Año 3. Edición número 157. Domingo 22 de mayo de 2011
Laureano Barrera
lesahumanidad@miradasalsur.com
Ocho represores fueron condenados a prisión perpetua por la masacre de 22 militantes, ocurrida en Chaco en 1976.
La orden secreta tenía un número, el 4.000/76; una fecha, 11 de diciembre de 1976, y una firma, la del general Cristino Nicolaides: las exactas coordenadas de la muerte en la Masacre de Margarita Belén. La propaganda militar lo presentó como un enfrentamiento desatado cuando “subversivos” asaltaron el convoy, a cargo del mayor Athos Renes, que trasladaba presos revoltosos desde Chaco a Formosa. Los prisioneros y asaltantes murieron con balazos en la nuca y no hubo bajas del bando contrario. La farsa quedó al descubierto en la sentencia del juicio a las juntas militares: había sido un fusilamiento masivo, liso y llano.La noche del 13, los militantes fueron torturados casi hasta la muerte y llevados en dos camiones del Ejército hasta el paraje de Margarita Belén, donde fueron ejecutados. De los 22 –en su mayoría peronistas, varios ligados a las combativas Ligas Agrarias–, cinco fusilados siguen siendo anónimos. Cuatro siguen prófugos, el eufemismo impúdico de la desaparición. Varios cadáveres fueron negados y finalmente entregados en cajones de madera ordinaria, con la orden expresa de no abrirlos. De ni siquiera poder llorarlos. Como en Trelew, como la Unidad 9 de La Plata, pegaban el zarpazo. A hombres y mujeres. Esta vez, entre ellos, estaba el Flaco Néstor Sala.
El Flaco y Mirta
Domingo a las cinco de la tarde del 12 de diciembre de 1976, en la prisión regional del norte U7. Las autoridades avisan de un traslado para esa noche. Néstor Sala, su metro noventa erguido sobre una mesada, grita:–Compañeros, voy a decir algo duro. No tenemos fuerzas para resistir. El precio a pagar puede ser más alto que el grupo de compañeros a los que han de trasladarnos.
Sus compañeros no están de acuerdo, quieren tomar el pabellón. Los camiones del Ejército rodean el Penal, los milicos se salen de la vaina por reprimir y los penitenciarios amenazan con dejarlos entrar. Sala insiste:
–Compañeros, no hagamos locuras. Midamos nuestra fuerza sin echar por la borda lo conquistado. Hay que salvar al conjunto.
Algunos, en las celdas que rodean el hall, empiezan a llorar. El Flaco ha predicho su muerte a los 33 años, como Evita y el Che, y su última voluntad ha sido que lo dejen hablar. Pide que les cuenten a sus hijos por qué murieron, habla para la posteridad:
–Vamos a demostrarles que también sabemos morir con honor. Les prometemos, compañeros, que vamos a caer peleando. Yo solamente les pido que cuando nos lleven, ustedes canten fuerte la marchita.
Y así sucede. Según el poema de Jorge Falcone que recrea ese último acto, los que quedan despiden con una ceremonia peronista a los 13 reclusos marcados para morir. El celador que saca al Flaco del calabozo también llora: le pide perdón por acatar órdenes de su capitán.
Esa noche el penal es un infierno. Hay baile y requisa feroz para todos. Las autoridades militares ordenan que estuvieran en “condiciones” para el traslado, lo que se traduce en tortura sin límite. Al Flaco lo cargan inerme en uno de los camiones.
Atrás quedan los momentos felices de su infancia en Ezpeleta, de la cuna proletaria, del centro de estudiantes en Arquitectura de La Plata con el Flaco Klein. De la peña del ’69, para recaudar fondos para un entierro, en la que se conocieron con Mirta Clara: el cuadro Montonero, sobreviviente de cuatro cárceles y ocho años de cautiverio, batalladora incansable en democracia y una de las cinco candidatas argentinas en 2005, entre mil mujeres del mundo, al Premio Nobel de la Paz, que era entonces la joven que vendía vino en la barra. Se esfuma la militancia en FAP y los meses venturosos de primavera camporista en los que fueron voceros del poder popular. La llegada de Mariana al mundo en agosto del ’74. El exilio interno en el Chaco apacible. Se borra la alegría, aún preso, de haber sido padre de un varón.
En la madrugada del 13, sin fuerzas casi, el Flaco sabe que los van a matar. Lo bajan y lo ponen en un Peugeot 504, del lado del conductor. A un metro de distancia, el teniente Luis Patetta hace fuego con su Itaca. El pelotón de fusilamiento le da los tiros de gracia: 60 disparos más.
