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Si Obama piensa substituir Pakistán por India, en su política de contener a China, no ha calculado bien el precio que tendrá que pagar por ello: el 80% de equipamiento enviado a sus tropas en Afganistán pasa por Islamabad.
El país surasiático, fundado en 1947 sobre el extremismo islámico y la enemistad con los hindúes, no renunciará a Afganistán al que considera su profundidad estratégica. Es así que con el fin de neutralizar la influencia india-iraní, pretende reinstalar en Kabul a los talibanes pashtunes, etnia que gobierna Pakistán, aunque esto desemboque en una guerra civil en aquel país y empantane a sus ocupantes.
La propuesta de los políticos pakistaníes en ceder el control del norte de Afganistán a la OTAN, a cambio de que se entregara Kabul y algunas provincias a los talibán, tiene el respaldo de Arabia Saudí (su padrino ideológico y financiero), pero, obviamente, no de Irán e India.
El aumento espectacular del descontento ciudadano y el temor de ser abandonados por Washington, ha llevado a los dirigentes del Af-Pak (que han negado a EEUU el permiso para bases militares permanentes), a buscar salidas a esta crisis en nuevas alianzas, como solicitar la integración en la Organización de Cooperación de Shangai, dirigida por China y Rusia. Su admisión sería un fuerte golpe a los planes de EEUU para la zona.
La suerte de los cerca de 200 millones de afganos y pakistaníes atrapados en este fuego cruzado es cada vez más inquietante. Los vecinos refuerzan las fronteras.
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