El descontento de los trabajadores chinos envía sacudones al capitalismo mundial
25 de junio 2011
La erupción de protestas de los trabajadores en Zengcheng ha enviado un temblor a los círculos financieros mundiales, lo que subraya hasta qué punto depende la economía mundial de la superexplotación de la clase trabajadora china.
El Financial Times y el Wall Street Journal publicaron dos artículos preocupados por la capacidad de la policía estatal de China de contener cualquier movimiento de masas de la clase obrera. Un editorial del Financial Times especula sobre el número y la intensidad de las protestas en China, declarando: "la percepción de que las protestas locales podrían estar ganando una amplia coherencia nacional es profundamente amenazante para el Partido Comunista chino".
Esta perspectiva también amenaza profundamente a la burguesía internacional. Incluso una explosión social local en Zengcheng, conocida como la "capital de los Jeans", ha repercutido en todo el mundo. La ciudad satélite de Guangzhou produce un tercio de los vaqueros del mundo, de unas 60 diferentes marcas internacionales. Zengcheng es sólo una de las muchas “capitales” de fabricación, cada una especializada en un solo producto, principalmente para la exportación.
Una más amplia agitación laboral en China tendría consecuencias de gran alcance para las corporaciones internacionales, las que van desde los exportadores de maquinaria alemana hasta los gigantes de mineros en Australia y Brasil. General Motors ya produce más automóviles y camiones en China que en Estados Unidos y Walmart depende de China para la mayoría de sus bienes de consumo baratos. El IPhone y los iPads de Apple son hechos por grandes fábricas dirigidas por Foxconn. Filiales de propiedad extranjera emplean directamente a 16 millones de trabajadores chinos, con muchos millones de personas más involucradas en complejas cadenas de suministro para las empresas transnacionales.
Las airadas protestas de los migrantes rurales en Zengcheng fueron provocadas por el manejo brusco de una mujer embarazada por guardias de seguridad local. Detrás de los hechos, sin embargo, se perfilaban las tensiones sociales producidas por los crecientes precios de los alimentos esenciales, la vivienda y otros. Los aumentos salariales conquistados por los trabajadores el año pasado en una serie de huelgas que se iniciaron en una planta de Honda han sido completamente erosionados por la inflación.
La protesta de Zengcheng ha sido seguida por paros laborales. La semana pasada, 2.000 trabajadores en la planta de propiedad japonesa Citizen Watch en Dongguan dejaron de trabajar durante varios días por las largas jornadas y la baja remuneración. Esta semana, 4.000 trabajadores de una fábrica de bolsos de propiedad surcoreana que produce productos de alta calidad en Guangzhou entró en huelga demandando salarios más altos y el fin de los abusos de la gerencia.
En respuesta a la protesta de Zengcheng, un editorial del diario estatal Global Times se esforzó en negar que China fuera propenso a las convulsiones revolucionarias que sacuden al Medio Oriente y África del Norte. "Mucha gente puede tener quejas específicas y recursos, pero no tienen ningún interés en romper el orden social existente y voltear la estabilidad social general", declaró. "China no es una nación donde la ira pública colectiva tiene por objeto derrocar el orden existente. Es hora de desenmascarar esta mentira ridícula".
De hecho, el régimen del Partido Comunista Chino (PCCh) sigue siendo denunciado por los levantamientos de mayo-junio de 1989, cuando millones de trabajadores se unieron a los estudiantes en Beijing y otras ciudades para exigir condiciones dignas de vida, los derechos democráticos y el fin de la corrupción oficial, sólo para ser brutalmente reprimidos.
Ninguna de las contradicciones sociales que llevaron a la explosión ha sido resuelta. Por el contrario, el crecimiento asombroso del capitalismo chino en las últimas dos décadas ha producido una división aún más profunda entre ricos y pobres. El número de trabajadores urbanos ha crecido de 120 millones en 1978 a más de 500 millones en la actualidad, incluyendo a 210 millones de trabajadores migrantes rurales. El número de multimillonarios chinos, medidos en dólares norteamericanos, ha pasado de ninguno en 2002 a 189, el grupo más grande fuera de los EE.UU..