Mariana
Mariana Eva Sala, la hija mayor del Flaco y Mirta, tiene hoy 36 años: tres más que su padre cuando lo fusilaron. Es flaca y espigada, como él. El lunes pasado, después de oír la condena a cadena perpetua a los ocho ex militares que fusilaron a su padre (sólo fue absuelto el policía Alfredo Chas), entre abrazos interminables, le presentaron a un tipo que lloraba: “Cuando era joven, un compañero me dio la orden de cuidar a una nena de un año que tenía los papás desaparecidos –le dijo–. Sólo sabía que se llamaba Mariana. Con mi mujer te recibimos con muchísimo amor, te cuidamos y criamos como a una princesa. Fuiste una hija para nosotros”. Mariana escuchaba al borde del llanto. El hombre le contó que un día llegó la orden de entregarla al Gorila, Patricio Blas Tierno.“Con muchísimo miedo y dolor, te llevamos a la estación de colectivos, y aunque costó un poco que entraras en confianza, te dejamos con él. Durante todos estos años nunca supimos que pasó con vos, si estabas viva o dónde estabas”, le dijo.
Cuando empezó el juicio, el “tío Edgardo” –como lo llama Mariana– se acercó a los querellantes con lo único que había conservado más de tres décadas en su mesa de luz: la foto de princesa. Le contaron que era la primogénita de Mirta Clara y del Flaco, que había sido su compañero de encierro, aunque nunca supiera que durante meses había cuidado a su hija. “Hoy vine acá para abrazarte fuerte, porque la vida nos encuentra una vez más, porque el compromiso nos mantuvo vivos y por la memoria de aquellos compañeros caídos que tanto quisimos”, le dijo. Y le dio su foto de bebé: “Para que puedas mostrárselas a tus hijos”. Se abrazaron y lloraron a mares, “como si la vida volviera en el tiempo un segundo y fuéramos aquellos jóvenes que nunca se separaron”, escribió Mariana en un mail donde relató su encuentro con Edgardo para Miradas al Sur.
El mail estremece. No lleva un número pero sí una fecha, 20 de mayo de 2011, y una firma, la de Mariana Eva Sala: las exactas coordenadas de la vida en la Masacre de Margarita Belén.
Se había fugado. Extraditarán de Brasil al represor Norberto Tozzo
En sintonía con las prisiones perpetuas dictadas por el Tribunal Oral Federal de Resistencia para los ocho jefes y oficiales del grupo de tareas que ejecutó la masacre de Margarita Belén, el jueves, el Supremo Tribunal Federal de Brasil autorizó la extradición del ex mayor Norberto Raúl Tozzo, prófugo durante tres años y otros tres detenidos allí. Ahora sólo resta la confirmación de la presidenta Dilma Rousseff. En una verdadera ironía histórica, el reo será premiado por su paseo por Brasil. “La extradición le puso un corset a su juzgamiento, porque lo extraditan sólo por los casos de privación ilegítima de la libertad, y no por los homicidios que consideraron prescriptos según sus leyes”, aseguró el fiscal Jorge Auat a Miradas al Sur. La condena no superaría los 25 años.
Tozzo participó del traslado a los condenados. Se fugó del país luego de un escandaloso fallo de la Cámara Federal de Resistencia, en el que intervinieron los secretarios de fiscales y jueces de entonces acusados de presenciar la tortura. “Fue aberrante. Discutieron una cuestión de competencia más que un hábeas corpus. El fallo dejó a gente en libertad y Tozzo se fugó”, dijo Auat. La causa quedó paralizada dos años. “En el ínterin murieron acusados y víctimas. Un daño irreparable.” A pesar de la satisfacción del dictamen, quedó un punto oscuro: la absolución del policía Alfredo Chas, que encabezó la columna durante la masacre. “Vamos a esperar los fundamentos para ver la valoración de las pruebas que hicieron. Para nosotros era más que suficiente para condenarlo”, aseguró Auat.
En sintonía con las prisiones perpetuas dictadas por el Tribunal Oral Federal de Resistencia para los ocho jefes y oficiales del grupo de tareas que ejecutó la masacre de Margarita Belén, el jueves, el Supremo Tribunal Federal de Brasil autorizó la extradición del ex mayor Norberto Raúl Tozzo, prófugo durante tres años y otros tres detenidos allí. Ahora sólo resta la confirmación de la presidenta Dilma Rousseff. En una verdadera ironía histórica, el reo será premiado por su paseo por Brasil. “La extradición le puso un corset a su juzgamiento, porque lo extraditan sólo por los casos de privación ilegítima de la libertad, y no por los homicidios que consideraron prescriptos según sus leyes”, aseguró el fiscal Jorge Auat a Miradas al Sur. La condena no superaría los 25 años.
Tozzo participó del traslado a los condenados. Se fugó del país luego de un escandaloso fallo de la Cámara Federal de Resistencia, en el que intervinieron los secretarios de fiscales y jueces de entonces acusados de presenciar la tortura. “Fue aberrante. Discutieron una cuestión de competencia más que un hábeas corpus. El fallo dejó a gente en libertad y Tozzo se fugó”, dijo Auat. La causa quedó paralizada dos años. “En el ínterin murieron acusados y víctimas. Un daño irreparable.” A pesar de la satisfacción del dictamen, quedó un punto oscuro: la absolución del policía Alfredo Chas, que encabezó la columna durante la masacre. “Vamos a esperar los fundamentos para ver la valoración de las pruebas que hicieron. Para nosotros era más que suficiente para condenarlo”, aseguró Auat.
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