martes, 21 de junio de 2011

TURQUÍA QUIERE VOLVER A SER LA "SUBLIME PUERTA". SEGUNDA PARTE

Ankara, tenemos un problema
21 de junio 2011 | 0416 GMT

El presidente sirio, Bashar al Assad pronunció un discurso largo y sin incidentes el lunes 20 de junio, durante el cual dividió las protestas de la sociedad siria en tres categorías: los buenos, los criminales y los salafistas. Assad afirmó que la inestabilidad causada por los últimos dos grupos era culpable de la demora en la implementación de las reformas. En lugar de prometer reformas concretas que le han sido sugeridas por los turcos, el presidente sirio subrayó que la seguridad era lo primero, al tratar de presentarse como un mediador neutral entre la población y las fuerzas de seguridad. No es sorprendente que el discurso haya caído en oídos sordos no sólo en Siria sino también en la capital turca de Ankara, donde el gobierno dejó mostrar su creciente impaciencia y le dijo al presidente sirio, una vez más, que no está haciendo lo suficiente para satisfacer las demandas de su pueblo.
Con más de 10.000 refugiados sirios desplazándose a través de la frontera con Turquía para escapar al cerco del ejército, la situación en Siria es sin duda cada vez más desesperante. Sin embargo todavía no hemos visto las banderas rojas que indican que el régimen de al-Assad se encuentra en peligro inminente de colapso. Las razones son bastante sencillas. El clan al Assad pertenece a la minoría alauita de Siria que sólo hace 40 años vivía bajo el yugo de la mayoritaria población sunita del país. Cuatro décadas en el poder no es mucho tiempo y la venganza es una fuerza poderosa en esta parte del mundo. Los alauitas entienden que se enfrentan a una crisis existencial. Si permiten que su control sobre el sistema político dominado por el partido Baath y sobre todo por los militares, se suavice ligeramente, probablemente se conviertan en el principal blanco de una campaña sunita de venganza con el objetivo de que los alauitas vuelvan a su condición servil. Esto puede explicar por qué al Assad sintió la necesidad de que su discurso haga hincapié en que su gobierno minoritario no tomaría "venganza" contra aquellos que están detrás de las protestas.
Turquía está comprensiblemente nerviosa respecto a lo que está sucediendo en la vecina Siria. Ankara prefiere una Siria gobernada por un régimen sunita estable, especialmente uno que se dirigiera al gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Turquía en busca de orientación política. Sin embargo, los turcos ven que el liderazgo alauí no dejará el poder sin una lucha larga y sangrienta. Recrear un modelo de esfera de influencia turco-suní en el Levante puede ser un objetivo a largo plazo de Ankara, pero el gobierno turco no está dispuestos a pagar el costo a corto plazo de una guerra civil en Siria propagándose a través de las fronteras turcas.
Turquía ha abordado hasta ahora este dilema principalmente a través de la retórica, mediante la emisión de discursos airados contra los dirigentes sirios, mientras flota la idea de una zona de amortiguamiento militar para los refugiados de Siria. Durante un tiempo, mientras asumió el rol de disciplinador regional el AKP jugó bien la estrategia de relaciones públicas que retrató a Turquía como un modelo para la primavera árabe y como si fuera el mediador que diera salida a los problemas del Medio Oriente. Pero cuanto más se desestabiliza Siria y hace cada vez más caso omiso a las demandas de Ankara, Turquía corre el riesgo de aparecer más impotente.
Es probable que la crisis en Siria dé lugar a un reajuste de la política exterior turca. El arquitecto de la política exterior de Turquía, el ministro de Relaciones Exteriores Ahmet Davutoglu acuñó la frase "cero problemas con los vecinos" para describir el principio rector de las interacciones de Turquía con los regímenes de sus alrededores. Turquía, obviamente, tiene un problema que no es pequeño con el liderazgo de Siria. Cada vez es más evidente que Turquía aún no tiene los elementos necesarios para hacer frente a Siria, más allá de la emisión de una censura retórica. Establecer una zona de tapón militar como refugio seguro para los refugiados sirios no sólo requeriría un mandato internacional sino que implica que las tropas turcas ocupen territorio extranjero, lo que probablemente encenderá la alarma entre los árabes que ya sospechan que Turquía alberga una llamada agenda neo-otomana. El ferviente apoyo de Turquía a los rebeldes libios opositores a Muamar Gadafi y el respaldo social a las fuerzas de la oposición siria ya han puesto nerviosos a los regímenes monárquicos árabes que están tratando de socavar los efectos de la primavera árabe y cada vez desconfían más de las intenciones de Turquía.
Además cualquier movimiento de Turquía tratando de facilitar la caída del régimen de al-Assad, indudablemente podría crear problemas con Irán, un vecino de Turquía que ha tomado grandes recaudos para evitar que la situación se agrave. Irán depende en gran medida del régimen alauita en Siria para mantener un equilibrio en el Levante a través de grupos como Hezbolá en el Líbano y la Jihad Islámica en Palestina y Hamas en la Franja de Gaza. El regreso de los sunitas al control de Siria echaría por tierra uno de los pilares clave de la estrategia de disuasión de Irán y podemos esperar que Irán está haciendo todo lo posible para minar los esfuerzos de las fuerzas de oposición de Siria que buscan apoyo de Ankara. Hasta el momento Turquía ha evitado la confrontación con Irán mientras trabaja en silencio para crear un contrapeso sunita frente al chiísmo iraquí respaldado por Irán frente a una inminente retirada de los Estados Unidos. Un vacío de poder en Siria, ocupado por los sunitas respaldados por Turquía, reforzaría un naciente enfrentamiento entre Irán y Turquía, con profundas bases geopolíticas.
Las naciones no tienen amigos, tienen intereses. Y Turquía, un país históricamente influyente montado sobre una de las piezas geopolíticas más complejas del mundo, ahora está encontrando que una política exterior basada en evitar problemas con los vecinos choca con la realidad. Como esto era inevitable resulta interesante la edición del lunes del Today’s Zaman, un periódico en idioma inglés leal al movimiento de Fethullah Gülen que apoya firmemente al gobernante AKP. Dos editoriales de la publicación del lunes sostuvieron que la crisis siria ha expuesto la muerte de la política turca de "cero problemas con los vecinos".
El hecho de que esta idea se está introduciendo en el discurso público revela no sólo el debate interno de Turquía sobre este tema, sino también el mensaje que Ankara podría estar tratando de enviar a los Estados Unidos y a otros países: necesita tiempo para desarrollar los medios para influir en forma significativa sobre su entorno. Estados Unidos quiere que Turquía le ayude a soportar la carga de la gestión del Medio Oriente ya que pretende sacar a sus militares de Irak. Washington necesita desarrollar un contrapeso a Irán, un papel que históricamente ha ocupado Turquía. Esto, obviamente, presenta un conflicto de intereses: Washington está tratando de impulsar a Turquía a un papel para el que no está preparado y Turquía está tratando de resolver sus dolores de crecimiento mientras aparecen otros actores influyentes desde el exterior. La evolución de Turquía será muy difícil e incómoda, pero esto no debería ser una sorpresa. La política de "cero problemas con los vecinos" ha funcionado bien en Turquía a principios de este siglo, cuando salió de su caparazón interno pero teniendo cuidado de evitar ser visto como una potencia emergente con intereses imperiales. Tras una década de conflicto regional, Turquía encuentra que los problemas con los vecinos no sólo son inevitables sino que incluso pueden ser necesarios para que el Estado turco redefina sus intereses fundamentales.

 

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