En una encuesta on line en marzo, el Global Times encontró que el 94% de los encuestados se consideran "marginados" por el actual orden social. El caso típico de los que votaron "sí" fue el de una persona que declaró que China era "el paraíso de los ricos, mientras que los pobres están luchando duramente para el empleo, la vivienda y la supervivencia". De una u otra manera este gran descontento social en China finalmente encuentra su expresión en un movimiento de masas contra el régimen estalinista de Beijing.
En Europa y Estados Unidos, después de haber rescatado a los bancos y las grandes corporaciones, los gobiernos están descargando las enormes deudas en las que incurrieron en la forma de drásticas medidas de austeridad. Aterrado ante la perspectiva de un aumento del desempleo y del descontento, el régimen chino respondió a la crisis financiera global proporcionando paquetes masivos de estímulo y abriendo las compuertas del crédito para mantener la economía creciendo a un ritmo frenético. Estas políticas no eran sostenibles en el largo plazo. Beijing ya está accionando el freno de crédito que llevará inevitablemente a una desaceleración de la economía, al aumento del desempleo y a un mayor malestar.
Si hay una lección que los trabajadores chinos deberían aprender de las protestas en Medio Oriente, Europa y Estados Unidos es que ninguna cantidad de presión que va a obligar al régimen de Pekín a hacer cambios fundamentales.
Los trabajadores chinos son muy conscientes de que los sindicatos estatales funcionan como agentes de la policía del régimen. Sin embargo, también deben renunciar a la perspectiva de aquellos que, como el China Labour Bulletin, fundado por Han Dongfang, propone que los trabajadores puedan defender sus derechos a través de la formación de organizaciones sindicales "despolitizadas". Él está usando su reputación como líder de los trabajadores durante las manifestaciones de 1989 para engañar a la clase obrera en la creencia de que las huelgas y protestas deben presionar al gobierno para hacer concesiones.
Han formuló recientemente un llamamiento a Pekín para elaborar un sistema en que las demandas de los trabajadores pudieran ser resueltas a través de "negociaciones pacíficas, igualitarias y constructivas con la administración": "si los trabajadores pueden lograr sus objetivos mediante la negociación colectiva pacífica, en el largo plazo habrá menos huelgas, los trabajadores estarán mejor pagados y las relaciones laborales mejorarán enormemente". En realidad, Han está ofreciendo sus servicios para ayudar a la paralización de cualquier movimiento independiente de trabajadores a través de la negociación colectiva", así como el régimen refuerza sus medidas de estado policial.
El Financial Times y el Wall Street Journal publicaron dos artículos preocupados por la capacidad de la policía estatal de China de contener cualquier movimiento de masas de la clase obrera. Un editorial del Financial Times especula sobre el número y la intensidad de las protestas en China, declarando: "la percepción de que las protestas locales podrían estar ganando una amplia coherencia nacional es profundamente amenazante para el Partido Comunista chino".
Esta perspectiva también amenaza profundamente a la burguesía internacional. Incluso una explosión social local en Zengcheng, conocida como la "capital de los Jeans", ha repercutido en todo el mundo. La ciudad satélite de Guangzhou produce un tercio de los vaqueros del mundo, de unas 60 diferentes marcas internacionales. Zengcheng es sólo una de las muchas “capitales” de fabricación, cada una especializada en un solo producto, principalmente para la exportación.
Una más amplia agitación laboral en China tendría consecuencias de gran alcance para las corporaciones internacionales, las que van desde los exportadores de maquinaria alemana hasta los gigantes de mineros en Australia y Brasil. General Motors ya produce más automóviles y camiones en China que en Estados Unidos y Walmart depende de China para la mayoría de sus bienes de consumo baratos. El IPhone y los iPads de Apple son hechos por grandes fábricas dirigidas por Foxconn. Filiales de propiedad extranjera emplean directamente a 16 millones de trabajadores chinos, con muchos millones de personas más involucradas en complejas cadenas de suministro para las empresas transnacionales.
Las airadas protestas de los migrantes rurales en Zengcheng fueron provocadas por el manejo brusco de una mujer embarazada por guardias de seguridad local. Detrás de los hechos, sin embargo, se perfilaban las tensiones sociales producidas por los crecientes precios de los alimentos esenciales, la vivienda y otros. Los aumentos salariales conquistados por los trabajadores el año pasado en una serie de huelgas que se iniciaron en una planta de Honda han sido completamente erosionados por la inflación.
