La guerra en Libia y la crisis de la Unión Europea
Por Peter Schwarz
01 de junio 2011
Consecuencias de la crisis financiera internacional
Todas las cifras dadas hasta ahora se refieren al período anterior al estallido de la crisis financiera internacional en 2008, crisis que es un punto histórico de inflexión. Todas las contradicciones económicas que se habían reunido bajo la superficie se vieron obligadas a salir a la luz pública produciendo grandes conmociones políticas y sociales con implicancias revolucionarias. Al igual que en los períodos previos a la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento de los conflictos inter-imperialistas se acompaña de un ataque contra la clase obrera.
Incluso antes de la crisis los niveles de vida de la clase trabajadora se habían estancado y los sistemas de seguridad social fueron sistemáticamente desmantelados. En Europa oriental la restauración del capitalismo ha tenido consecuencias catastróficas. Nada queda de la educación relativamente eficiente y de los sistemas de salud. Aunque los niveles de precios se ajustan rápidamente a los de Europa occidental, los trabajadores y empleados en algunos casos sólo ganan una décima parte de los salarios pagados en occidente.
La estadística siguiente muestra el ingreso promedio anual de un empleado a tiempo completo en una empresa con diez empleados o más en 2006. Los sueldos oscilan entre € 43.000 en Dinamarca y € 1.900 en Bulgaria. Así, un trabajador búlgaro gana veinte veces menos que su colega danés. Grecia y España son un punto intermedio, con 20.000 €. Esto es menos de la mitad de un salario danés, pero aún diez veces más que un salario de Bulgaria.
A raíz de la crisis financiera internacional, los ataques a las normas de vida de los trabajadores están tomando formas devastadoras. Los billones que se les dieron a los bancos para cubrir sus pérdidas especulativas se están recuperando a expensas de la clase obrera. Este proceso comienza en la periferia de Europa y avanza hacia el centro.
Hungría, Rumania, Grecia, Irlanda y Portugal ya están sujetos a medidas de austeridad del FMI que están bajando los estándares de vida de la población en un 20 a 30%, elevando los precios por las nubes debido a los aumentos de los impuestos al valor agregado y diezmando al sector público con reducciones de empleo y recortes financieros. La vida se está volviendo literalmente insoportable en estos países ya pobres.
En Grecia el gobierno de Papandreu ha anunciado otro programa de austeridad después que los dos primeros ya bajaron el nivel de vida de la población en un 30%. Portugal tiene que realizar un programa de austeridad similar después de pedir apoyo financiero a la UE y al FMI.
En el Reino Unido, el gobierno de Cameron ha aprobado un programa de austeridad que diezma el sistema de salud pública, la educación gratuita y otros logros de la clase obrera británica.
En Alemania y Francia, los ataques sociales se concentran en el aumento de la edad de jubilación más una mayor flexibilidad del mercado laboral con cada vez mayor presión sobre los beneficiarios de la asistencia social y expandiendo la mano de obra barata. Pero allí no termina todo.
En 1923 Trotsky describe a Europa como una casa de locos que se desgarra y se fractura, exhausta, desorganizada y balcanizada. Una vez más en la actualidad estas tendencias se hacen dominantes. Los días en que la economía exportadora alemana se beneficiaba del euro, mientras que los países más pobres obtenían acceso a préstamos baratos y por lo menos daba la impresión de cierta riqueza económica, han terminado. La clase dominante está dando la espalda a su proyecto de una Europa unida y está persiguiendo agresivamente los intereses nacionales. Como resultado del proceso los costos de la crisis económica y la militarización creciente se imponen a la clase obrera.
Dentro de las elites gobernantes de Alemania y otros países del norte de Europa crece el número de voces que afirman que el euro es demasiado caro y la moneda única debe ser abolida, cuanto antes mejor. La opinión de que la moneda única debe limitarse a un pequeño número de países del norte de Europa que era el punto de vista de una franja de pocos individuos como Hans-Olaf Henkel en su libro “Salvar nuestro dinero”, está ganando apoyo. Los partidos populistas de derecha como el True Finns o el Frente Nacional en Francia, que se agitan en contra de la UE y el euro, están cobrando impulso con el apoyo de los medios de comunicación. En Alemania, los populistas de derecha como Henkel y Thilo Sarrazin han expresado una plataforma pública en numerosos programas de entrevistas.
Los conflictos centrales se están desarrollando entre Alemania y Francia sobre la forma del Mecanismo Financiero de Estabilización. Mientras que Alemania está a favor de un proceso de reestructuración de la deuda, que podría dejar a Grecia fuera del crédito privado y conducir a un colapso de su sector bancario, Francia rechaza vehementemente este camino, por temor a verse afectada.
La renuncia al euro va acompañada de una reorientación de las políticas económica y exterior. No hay datos completos disponibles hasta ahora, pero algunas tendencias son evidentes.
En 2009, las exportaciones alemanas disminuyeron un 19% como consecuencia de la crisis económica. En 2010 se recuperaron las pérdidas y casi se alcanzó la cifra récord de 2008. Pero mientras que las exportaciones en la zona euro aumentaron sólo un 14% y se mantuvieron en un nivel inferior al de antes de la crisis, las exportaciones alemanas a China aumentaron en un 44% y a Rusia en un 28%.
Alemania también está ampliando el ámbito de la inversión extranjera directa más allá de Europa. Esta es una de las razones por las disputas sobre la guerra contra Libia. Esta guerra se libra no sólo por el petróleo, sino también para los mercados de exportación, las exportaciones de capital y la supresión de las revoluciones en la región árabe. El regreso de Francia, Gran Bretaña e Italia a una política colonial agresiva debe ser considerado en este contexto. En vista de la crisis la Unión Europea está volviendo a los métodos tradicionales que en el pasado les dio la ventaja sobre su rival alemán.
