sábado, 9 de julio de 2011

LA IMPORTANCIA DEL OCEANO INDICO, ROBERT KAPLAN

El Océano Índico es el futuro: una entrevista exclusiva para FP con el periodista y escritor Robert Kaplan
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Según Robert Kaplan, conocido autor de 11 libros en los que narra sus viajes por el mundo, es en el Océano Índico donde pronto se establecerá el nuevo centro del comercio, la energía y la política mundial.
El nuevo libro de Kaplan, Monsoon [Monzón], examina las ambiciones y rivalidades de los países que bordean el Océano Índico y prevé un lento pero inexorable declive de la influencia occidental. Tras meses de viajar a rincones del mundo muy poco visitados, Kaplan predice una rivalidad entre China e India que consumirá a la región, desde Australia hasta África.
En una entrevista exclusiva con FP, habla de cómo ayuda la guerra en Afganistán a China, la doctrina Monroe que aplica India y las eternas disputas entre los Gobiernos civil y militar de Pakistán.

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Foreign Policy: ¿Por qué ha decidido centrarse en el Océano Índico? ¿Qué tiene esa parte del mundo para ser hoy tan importante?
Robert Kaplan: En primer lugar, llevamos decenios prisioneros de los estudios sobre la zona de la guerra fría. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se encontró con que era una superpotencia y necesitaba expertos para todas las regiones del planeta. De modo que las universidades y los think tanks dividieron el globo en zonas. Oriente Medio, Asia Central, el Sur de Asia, el Sureste de Asia, la Costa del Pacífico; lo que digo en este libro es que esas divisiones artificiales están borrándose. Por ejemplo, en vez de Oriente Medio y el Sur de Asia, existe un continuum orgánico y fluido formado por el borde sur de Eurasia: desde el Cuerno de África hasta el Estrecho de Malaca y el archipiélago de Indonesia, y desde allí hasta el Mar de Japón.
Además, quería escribir un libro que combinara Oriente Medio con el reto que supone el ascenso de China y Asia. Y el Océano Índico es el vehículo perfecto para ello. El Índico comprende todo el arco del islam, desde el desierto del Sáhara en el Oeste hasta el archipiélago indonesio en el Este. Es la autopista mundial de la energía. Todo el petróleo y todo el gas natural que salen de la Península Arábiga y la meseta iraní atraviesan el Índico en buques para llegar al Estrecho de Malaca y luego hacia el Norte, a los centros florecientes de la clase media en Asia oriental.

FP: ¿Pero no resulta un poco obsoleto hablar de rutas marítimas y océanos?
RK: Pese a que vivamos en la era de los aviones a reacción y la tecnología de la información, el 90% del comercio se lleva a cabo por mar, porque es más barato. La ropa que vestimos, nuestros electrodomésticos, llegan en contenedores transportados por barco desde Asia u otras partes del planeta. El tráfico marítimo tiene más importancia que nunca, porque la globalización sería imposible sin unas rutas marinas seguras. Es más, podríamos incluso decir que la Marina estadounidense es la protectora suprema de la globalización, porque domina las rutas marinas y las mantiene abiertas al tráfico mercante. La piratería es una molestia interesante, pero no una verdadera amenaza estratégica; al menos, no todavía.

FP: ¿Por qué escogió Monsoon para dar título a su libro?
RK: Un occidental oye la palabra “monzón” y piensa en una tormenta, por ejemplo en la reciente catástrofe de Pakistán. Pero, en realidad, es un sistema climático. Es un modelo meteorológico y de vientos necesario para la prosperidad agraria. Cuando hay un buen monzón en India, el partido en el poder suele ganar, porque la economía sube. El elemento clave es que el Océano Índico es el único del mundo que tiene ese modelo climático del monzón, que permite predecir los vientos. El monzón sopla en una dirección durante seis meses y luego, como un reloj, gira 180 grados. Así que se pueden calcular las distancias de navegación por adelantado con gran exactitud. Eso significa que el Índico no necesitó esperar a la era de los barcos de vapor. Siempre fue un océano pequeño e íntimo -a pesar de su enorme tamaño-, desde la antigüedad. Ya en tiempos de los romanos, los marinos podían cruzarlo y predecir con bastante precisión los vientos.