La protesta de Zengcheng ha sido seguida por paros laborales. La semana pasada, 2.000 trabajadores en la planta de propiedad japonesa Citizen Watch en Dongguan dejaron de trabajar durante varios días por las largas jornadas y la baja remuneración. Esta semana, 4.000 trabajadores de una fábrica de bolsos de propiedad surcoreana que produce productos de alta calidad en Guangzhou entró en huelga demandando salarios más altos y el fin de los abusos de la gerencia.
En respuesta a la protesta de Zengcheng, un editorial del diario estatal Global Times se esforzó en negar que China fuera propenso a las convulsiones revolucionarias que sacuden al Medio Oriente y África del Norte. "Mucha gente puede tener quejas específicas y recursos, pero no tienen ningún interés en romper el orden social existente y voltear la estabilidad social general", declaró. "China no es una nación donde la ira pública colectiva tiene por objeto derrocar el orden existente. Es hora de desenmascarar esta mentira ridícula".
De hecho, el régimen del Partido Comunista Chino (PCCh) sigue siendo denunciado por los levantamientos de mayo-junio de 1989, cuando millones de trabajadores se unieron a los estudiantes en Beijing y otras ciudades para exigir condiciones dignas de vida, los derechos democráticos y el fin de la corrupción oficial, sólo para ser brutalmente reprimidos.
Ninguna de las contradicciones sociales que llevaron a la explosión ha sido resuelta. Por el contrario, el crecimiento asombroso del capitalismo chino en las últimas dos décadas ha producido una división aún más profunda entre ricos y pobres. El número de trabajadores urbanos ha crecido de 120 millones en 1978 a más de 500 millones en la actualidad, incluyendo a 210 millones de trabajadores migrantes rurales. El número de multimillonarios chinos, medidos en dólares norteamericanos, ha pasado de ninguno en 2002 a 189, el grupo más grande fuera de los EE.UU..
En una encuesta on line en marzo, el Global Times encontró que el 94% de los encuestados se consideran "marginados" por el actual orden social. El caso típico de los que votaron "sí" fue el de una persona que declaró que China era "el paraíso de los ricos, mientras que los pobres están luchando duramente para el empleo, la vivienda y la supervivencia". De una u otra manera este gran descontento social en China finalmente encuentra su expresión en un movimiento de masas contra el régimen estalinista de Beijing.
En Europa y Estados Unidos, después de haber rescatado a los bancos y las grandes corporaciones, los gobiernos están descargando las enormes deudas en las que incurrieron en la forma de drásticas medidas de austeridad. Aterrado ante la perspectiva de un aumento del desempleo y del descontento, el régimen chino respondió a la crisis financiera global proporcionando paquetes masivos de estímulo y abriendo las compuertas del crédito para mantener la economía creciendo a un ritmo frenético. Estas políticas no eran sostenibles en el largo plazo. Beijing ya está accionando el freno de crédito que llevará inevitablemente a una desaceleración de la economía, al aumento del desempleo y a un mayor malestar.
Si hay una lección que los trabajadores chinos deberían aprender de las protestas en Medio Oriente, Europa y Estados Unidos es que ninguna cantidad de presión que va a obligar al régimen de Pekín a hacer cambios fundamentales.
Los trabajadores chinos son muy conscientes de que los sindicatos estatales funcionan como agentes de la policía del régimen. Sin embargo, también deben renunciar a la perspectiva de aquellos que, como el China Labour Bulletin, fundado por Han Dongfang, propone que los trabajadores puedan defender sus derechos a través de la formación de organizaciones sindicales "despolitizadas". Él está usando su reputación como líder de los trabajadores durante las manifestaciones de 1989 para engañar a la clase obrera en la creencia de que las huelgas y protestas deben presionar al gobierno para hacer concesiones.
Han formuló recientemente un llamamiento a Pekín para elaborar un sistema en que las demandas de los trabajadores pudieran ser resueltas a través de "negociaciones pacíficas, igualitarias y constructivas con la administración": "si los trabajadores pueden lograr sus objetivos mediante la negociación colectiva pacífica, en el largo plazo habrá menos huelgas, los trabajadores estarán mejor pagados y las relaciones laborales mejorarán enormemente". En realidad, Han está ofreciendo sus servicios para ayudar a la paralización de cualquier movimiento independiente de trabajadores a través de la negociación colectiva", así como el régimen refuerza sus medidas de estado policial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario