán el sentimiento se extendió a Pakistán, donde se desarrollaba un movimiento islamista con gran influencia en el gobierno y en los servicios de inteligencia.
El 11 de septiembre de 2001 plantea una profunda amenaza a Pakistán. Por un lado, Pakistán se encuentra con Estados Unidos en una situación de crisis, pidiendo el apoyo de Pakistán contra Al Qaeda y los talibanes. Por otro lado en Pakistán había un gran movimiento islámico hostil a Estados Unidos y los servicios de inteligencia de toda una generación habían estado íntimamente vinculados a los islamistas afganos, primero con el apoyo de Estados Unidos y a continuación con su indiferencia benigna. Estados Unidos exige involucrarse en estrechas relaciones de destrucción en Afganistán, apoyar la ocupación estadounidense en Afganistán y por lo tanto enfrentar la resistencia interna y las amenazas en Afganistán y Pakistán.
La solución de Pakistán fue la única que podría llegar a aplacar a Estados Unidos y a las fuerzas de Pakistán que no querían cooperar con Estados Unidos. Los paquistaníes mintieron. Para ser más precisos y justos hicieron todo lo que pudieron por Estados Unidos sin desestabilizar a Pakistán por completo, mientras parecían ser mucho más cooperativos con los americanos y mucho menos cooperativos con su pueblo. Como en cualquier estrategia de este tipo, el ISI e Islamabad se vieron involucrados en un acto masivo de equilibrio.
Estados Unidos y Pakistán tienen intereses nacionales ampliamente divergentes. Los Estados Unidos querían destruir a Al Qaeda sin importar el costo. Los paquistaníes querían evitar el colapso de su régimen a cualquier precio. Estos no eran objetivos compatibles. Al mismo tiempo Estados Unidos y Pakistán se necesitaban mutuamente. Estados Unidos no podría operar en Afganistán sin algún tipo de apoyo de Pakistán, desde el uso de las líneas de abastecimiento de Karachi, Karachi-Khyber y Karachi-Chaman hasta por lo menos algún tipo de colaboración en el intercambio de inteligencia, por lo menos sobre Al Qaeda. Para los paquistaníes era muy necesario el apoyo estadounidense frente a la India. Si los Estados Unidos simplemente se volcaban en favor de los indios, la posición de Pakistán quedaba en serio peligro.
Estados Unidos siempre fue consciente de los límites de la ayuda de Pakistán. La aceptó públicamente porque hacía aparecer a Pakistán como un aliado en un momento en que Estados Unidos estaba siendo atacado por el unilateralismo. La aceptó en privado porque no quería ver a un Pakistán desestabilizado. Los paquistaníes son conscientes de los límites de la tolerancia de Estados Unidos, por lo que ambos jugaron un juego.
Cuando los soviéticos invadieron Afganistán, Pakistán se unió a Estados Unidos para derrotar a los soviéticos. Arabia Saudí dio dinero y reclutas, los paquistaníes proporcionaron servicios de información y de inteligencia y Estados Unidos proporcionó instructores y otro tipo de apoyo. Para Pakistán la invasión soviética era una cuestión de interés nacional fundamental. Frente a una India hostil, apoyada por los soviéticos y una presencia soviética en Afganistán, Pakistán se vio amenazada en dos frentes. Por lo tanto, implicarse profundamente con los jihadistas en Afganistán era esencial para Pakistán, debido a que los yihadistas atacaban a los soviéticos. Esto fue también beneficioso para Estados Unidos.
Después de la retirada soviética de Afganistán, Estados Unidos se volvió indiferente frente al futuro de Afganistán. Pakistán no puede ser indiferente. Se mantuvo muy involucrado con las fuerzas islamistas que habían derrotado a los soviéticos y gobernarían Afganistán y ayudó a facilitar el surgimiento de los talibanes como fuerza dominante en el país. Estados Unidos estuvo muy satisfecho con esto en la década de 1990 y aceptó el hecho de que la inteligencia paquistaní se había entrelazado no sólo con las fuerzas que lucharon contra los soviéticos sino también con los talibanes, que con el apoyo de Pakistán, ganaron la guerra civil que siguió a la derrota de la Unión Soviética.