FP: Hablemos un poco de los países que figuran en su mapa. ¿Cuántos son democracias?
RK: Vamos a ver: Omán no es una democracia, pero cuenta con un déspota benévolo e inteligente, el sultán Qaboos, del que hablo en el libro, que promueve los derechos de la mujer, la música clásica, el medio ambiente, y posee un historial de derechos humanos que no está nada mal, según el informe anual del Departamento de Estado de EE UU. Pero en 1970, Omán era un país muy inestable. Sufría una guerra y una rebelión en la parte occidental. La verdad es que da al traste con los conceptos occidentales de buena gobernanza, porque es una dictadura absoluta y, sin embargo, es una sociedad civil comparable a cualquier otra.

FP: ¿Y qué opina de Pakistán, donde el Gobierno ha sido, sin duda, más caótico?
RK: Pakistán ha fracasado tanto con gobiernos democráticos como con gobiernos militares. Durante los 90, tuvieron una anarquía democrática. La situación era tan mala que, cuando Musharraf organizó el golpe en octubre de 1999, todos los intelectuales de la sociedad civil se lo agradecieron. Hasta ese punto se habían deteriorado las cosas. Escribo sobre Pakistán en el contexto de dos provincias que dan al Océano Índico: Baluchistán y Sindh, dos lugares con fuerte identidad regional que se sienten aplastados por lo que consideran el dominio étnico punjabí desde la capital política del país, Islamabad, y la capital militar, Rawalpindi. Pakistán es una democracia con grandes problemas; para que funcione, debe descentralizarse. Tiene que dar más autonomía política y más dinero a las provincias. Debe reformarse como Estado y descentralizarse al mismo tiempo.

FP: Pero Baluchistán es un gran problema. Su capital, Quetta, es el lugar en el que vive el mulá Omar, y la CIA está llevando a cabo allí una tremenda ofensiva con aviones no pilotados. ¿Tiene de verdad el gobierno de Islamabad el deseo de mejorar la situación?
RK: Además de todo eso, Baluchistán es donde se encuentra la mayor parte de la riqueza mineral del país. Y los baluchíes afirman que el Gobierno paquistaní está violando su territorio y llevándose todo el dinero al Punjab. En el libro hablo de Gwadar, un posible puerto marino para el siglo XXI (financiado por China), que unirá la riqueza mineral y de hidrocarburos de Asia Central con las rutas marítimas del Océano Índico. Ahora bien, cuando se habla con los baluchíes de Gadwar, se les observa muy preocupados porque ven que la tierra se la quedan ricos paquistaníes que residen en Karachi, Lahore o Islamabad. Creen que es un intento de apoderarse de todas las tierras y que ellos se van a quedar sin ningún acceso a los ingresos que pueda generar ese puerto.

FP: ¿Los chinos ven Pakistán como un núcleo para la importación de materias primas?
RK: Gran parte de la energía que importa China, el petróleo y el gas natural, cruza el Océano Índico desde Oriente Medio y depende de que sea navegable el Estrecho de Malaca, que no tiene más que unos kilómetros de ancho y está lleno de bancos de arena y abarrotado de barcos. A Pekín le gustaría encontrar otras rutas para importar su energía. Los oleoductos y gaseoductos a través de Asia Central constituyen uno de sus frentes.

FP: ¿Hasta qué punto influye el papel actual de Estados Unidos en Afganistán en el ascenso de China?
RK: Si EE UU lograse estabilizar parcialmente Afganistán y estabilizar más Pakistán, los chinos saldrían muy beneficiados. Porque entonces tendrían una red de carreteras, ferrocarriles y oleoductos y gaseoductos que atravesaría gran parte de Asia Central, hasta el Océano Índico. Afganistán sería un nudo para el transporte de hidrocarbonos, minerales estratégicos y metales. Cuando se mira un mapa de la Dinastía Tang, en el siglo VIII, se ve que ésa es una zona en la que los chinos ya estuvieron y, aunque no tuvieron soberanía formal sobre ella, dominaron esas rutas comerciales. Ahora, Pekín está construyendo grandes puertos, no sólo en Gwadar, Pakistán, sino también en Chittagong, Bangladesh, en Kyauk Phyu, Birmania, y en Hambantota, Sri Lanka.

