Ibrahim Ibrahim Alloush y Mohamed Abu Nasr
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La administración Obama, por un lado, y la administración de Netanyahu y algunos sectores del lobby sionista estadounidenses, por otro, están viviendo una gran paradoja. Ahora, algunos sectores claves de la élite gobernante de EE.UU. se han dado cuenta de que los esfuerzos estadounidenses de Bush hijo y los neo-conservadores durante la pasada década en la región árabe y el mundo musulmán han acabado con un ascenso de las fuerzas internacionales de la competencia, como China, Rusia, India y Brasil, que ahora representan una grave amenaza a la hegemonía de Europa y EE.UU. a nivel mundial.
De ahí viene la transformación que, durante la administración de Obama, ha sufrido la «guerra contra el terrorismo», la cual tenía como objetivo principal a árabes, musulmanes y movimientos islamistas yihadistas. Ahora, hablamos de luchar por el entendimiento con los islamistas moderados, como los llama EE.UU., todo en un esfuerzo para enfrentarse al reto que suponen Rusia, China, América Latina, etc., algo tremendamente molesto para la derecha sionista radical dentro de los EE.UU. y para todo ente sionista.Esto no significa, en ningún caso, que esta nueva dirección de la administración americana no esté encontrando obstáculos en su camino, ya que tiene que forcejear con los centros de poder dentro de la élite gobernante estadounidense para poder imponer su punto de vista, el mismo que favorece a sus intereses. Al final, estamos hablando de un combate dentro de una misma familia, en ningún caso de la ruptura de la relación orgánica que existe entre el imperio estadounidense, por un lado, y el movimiento sionista, por otro. Éste último no sólo ejerce su fuerza a través del lobby judío en ambas cámaras, el parlamento y el senado, sino que está plenamente integrado en la estructura de la élite gobernante del EE.UU., en sus esferas económica, cultural y política. Aquí hay que ser conscientes de que, dentro de los judíos de EE.UU., hay sectores que se adhieren a la nueva o a la vieja dirección, como veremos dentro de poco, lo que traslada este intenso conflicto hacia el interior del mismo movimiento sionista.
La clave radica en que el mundo ha vuelto a la guerra fría bajo otra forma. Hay un conflicto alrededor del corazón del mundo, un conflicto cuyo centro está hoy día en Asia central, el paso entre Asia y Europa. Según un gran número de expertos en geografía política, quien controle la zona euroasiática controlará el mundo. En estos momentos, el conflicto se está produciendo entre Rusia y China, por un lado, y entre los EE.UU. y la OTAN por el otro.
La alianza entre Rusia y China, así como sus esfuerzos por hacerle frente a EE.UU. y a sus aliados y por extender su influencia en el corazón de Asia, viene representada por la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), que en hace poco se reunió en Astaná, Kazajstán. La OCS incluye, además de Rusia y China, cuatro países de Asia Central: Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán. Rusia y China se afanan por incluir a India y a Pakistán en la OCS, mientras que ésta ya cuenta con otros miembros en calidad de observadores, entre ellos Irán.
Los periódicos extranjeros están rebosando de estudios y artículos sobre el regreso de la guerra fría bajo una forma nueva. El veterano diplomático indio M. K. Bhadrakumar publicó un artículo en el sitio Asia Times el 7 de junio de 2011 con el título: «US breathes life into a new cold war» [EE.UU. inspira una nueva guerra fría]. En él, se centra en la política energética y la lucha que se está produciendo en el corazón del mundo entre la OCS y la OTAN. Porque la lucha por Asia central no es sólo una cuestión geográfica y política, sino de petróleo y gas, la riqueza energética que inunda Asia central.
El artículo de Bhadrakumar trata algunas de las líneas generales de la estrategia actual de EE.UU., centrada en Asia central, que tratan de torpedear la alianza entre China y Rusia, así como hacer un llamamiento para que la India pase a ocupar un lugar central en la OCS, conteniendo así las ambiciones imperialistas estadounidenses en Asia central. Existe un sentimiento generalizado entre muchos de los escritores y analistas de los países emergentes de que desestabilizar a Rusia, China, India, América Latina y los países que mantienen su independencia del imperialismo, aun con todos sus peros, beneficia al imperialismo americano exclusivamente, y a sus empeños por fortalecer su control sobre el mundo. Desde ese ángulo hay que revisar el apoyo imperialista de EE.UU. y Europa a lo que han llamado «la primavera árabe», y a la forma de su intervención, ya sea militar, económica, o de cualquier otra forma.