Los organismos de inteligencia están tan influenciados por sus clientes como sus clientes están controlados por ellos. Consideremos a los cubanos anti-castristas de los años 1960 y 1970 y sus comienzos como un activo de la CIA y su fin como la más importante influencia de la política de Estados Unidos hacia Cuba. La Dirección Inter-Servicios de Inteligencia (ISI) paquistaní se entrelazó con sus clientes. A medida que la influencia de los elementos islamistas talibanes crecía en Afganistán el sentimiento se extendió a Pakistán, donde se desarrollaba un movimiento islamista con gran influencia en el gobierno y en los servicios de inteligencia.
El 11 de septiembre de 2001 plantea una profunda amenaza a Pakistán. Por un lado, Pakistán se encuentra con Estados Unidos en una situación de crisis, pidiendo el apoyo de Pakistán contra Al Qaeda y los talibanes. Por otro lado en Pakistán había un gran movimiento islámico hostil a Estados Unidos y los servicios de inteligencia de toda una generación habían estado íntimamente vinculados a los islamistas afganos, primero con el apoyo de Estados Unidos y a continuación con su indiferencia benigna. Estados Unidos exige involucrarse en estrechas relaciones de destrucción en Afganistán, apoyar la ocupación estadounidense en Afganistán y por lo tanto enfrentar la resistencia interna y las amenazas en Afganistán y Pakistán.
La solución de Pakistán fue la única que podría llegar a aplacar a Estados Unidos y a las fuerzas de Pakistán que no querían cooperar con Estados Unidos. Los paquistaníes mintieron. Para ser más precisos y justos hicieron todo lo que pudieron por Estados Unidos sin desestabilizar a Pakistán por completo, mientras parecían ser mucho más cooperativos con los americanos y mucho menos cooperativos con su pueblo. Como en cualquier estrategia de este tipo, el ISI e Islamabad se vieron involucrados en un acto masivo de equilibrio.
Estados Unidos y Pakistán tienen intereses nacionales ampliamente divergentes. Los Estados Unidos querían destruir a Al Qaeda sin importar el costo. Los paquistaníes querían evitar el colapso de su régimen a cualquier precio. Estos no eran objetivos compatibles. Al mismo tiempo Estados Unidos y Pakistán se necesitaban mutuamente. Estados Unidos no podría operar en Afganistán sin algún tipo de apoyo de Pakistán, desde el uso de las líneas de abastecimiento de Karachi, Karachi-Khyber y Karachi-Chaman hasta por lo menos algún tipo de colaboración en el intercambio de inteligencia, por lo menos sobre Al Qaeda. Para los paquistaníes era muy necesario el apoyo estadounidense frente a la India. Si los Estados Unidos simplemente se volcaban en favor de los indios, la posición de Pakistán quedaba en serio peligro.
Estados Unidos siempre fue consciente de los límites de la ayuda de Pakistán. La aceptó públicamente porque hacía aparecer a Pakistán como un aliado en un momento en que Estados Unidos estaba siendo atacado por el unilateralismo. La aceptó en privado porque no quería ver a un Pakistán desestabilizado. Los paquistaníes son conscientes de los límites de la tolerancia de Estados Unidos, por lo que ambos jugaron un juego.