FP: Ha hablado de China, pero ¿cuáles son las perspectivas de India?
RK: Los indios se sienten rodeados. No existen pruebas de que los chinos tengan planes para establecer bases navales en ninguno de esos lugares. Sería una provocación excesiva contra Nueva Delhi. Pero China tendrá puertos comerciales en los que podrá almacenar mercancías y sus bienes de consumo para exportarlos a Oriente Medio y África. Seguramente también podrán contar con visitas de sus buques de guerra. Los indios miran el Océano Índico y dicen: “Éste es nuestro océano, no sólo por su nombre, sino porque geográficamente lo dominamos”. India siente que tienen derecho a aplicar una especie de Doctrina Monroe en este océano.
Por eso han construido un flamante complejo portuario en Karwar, al sur de Bombay, como para controlar un poco a los chinos. En India existe un movimiento de intelectuales que se llaman a sí mismos neocurzonianos, en referencia a Lord George Curzon, que fue virrey entre 1899 y 1905. Aunque era británico, tenía una visión estratégica de India que muchos estudiosos de la política sienten muy próxima en este momento. Contemplaba el mundo desde el mismo punto de vista geográfico que los indios. Pero la India de Curzon incluía lo que hoy es Pakistán, Birmania, Bangladesh, y zonas de influencia en Oriente Medio, Asia Central y el sureste asiático.
Nueva Delhi está esforzándose mucho por estrechar lazos con Irán, el Golfo Pérsico, y tiene una rivalidad muy fuerte con China en Birmania. Este país asiático posee uno de los regímenes militares más represivos del mundo, pero eso no impide que la India democrática tenga relaciones militares bilaterales con el Gobierno birmano y le proporcione ayuda. India no puede permanecer al margen mientras los chinos convierten Birmania en una auténtica provincia suya.

FP: ¿Cree que va a haber un conflicto entre China e India?
RK: No creo que vaya a haber una guerra. Lo que planteo es que la rivalidad entre ellas va a desempeñar un papel crucial a la hora de definir el carácter geopolítico de Eurasia en el siglo XXI. Pero es una rivalidad sin una historia envenenada detrás. India y China han tenido muy poca relación a lo largo de la historia. Han sido dos grandes civilizaciones que se han desarrollado cada una por su cuenta, separadas por la barrera impenetrable del Himalaya. No, esta rivalidad tiene mucho que ver con el hecho de que los avances en tecnología militar y comercial han acortado las distancias. Las zonas de influencia de los aviones de combate y los buques de guerra indios se solapan cada vez más con las de los aviones de combate y los buques de guerra chinos.

FP: ¿Qué ocurre con Bangladesh, se queda atrapado en medio? Bangladesh es un país que sufre tremendos desastres ambientales, es casi un símbolo de los problemas del cambio climático, la superpoblación y la migración.
RK: Para los chinos y los indios, Bangladesh, Sri Lanka y Nepal son una especie de gran tablero muy silencioso. Y lo que ambos países quieren es abrir rutas comerciales que vayan desde el sur de China hasta India a través de Bangladesh, hasta la Bahía de Bengala. Bangladesh está en el centro de esas posibles rutas comerciales y ya se están construyendo oleoductos. Nueva Delhi y Pekín están en plena competencia y, hasta ahora, eso ha beneficiado a los bangladeshíes, porque les ofrecen paquetes de ayuda y otras cosas semejantes.
Sin embargo, en mi libro, muestro una imagen muy desoladora del Gobierno bangladeshí. Es una versión de Pakistán en pequeño: no han funcionado ni los gobiernos militares ni los civiles. Éstos últimos han sido corruptos y anárquicos y, sobre todo, incompetentes. Los regímenes militares suelen funcionar bien los primeros seis meses o el primer año, pero después se vuelven tan malos como los civiles. Ésa es la historia de Bangladesh.