En asuntos militares Gran Bretaña y Francia siguen siendo superiores. Alemania invierte sólo el 1.3% de su PIB en gastos militares. Francia gasta un 1.6% y Gran Bretaña el 2.8%, más del doble. Ambos países, sin embargo, son pequeños comparados con Estados Unidos, que invierte casi el 5% de su PIB en gastos militares.
Como sucedió en 1890 cuando Alemania se sentía "aislada" en todos los lados, debe buscar otros medios y maneras de defender sus intereses. Una re-orientación de la política exterior es tan inevitable como un mayor papel del ejército alemán. Ambos objetivos, sin embargo, no pueden llevarse a cabo sin conflictos internos y crisis.
La crisis política en Europa
Los cambios en Europa han dado lugar a una profunda crisis en todos los partidos burgueses. Como las clases medias se alejan, la base social de los llamados "partidos populares" se está desintegrando y la reorientación de la política exterior y económica inevitablemente está causando tensiones políticas. Los gobiernos conservadores de Francia, Alemania e Italia están en profunda crisis. Si las elecciones fueran inminentes, es poco probable que puedan mantenerse en el poder.
Hasta ahora, las clases dominantes fueron capaces de dominar esta crisis, porque la clase obrera no tiene un liderazgo independiente ni un punto de vista político. Desde mediados de la década de 1990, han asegurado su dominio basándose principalmente en los partidos socialdemócratas y en los sindicatos: en el Nuevo Laborismo de Tony Blair en el Reino Unido, en Schröder y la coalición de la SPD de Fischer con el Partido Verde en Alemania, la administración de Jospin en Francia y la de Prodi en Italia. Como resultado de este proceso, los socialdemócratas se han desacreditado y no volvieron a recuperarse.
Desde entonces, la burguesía ha recurrido cada vez más a las antiguas fuerzas de izquierda y la pequeña burguesía para mantener la clase obrera bajo control y evitar un movimiento revolucionario independiente. Los pablistas franceses, que fueron capaces de beneficiarse de la caída del Partido Socialista y lograr un éxito significativo en las elecciones, están jugando un papel clave en este sentido. Reaccionaron a su "éxito" con la ruptura de toda relación formal con el trotskismo y la fundación del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), que funciona cada vez más abiertamente como un partido burgués pro-imperialista. El NPA ha desempeñado un papel vital en la supresión del movimiento huelguístico contra Sarkozy y en la actualidad justifica la guerra de la OTAN contra Libia.
En Alemania, un papel similar es desempeñado por el Partido de Izquierda, fundado por los socialdemócratas, los dirigentes sindicales y los ex-estalinistas para detener el declive de la social democracia. Ha convocado a sus filas a todos los radicales de la pequeña burguesía.
Mientras tanto, la putrefacción de la política burguesa ha llegado a un punto en el que los movimientos derechistas y fascistas pueden prosperar. En Francia, las encuestas dan más apoyo al Frente Nacional que a la UMP de Sarkozy. En Finlandia, el True Finns obtuvo la quinta parte de los votos en las últimas elecciones. En Hungría, el gobernante Fidesz está reviviendo las tradiciones autoritarias del régimen de Horthy. En Italia, Austria, Dinamarca, los Países Bajos y Suiza, los partidos populistas de derecha también están desempeñando un papel importante.
Ellos deben su éxito al hecho de que la burguesía de "izquierda" y de "extrema izquierda" ha girado mucho a la derecha y ha permitido a la ultra-derecha manipular la creciente ola de protesta social. Marine Le Pen, por ejemplo, que se hizo cargo de la dirección del Frente Nacional de su padre Jean-Marie Le Pen en enero, ha girado su enfoque hacia los asuntos sociales, y según algunas encuestas ha ganado el apoyo de algunos sectores de trabajadores.
Al mismo tiempo la ultra-derecha recibe un importante apoyo de los medios de comunicación y de los partidos burgueses tradicionales. Preparan el camino para esos movimientos mediante la adopción de programas anti-extranjeros o mediante la colaboración directa. En Francia la islamofobia y la xenofobia son la política oficial del gobierno mientras que decisiones tales como la prohibición del velo en las escuelas y el burka son apoyadas a su vez por los llamados “izquierdistas”. Una facción de la gobernante UMP defiende una alianza electoral con el Frente Nacional.
Para la clase obrera este apoyo de la extrema derecha debe ser una advertencia. La voluntad de la burguesía de utilizar métodos fascistas para suprimir a la clase trabajadora es cada vez mayor.
En Alemania también ha habido campañas deliberadas encaminadas a respaldar la xenofobia y el racismo. Un ejemplo es la amplia plataforma proporcionada por los medios de comunicación para Thilo Sarrazin para expresar su suciedad racista. La principal fuente de apoyo de Sarrazin proviene de un sector pudiente de la clase media. Pero en la actualidad otro proceso político es predominante: el ascenso del Partido Verde.
Las raíces políticas de los Verdes se encuentran en el movimiento de protesta de los años sesenta y setenta. En este sentido hay un paralelismo con los ex-izquierdistas franceses, a pesar de los Verdes ya se habían convertido en un partido abiertamente imperialista en la década de 1990. Como partido de gobierno en su momento, jugaron un papel decisivo en la reactivación del militarismo alemán y en la aplicación de la Agenda 2010, en el apoyo al canciller socialdemócrata Gerhard Schröder en contra de la oposición interior de su propio partido. Ahora, en las condiciones de una crisis general de todos los otros partidos burgueses, son necesarios para movilizar a las capas pequeño-burguesas contra la clase obrera. Este es el contenido de su programa, que combina fragmentos de la ecología, la identidad y la política alternativa con la austeridad fiscal estricta.
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