Final de juego en Afganistán
Ese juego ya se está terminando, no porque Estados Unidos vigiló Pakistán y mató a bin Laden, sino porque es cada vez más evidente para Pakistán que Estados Unidos, tarde o temprano, retirará sus fuerzas de Afganistán. Esta conclusión se basa tres hechos. En primer lugar, Pakistán enfrenta un futuro de su frontera occidental con Afganistán sin una fuerza americana que lo apoye. Pakistán no quiere expulsar a los talibanes y no sólo por razones ideológicas. También se espera que los talibanes de Afganistán gobiernen a su debido tiempo. Con India en un costado, Pakistán necesita mantener sus vínculos con los talibanes con el fin de mantener su influencia en Afganistán y custodiar su flanco occidental. Cooperar con Estados Unidos es menos importante. En segundo lugar, Pakistán es consciente de que como Estados Unidos está retirándose, será necesario que Pakistán cubra su retirada estratégica. Afganistán no es Irak y dado que Estados Unidos se retira, estará en mayor peligro. Estados Unidos necesitan la influencia paquistaní. Por último, habrá una negociación con los talibanes y ciertos elementos de Pakistán, en particular el ISI, serán los intermediarios.
Los paquistaníes se preparan para el retiro estadounidense. Públicamente es importante que aparezcan como independientes e incluso hostiles a los norteamericanos con el fin de mantener su credibilidad interna. Hasta ahora varias facciones en Pakistán los denunciaron como lacayos de Estados Unidos. Si Estados Unidos se va, los paquistaníes no pueden permitirse el lujo de aparecer de esa manera. Hay cuestiones genuinas que separan los dos países, pero al final el espectáculo es tan importante como los temas. Las acusaciones de Estados Unidos de que el gobierno no ha cooperado con Estados Unidos en la lucha contra los islamistas es exactamente lo que el stablishment paquistaní necesita para pasar a la siguiente fase. El arresto público de fuentes de la CIA que ayudaron a Estados Unidos en la captura de Bin Laden también mejora esta nueva imagen.
Desde el punto de vista estadounidense la guerra en Afganistán y en otros lugares no ha sido un fracaso. No ha habido más ataques contra Estados Unidos del tipo del 9/11 y no ha sido porque Al Qaeda no lo haya intentado. La inteligencia y los servicios de seguridad de Estados Unidos, tras la torpeza de los primeros días, alcanzaron un éxito notable que se vio favorecido por la interrupción masiva de las operaciones militares de Al Qaeda en Estados Unidos. La medida del éxito militar es simple. Si el enemigo no puede golpear, el esfuerzo militar fue un éxito. Obviamente, no hay garantía de que Al Qaeda no se regenere o que no surja otro grupo, sino que una presencia permanente en Afganistán no afecta esa situación. Esto es particularmente cierto en las operaciones de franquicia de la base yemenita de Al Qaeda en la Península Arábiga que comienza a superar el ápice de edad de los líderes, tanto en términos de innovación operativa en las actividades transnacionales como en los fundamentos ideológicos de esos ataques.
Finalmente Estados Unidos se irá de Afganistán (con la posible excepción de algunas fuerzas residuales de operaciones especiales). Pakistán volverá a colocar a Afganistán en su esfera de influencia. Pakistán necesita el apoyo estadounidense frente a la India (ya que China no tiene la fuerza necesaria para apoyar a Pakistán en el Himalaya ni la marina de guerra para proteger la costa de Pakistán). Estados Unidos necesitará de Pakistán para hacer el trabajo básico de prevenir la formación de una nueva intercontinental de Al Qaeda. Reflexionando sobre los últimos 10 años, Pakistán ve que todo esto es su interés nacional. Estados Unidos utilizará a Pakistán para equilibrar la India, mientras mantiene estrechos lazos con la India.
