http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20110707/149638448.html
Muy pronto en Tailandia se proclamará oficialmente el nuevo gobierno encabezado por una mujer, Yingluck Shinawatra. Los resultados de las elecciones celebradas en este país el pasado 3 de julio, son más que un acontecimiento local.
Todo lo que ocurre en Tailandia en los últimos años sirve para reflexionar sobre cuáles formas de gobierno funcionan en los países de todo el mundo y cuáles no.
Está claro, que Tailandia es única, al igual que cada estado en concreto. Los países del sureste ssiático, y Tailandia entre ellos, siguen patrones políticos que resultan muy extraños para los europeos. El mundo árabe es incomprensible tanto para sus vecinos africanos como para los latinoamericanos. Y eso que en todas partes se celebran comicios, se eligen parlamentos, se cambian los jefes de estado. Pero la esencia de las cosas suele ser muy diferente.
Todo lo que ocurre en Tailandia en los últimos años sirve para reflexionar sobre cuáles formas de gobierno funcionan en los países de todo el mundo y cuáles no.
Está claro, que Tailandia es única, al igual que cada estado en concreto. Los países del sureste ssiático, y Tailandia entre ellos, siguen patrones políticos que resultan muy extraños para los europeos. El mundo árabe es incomprensible tanto para sus vecinos africanos como para los latinoamericanos. Y eso que en todas partes se celebran comicios, se eligen parlamentos, se cambian los jefes de estado. Pero la esencia de las cosas suele ser muy diferente.
La rebelión tailandesa
Una persona ajena al día a día del sureste asiático comprendería con más facilidad los resultados de los recientes comicios si recordara los combates callejeros en Bangkok en abril y mayo del año pasado.
Entonces se rebelaron las “Camisas Rojas”, partidarios de la figura más inminente de la política tailandesa, ex Primer Ministro Thaksin Shinawatra que desempeñado este cargo en los años 2001-2006. Ahora, es su hermana la que ganó las elecciones. De modo que no en vano murieron los seguidores de Thaksin en las barricadas.
Entonces hubo 87 muertos y casi 2 mil heridos. Para Tailandia, un país pacífico y budista, fue algo inaudito. Al igual que en todas las civilizaciones asiáticas, para la sociedad tailandesa el valor supremo es el compromiso y no la competición que divide a los participantes en ganadores y perdedores. Tailandia no es la Francia de los tiempos de la Revolución, aquí que la gente vaya a las barricadas es un acontecimiento extraordinario.
De modo que hace un año ya estaba claro que perdería el responsable del derramamiento de sangre, si no, Tailandia dejaría de ser Tailandia.
Por lo tanto, perdió el primer ministro Abhisit Vejjajiva quien aplastó la rebelión en Bangkok. Tanto más que sólo 11 de los fallecidos eran representantes de las fuerzas del orden, los demás, eran civiles indefensos.
Luego Abhisit creó varias comisiones de investigación y prometió convocar las elecciones, lo que hizo cumpliendo su palabra. Todos tenían claro que el retiro del ex primer ministro era cuestión de tiempo y nadie le iba a votar ya que no había llegado al poder ganando unas elecciones.
Una profunda crisis
En Tailandia, como en la mayoría de los estados del mundo, la democracia parlamentaria es sólo una parte del sistema político, aunque la parte más visible. Después de la Segunda Guerra Mundial y hasta los años 90 en el país gobernaron los militares detrás de los cuales estaba (y está) la corte real. En este lapso Tailandia sufrió 18 golpes de estado, en su mayoría pacíficos. Ahora los tailandeses tampoco estaban muy seguros de que las elecciones hubieran sido válidas hasta que los militares declararon que reconocían su resultado evidente.
¿Qué fue lo que pasó en los años 90? Aparecieron nuevos segmentos sociales. Se puede decir que la población de Tailandia (67 millones de personas) hoy en día consta de los siguientes segmentos: población rural del nordeste (unos 60%), pobres y marginados (10%) y habitantes de la capital y algunas grandes ciudades (30%).
Los últimos son gente moderna que llevan una vida parecida a la de la población urbana de Rusia. Y ellos buscan un modelo político diferente del tradicional, representado por los militares y la monarquía y apoyado por los demás tailandeses, aunque este modelo no es idéntico a la democracia europea.
Esta complicada situación se complicó aún más cuando el multimillonario Thaksin Shinawatra se convirtió en la figura clave de la política tailandesa. Su análogo en Europa es Silvio Berlusconi, su base política – los 70% de la población menos progresiva y tradicional. En Bangkok no le quieren aunque él mismo pertenece a la más alta élite social.
Pero el sistema antiguo no estaba preparado a que el primer ministro de los civiles llegara a estar por encima de todos. Thaksin Shinawatra terminó mal con los militares y con la corte y tuvo que emigrar arrastrando una cola de acusaciones judiciales. Por ahora no piensa volver aunque puede cambiar de idea.
Todo junto apunta a una profunda crisis del sistema político tailandés que, a pesar de las elecciones, no parece estar cerca de su fin. Una de las razones para ello es que el rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadej, muy respetado en su país, no es joven (nació en 1927) y está enfermo. La sucesión no se ve muy clara y es probable que en algún momento en el país gobernarán dos mujeres – la joven reina y la señora Shinawatra. Esto, desde luego, son fantasías, la realidad es que Tailandia vive una crisis política.
Y ahora, además, surgió un problema que no existía antes de la “primavera árabe”. Es el problema que se plantea ante el mundo exterior: ¿cómo reaccionar ante los cataclismos políticos que rebosan los límites europeos se la democracia electiva?
La controversia sobre el líder fuerte
Las revoluciones árabes rompieron todos los esquemas. El pueblo derrocó a los “padres de las naciones” que habían conducido estas naciones hacia un nivel más alto del desarrollo. Es evidente que la “democracia de masas” está condenada en estos países, sirve para impulsar el cambio de élites pero los héroes de las plazas volverán al anonimato. Mientras tanto, todos (Rusia, China, Estados Unidos, Europa) quieren volver a la estabilidad, al desarrollo previsible y fácil de pronosticar.
Quieren que aparezca un líder ó sistema político que garantice esta estabilidad. Es lo quieren en realidad por más que se hable de la democratización del mundo árabe.
Pero ¿qué es lo pasa con Tailandia? ¿Quién quiere a Thaksin Shinawatra, actualmente ciudadano británico (en Tailandia no es un delito político), y quién quiere a Abhisit Vejjajiva, que acaba de perder las elecciones?
Thaksin, sin duda alguna, fue un brillante primer ministro y el líder más fuerte en la región en su momento, uno de los mejores socios de Moscú, por cierto. Y no cabe duda que el mundo exterior necesita una Tailandia fuerte. Pero ¿cómo olvidar el conflicto del ex primer ministro con la corte y con los militares? ¿Podrá, no obstante, garantizar la estabilidad? ¿Podrá solucionarlo la hermana de Thaksin?
De momento sólo hay preguntas.
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