29 de junio 2011
La devastación de Nueva Orleans y gran parte de la costa del Golfo de Mississippi en agosto de 2005 por el huracán Katrina puso al descubierto la incompetencia y la indiferencia criminal de la administración Bush. Una gran ciudad americana fue prácticamente destruida por la falla en los diques mantenidos por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos. El esfuerzo de rescate fue frustrado por la Federal Emergency Management Agency, mientras que Bush dio su visto bueno a FEMA, Michael Brown, declaró que estaba haciendo "un trabajo del demonio". Más de mil personas murieron sólo en Nueva Orleans y medio millón huyó de la zona del huracán y muchos nunca volvieron.
En los últimos meses el gobierno de Obama ha gobernado sobre una serie de Katrinas en pequeña escala en zonas rurales y ciudades pequeñas norteamericanas. Vicksburg en Mississippi, Tuscaloosa en Alabama, Joplin en Missouri y Minot en Dakota del Norte son las más conocidos de las ciudades devastadas. En todos los casos, los desastres naturales se han convertido en desastres sociales, debido a la negligencia y la indiferencia por parte del Estado y en especial del gobierno federal.Aunque los fenómenos climáticos extremos de los últimos tres meses, sin duda deben algo al calentamiento global, el medio oeste americano, el sur y suroeste tienen una larga y trágica experiencia de inundaciones, tornados e incendios forestales. Estos fenómenos son tan familiares en el vasto territorio drenado por los ríos Mississippi y Missouri, como los huracanes del Golfo de México. Pero la respuesta de los gobiernos estatal y federal demuestra la misma mezcla de falta de preparación previa y de dureza posterior que convirtió al Katrina en una vergüenza nacional e internacional.
Los volúmenes de agua que pasaron por la parte baja del río Mississippi en mayo y el curso superior del río Missouri y de los ríos más al norte este mes abrumaron los sistemas de control de inundaciones dirigidos por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército y sus contrapartes estatales. Estos desastres son completamente predecibles. Por ejemplo a lo largo del Missouri y el río Souris que inundó Minot, las proyecciones precisas del flujo de agua se hicieron semanas antes de tiempo midiendo la capa de nieve en las Montañas Rocosas de Estados Unidos y Canadá.
Sin embargo hubo reiterados casos donde los administradores de la represa y los ingenieros de las represas tuvieron que liberar enormes cantidades de agua, con consecuencias devastadoras aguas abajo, debido a que las presas y diques existentes enfrentaban un colapso inminente. En varios casos, especialmente en Louisiana y Missouri, se decidió inundar una zona con el fin de reducir el peligro de otra. Baton Rouge y Nueva Orleans se salvaron, pero sólo mediante la desviación de las aguas hacia la menos poblada cuenca del río Atchafalaya.
Las células de tormenta y los tornados son individualmente menos previsibles que las inundaciones, pero el estallido de tales tormentas repentinas y violentas es una característica bien conocida de la región, especialmente en las zonas de Oklahoma, Kansas y Missouri, que han adquirido el apodo de "Corredor de los Tornados". Las tormentas que devastaron parte del sur en abril y destruyeron un tercio de Joplin, Missouri, el 22 de mayo han demostrado tanto la insuficiencia de los sistemas de advertencia de tornado como, sobre todo en el sur rural, la mala calidad de las viviendas.
Los incendios forestales que han devastado zonas tan distantes como el este de Arizona y la costa de Carolina del Norte son otro desastre natural con un componente social de gran alcance. Décadas de inversiones insuficientes en el manejo de la tierra, particularmente en los bosques nacionales, se han combinado con condiciones de sequía severa creando las condiciones óptimas para que los incendios quemaran más superficie en el último mes que en todo el año 2010. El lunes, uno de los mayores incendios obligó a la evacuación de Los Alamos, Nuevo México, una ciudad de 40.000 habitantes.
El impacto de estos desastres puede convertirse en algo mucho peor si, como en Japón, una catástrofe natural daña una instalación nuclear y provoca la liberación de material radiactivo. Tres instalaciones nucleares de Estados Unidos están actualmente amenazadas: dos plantas de energía a lo largo del río Missouri en Nebraska, que han declarado la emergencia de bajo nivel debido a las inundaciones y Los Alamos, el más grande centro norteamericano de investigación de armas nucleares, con inmensos depósitos de desechos nucleares.
La falta de preparación para los desastres naturales se agrava por la negativa del gobierno federal en proporcionar la ayuda de emergencia necesaria y la indemnización a las víctimas. Decenas de miles de personas han perdido sus hogares, sus trabajos o sus pequeños negocios por las inundaciones, tornados e incendios forestales, con poca o ninguna ayuda.
En Minot, por ejemplo, 4.000 casas han sido inundadas y menos de 500 tienen seguro contra inundaciones, en gran medida porque el gobierno federal dejó de exigirlo en el año 2000 después de un estudio que concluyó que las mejoras en el sistema de gestión de inundaciones del río, incluyendo las nuevas represas, había hecho que una gran inundación fuera mucho menos probable. Sin embargo el río Souris superó el récord de inundación de los últimos 130 años, por dos metros y medio. Hasta ahora en Dakota del Norte la FEMA ha limitado su ayuda a las ciudades de Minot y Bismarck y sus condados circundantes, aunque muchos condados rurales están igualmente devastados. Aquellos que son capaces de sobrevivir a los obstáculos burocráticos para la obtención de subvenciones o préstamos federales pueden esperar sólo unos pocos miles de dólares de ayuda.
En Alabama hay informes de los medios de comunicación que dicen que los inspectores de FEMA niegan las reclamaciones basadas en una constatación de "daño insuficiente" en los casos en que quedaba poco más que la losa de concreto de una casa que una vez estuvo allí. Un dueño de casa perdió tres paredes exteriores y la mitad del techo y recibió una carta describiendo las pérdidas como "daños menores... es razonable esperar que usted o su propietario hagan estas reparaciones".
Sólo 14.218 de las 82.250 solicitudes de ayuda de FEMA en Alabama han sido aprobadas, casi dos meses después de que un número récord de tornados azotó el Estado. De acuerdo con el Birmingham News, "los funcionarios de FEMA señalan que la agencia no tiene la intención de resarcir a las víctimas de la tormenta al estado que tenían antes de la tormenta, sino para ponen en marcha el proceso de recuperación y reconstrucción".
En el este de Tennessee, de 6.731 solicitudes de asistencia a FEMA por daños de tornado, sólo 1.229 habían sido aprobadas, mientras que más de 2.000 solicitudes fueron denegadas como no elegibles.
En Washington la Cámara de Representantes bajo control republicano ha reducido drásticamente los fondos federales de socorro y exigió que cualquier aumento del gasto debido a la gran cantidad sin precedentes de fenómenos meteorológicos extremos debe ser compensado dólar por dólar mediante recortes presupuestarios en otros programas sociales nacionales.
Esta serie de desastres naturales ha puesto de relieve el fracaso del capitalismo estadounidense, que no es capaz ni de hacer los preparativos necesarios con anticipación ni de movilizar después los recursos de la sociedad en un rápido alivio humano y en un esfuerzo por la recuperación.
Todos los que han sido devastados por las inundaciones, tornados e incendios forestales deben ser salvados, con miles de millones de dólares asignados para la reconstrucción de viviendas dañadas, granjas y otros pequeños negocios y en compensación por la pérdida de ingresos. Debe lanzarse un programa masivo de obras públicas para contratar a los desempleados y reconstruir y modernizar los diques y los sistemas de control de inundaciones, los sistemas de advertencia de tornado, el manejo de la tierra y la prevención de incendios.
Los recursos necesarios para tal esfuerzo existen en abundancia en los Estados Unidos, sigue siendo el país más rico del mundo, pero han sido monopolizados por la aristocracia financiera que ejerce un dominio absoluto tanto sobre la economía de los Estados Unidos como sobre el gobierno.
Patrick Martin
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