Se representará una obra parecida al Haka neozelandés, que lanza terribles y amenazadores gestos uno al otro. Pero ahora que el concepto de contrainsurgencia quedó descartado según todos los indicios y un análisis militar renovado está en marcha, el guión está siendo reescrito y podemos empezar a ver cómo el final va tomando forma. Estados Unidos está furioso con Pakistán por su voluntad de proteger a los enemigos de Estados Unidos. Pakistán está furioso con los Estados Unidos por llevar a cabo ataques dentro de su territorio soberano. El final no interesa, se necesitan mutuamente. En los asuntos de la política internacional, gusto y disgusto no son categorías significativas y la intimidación y la traición no impide la cooperación. Los dos países se necesitan mutuamente más de lo que necesitan castigarse mutuamente. Las grandes amistades entre las naciones se construyen con menos que eso.
Los paquistaníes se preparan para el retiro estadounidense. Públicamente es importante que aparezcan como independientes e incluso hostiles a los norteamericanos con el fin de mantener su credibilidad interna. Hasta ahora varias facciones en Pakistán los denunciaron como lacayos de Estados Unidos. Si Estados Unidos se va, los paquistaníes no pueden permitirse el lujo de aparecer de esa manera. Hay cuestiones genuinas que separan los dos países, pero al final el espectáculo es tan importante como los temas. Las acusaciones de Estados Unidos de que el gobierno no ha cooperado con Estados Unidos en la lucha contra los islamistas es exactamente lo que el stablishment paquistaní necesita para pasar a la siguiente fase. El arresto público de fuentes de la CIA que ayudaron a Estados Unidos en la captura de Bin Laden también mejora esta nueva imagen.
Desde el punto de vista estadounidense la guerra en Afganistán y en otros lugares no ha sido un fracaso. No ha habido más ataques contra Estados Unidos del tipo del 9/11 y no ha sido porque Al Qaeda no lo haya intentado. La inteligencia y los servicios de seguridad de Estados Unidos, tras la torpeza de los primeros días, alcanzaron un éxito notable que se vio favorecido por la interrupción masiva de las operaciones militares de Al Qaeda en Estados Unidos. La medida del éxito militar es simple. Si el enemigo no puede golpear, el esfuerzo militar fue un éxito. Obviamente, no hay garantía de que Al Qaeda no se regenere o que no surja otro grupo, sino que una presencia permanente en Afganistán no afecta esa situación. Esto es particularmente cierto en las operaciones de franquicia de la base yemenita de Al Qaeda en la Península Arábiga que comienza a superar el ápice de edad de los líderes, tanto en términos de innovación operativa en las actividades transnacionales como en los fundamentos ideológicos de esos ataques.
Finalmente Estados Unidos se irá de Afganistán (con la posible excepción de algunas fuerzas residuales de operaciones especiales). Pakistán volverá a colocar a Afganistán en su esfera de influencia. Pakistán necesita el apoyo estadounidense frente a la India (ya que China no tiene la fuerza necesaria para apoyar a Pakistán en el Himalaya ni la marina de guerra para proteger la costa de Pakistán). Estados Unidos necesitará de Pakistán para hacer el trabajo básico de prevenir la formación de una nueva intercontinental de Al Qaeda. Reflexionando sobre los últimos 10 años, Pakistán ve que todo esto es su interés nacional. Estados Unidos utilizará a Pakistán para equilibrar la India, mientras mantiene estrechos lazos con la India.
Se representará una obra parecida al Haka neozelandés, que lanza terribles y amenazadores gestos uno al otro. Pero ahora que el concepto de contrainsurgencia quedó descartado según todos los indicios y un análisis militar renovado está en marcha, el guión está siendo reescrito y podemos empezar a ver cómo el final va tomando forma. Estados Unidos está furioso con Pakistán por su voluntad de proteger a los enemigos de Estados Unidos. Pakistán está furioso con los Estados Unidos por llevar a cabo ataques dentro de su territorio soberano. El final no interesa, se necesitan mutuamente. En los asuntos de la política internacional, gusto y disgusto no son categorías significativas y la intimidación y la traición no impide la cooperación. Los dos países se necesitan mutuamente más de lo que necesitan castigarse mutuamente. Las grandes amistades entre las naciones se construyen con menos que eso.
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