FP: ¿Y África? Constituye toda la orilla occidental del Océano Índico, pero sólo oímos hablar de la piratería.
RK: Tengo la impresión de que África está revitalizándose; los datos sobre crecimiento son impresionantes. Y con el crecimiento económico de India, China y el Golfo Pérsico, hay más dinero para invertir en el continente africano. Creo que África va a mejorar impulsada por la prosperidad de otras partes del antiguo Tercer Mundo y se incorporará a este sistema comercial orgánico. Pero en el comercio del Océano Índico, China será primus inter pares.

FP: ¿Qué futuro aguarda a la región?
RK: Vamos a ver algún tipo de transición en Omán y es difícil creer que el próximo sultán sea tan inteligente como el actual, hay que decir que éste ha sentado las bases institucionales para que el país siga adelante. Afganistán y Pakistán seguirán formando la gran línea de falla del Océano Índico, porque no está nada claro que vayan a poder mejorar lo suficiente como para que sea posible construir las carreteras y los oleoductos necesarios. Indonesia lleva 12 años de lo que en mi opinión es un experimento democrático muy logrado. En 1998, las perspectivas eran de lo más pesimistas; se decía que el país iba a desintegrarse, que era un archipiélago que sólo habían podido mantener unido los holandeses y los dictadores. Y, sin embargo, ahí está: la mayor población musulmana del mundo y una democracia estable que no se ha desviado hacia el radicalismo ni el extremismo.

FP: ¿Está disminuyendo la influencia de Estados Unidos en esta parte del mundo?
RK: Así es. Es una cosa gradual; desde el final de la Segunda Guerra Mundial y durante la guerra fría, la Marina estadounidense dominó la parte occidental del Océano Pacífico y el Océano Índico como si fueran unos lagos suyos. Eso está llegando a su fin por la expansión de la Marina china. E India va a tener la tercera o cuarta Marina del mundo. Tailandia sirve cada vez menos de ancla a EE UU por culpa de su propia debilidad interna. Vivimos en un mundo multipolar desde el punto de vista económico desde mediados de los 90, pero ahora estamos entrando en un mundo multipolar también en lo político y lo militar. Y el Océano Índico va a ser el escenario en el que se plasmará esta dinámica política entre India, EE UU y China.

FP: ¿El gobierno de Obama hace bien en centrarse más en Asia que en Europa?
RK: Existe una tendencia mundial muy importante que es la migración del poder militar de Europa a Asia. Mientras los europeos recortan sus presupuestos de defensa, los asiáticos están aumentándolos. Asia está empezando a ser el centro del mundo, igual que lleva muchos años siéndolo desde el punto de vista económico. Y es normal: varias décadas de fuerte crecimiento económico generan unos ejércitos muy desarrollados. Así que lo único que hace Obama es ser realista. Incluso me atrevería a decir que lo que necesita hacer EE UU es intentar trasladar la atención, en la medida que sea posible, de Irak y Afganistán al Este asiático. Si los responsables políticos estadounidense están pendientes constantemente de la guerra en Afganistán o de la retirada de Irak, no pueden prestar la suficiente atención a Extremo Oriente y el sur de Eurasia.

FP: ¿Hasta qué punto van a reafirmarse las fuerzas nacionalistas contra las redes de la globalización?
RK: Creo que, en la zona de la que hablamos, el nacionalismo va a ser muy fuerte. No será como Europa, que se encuentra en una era kantiana y postnacionalista de paz perpetua. El Este y el Sur de Asia son diferentes. El nacionalismo es relativamente joven. Es muy vigoroso. Son países con ejércitos cada vez más potentes y no piden disculpas por ello. Se enorgullecen de sus armas atómicas. En Pakistán e India, el hecho de tener la bomba es un motivo de orgullo para sus clases medias, cada vez más importantes.
Es decir, en mi opinión, estamos entrando en un mundo con un equilibrio de poder muy complejo. Un mundo más complicado. EE UU va a tener que esforzarse cada vez más para conservar el mismo grado de influencia. Tiene competidores no tenía desde hace años.

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