En su artículo, Bhadrakumar añade que una de las prioridades más importantes de EE.UU. en este periodo ha sido acabar con la creciente dependencia de Europa occidental respecto a las exportaciones de energía desde Rusia. Aunque Bhadrakumar no lo mencione, podemos concluir que esta orientación es el contexto de la guerra de la OTAN en Libia. EE.UU. dejó la dirección de esta guerra en mano de los europeos esta vez para asegurarse de que Europa pudiera desplegar sus tentáculos sobre Libia y sus recursos energéticos, consiguiendo así mejores condiciones de negocio, además de una fuente alternativa o paralela al suministro de petróleo y gas rusos hacia Europa. Esto deja a Europa occidental en una posición más firme de cara a Rusia.
En lo que respecta a Siria, Bhadrakumar apunta a que la lucha por controlarla forma parte del nuevo conflicto mundial, en el que Rusia intenta volver al levante árabe a través de Siria, reconstruyendo sus bases militares en Latakia y Tartús y suministrándole a Siria armas punteras, como hizo ya con India. Podemos concluir también que la intervención de Turquía, uno de los miembros clásicos de la OTAN, forma parte de la misma lucha internacional por bloquear lo que la OTAN considera una tentativa rusa por infiltrase en la zona.
Bhadrakumar observa que los EE.UU. promueve un mercado europeo único para la energía, en vez de mercados nacionales separados, lo que coloca a Europa en una posición más fuerte de cara a Rusia, la cual intenta firmar acuerdos sobre el petróleo y el gas con todos los estados de Europa occidental por separado... y todo al mismo tiempo que EE.UU. se esfuerza por separarse de todos los países que no forman parte de la OTAN. Es señalado, por ejemplo, el caso de Alemania, que ha decidido cerrar todas sus centrales nucleares en la próxima década y sustituirlas por energía importada desde Rusia.
Por último, y más allá de la existencia de un sector entre los judíos estadounidenses —y no sólo entre los neo-conservadores de antes— que han adoptado la estrategia de la vuelta a la guerra fría como substituta de la «guerra contra el terrorismo», como mencioné al principio, es digno observación el que los dos estrategas mencionados por Bhadrakumar en su artículo sean judíos sionistas: Richard Morningstar y Ariel Cohen. Si esta orientación pasa a predominar en el movimiento sionista mundial, puede que el ente sionista experimente algunos cambios, como la vuelta al poder de políticos sionistas más dispuestos a involucrarse con el asunto de los asentamientos, en vez de la arrogancia del grupo condescendiente que lideran Lieberman y Netanyahu —en estos momentos un verdadero problema para la política exterior estadounidense. Esto no quiere decir, ni por asomo, que el ente sionista vaya a renunciar a su sionicididad ni a sus constantes, claro está. Sin embargo, puede que haga algunas pequeñas concesiones para fortalecer a los «árabes moderados», según la visión de la administración estadounidense, lo que se convertiría en el mayor peligro de los opositores a los árabes.
Lo que sigue es una traducción de algunos extractos del artículo de Bhadrakumar:
«Los EEUU también están resurgiendo tal como eran. Hay una actividad frenética con la que tratan de recuperar el tiempo perdido: una intervención «unilateral» en Libia; el despliegue de un escuadrón de aviones F-16 en Polonia; el establecimiento de bases militares en Rumania; la resurrección de los planes de la era de George W. Bush para instalar un sistema de defensa anti-misiles en Europa central; el resurgimiento de la entente cordiale entre los «nuevos europeos»; la amenaza de una «intervención humanitaria» en Siria; el volver a hablar de una acción militar contra Irán; el empuje dado a una presencia militar a largo plazo en Iraq y Afganistán; el nuevo intento de expandir la OTAN hacia Asia central; la violación de la soberanía territorial de Pakistán; la amenaza de un cambio de régimen en Sri Lanka; y el anuncio de la semana pasada del despliegue de barcos de combate ligeros en Singapur.
«Todo esto ha ocurrido en cien días. Así mismo, que se reviviera el gran juego del mar Caspio ha sido inevitable también. Después de la inexplicable hibernación por la que pasó desde la salida de Bush de la presidencia a principios de 2009, Richard Morningstar, el enviado especial de EE.UU. para la energía euroasiática, ha vuelto al terreno de juego.
«Si de sus declaraciones en la sesión que llevó a cabo el Comité Nacional de Asuntos Exteriores estadounidense la semana pasada se puede sacar algún mensaje, este sería que el orden del día esencial de la política energética euroasiática sigue siendo la misma, esto es, plantarle cara al potencial que tiene Rusia de utilizar sus amplias reservas para exportarlas y así re-emerger como una gran potencia en el escenario mundial.
«La agenda geopolítica de la estrategia energética de los EE.UU. fue pormenorizada gracias a la franqueza que caracteriza al experto en Rusia, Ariel Cohen. Puede que no haya nada radicalmente nuevo, pero sin embargo merece al pena repetirlo, como telón de fondo de las declaraciones de Morningstar.
El Kremlin ve a la energía como una herramienta para lograr una política exterior más firme.
El nivel de dependencia energética de Europa con respecto a Rusia es inaceptablemente alto.
Rusia intenta excluir a los EE.UU. de los mercados energéticos de Asia central y el Caspio.
Rusia está utilizando la energía para reencontrarse con India, el sudeste asiático, Oriente Próximo, África y América Latina.
Rusia está obligando a los países vecinos a exportar su energía a través de su red de gaseoductos.
La ausencia de un «estado de derecho» hace imposible que las compañías europeas entren en el sector energético ruso.
Rusia sigue sin estar interesada en crear lazos comerciales energéticos con EE.UU.
«Cohen destripó la estrategia geopolítica con candidez* Primero, está planeado que la demanda europea de energía crezca, lo que podría traer una mayor dependencia energética de Rusia, con profundas implicaciones para los lazos entre Moscú y Europa.
«En resumen, EE.UU. teme que Moscú vaya a explotar los crecientes lazos en el mercado de la energía para dar más estabilidad a sus relaciones con los países de Europa del este, lo que podría debilitar el espíritu euro-atlántico, al mismo tiempo que incrementaría el desgaste que sufre el liderazgo trasatlántico de EE.UU.
«Segundo, Alemania ha adoptado una decisión estratégica de abandonar la energía nuclear para, en su lugar, aumentar sus importaciones desde Rusia. Desde el punto de vista estadounidense, las crecientes relaciones germano-rusas no sólo traen ecos históricos de gran resonancia y significación para la seguridad europea, sino que podrían llegar a debilitar la unidad de Europa y los cimientos de la misma OTAN, liderada por EE.UU. y que constituye su principal instrumento para conseguir sus estrategias globales.
«Tercero, Rusia pasar de ser un mero exportador de energía hacia Europa para adoptar también un papel activo en el sistema de distribución y de venta minorista de energía. Europa puede encontrarse, al final, "teniendo que tomar una difícil decisión entre el coste y la estabilidad de los suministros energéticos, poniéndose del lado de EE.UU. en los asuntos claves".
«Sin embargo, Cohen anticipa: "Con la subida del precio del petróleo, es fácil que veamos la arrogancia de Rusia". ¿Qué quiere decir con "arrogancia"? En términos geopolíticos, significa una Rusia más impositiva en la política mundial. Cohen mencionó el nombre de India más de una vez como una fuente de preocupación para los EE.UU.».
Nos bastan estos extractos del artículo de Bhadrakumar para esclarecer algunos puntos del contexto del ataque de la OTAN a Libia. A las otras partes del artículo deberemos volver cuando encontremos oportunidad para ello. Bhadrakumar publicó este artículo que hemos traducido en la web del Asia Times para tratar de explicar la retirada de Medvedev en el G-8 en Francia en la cumbre sobre Libia, y sobre cómo esto terminó en un problema entre China y Rusia.
En conclusión, tanto Rusia como China han invertido sobremanera en el oeste de Libia, inversiones que no dejarán en manos de Francia y el Reino Unido. Si Rusia ve que Libia estuviera a punto de dividirse, o de ser ocupada, no querría salirse del juego en la segunda etapa, como una gran potencia. Sin embargo, esto no quiere decir que la lucha con Rusia y China vaya a terminar pronto.
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