Los países más débiles que sufrirán por el declive de Estados Unidos
Zbigniew Brzezinski
Con la paulatina caída del dominio global de Estados Unidos, hay países débiles que pasarán a ser más sensibles a la influencia asertiva de las grandes potencias regionales. India y China están en ascenso, Rusia tiene una mentalidad cada vez más imperialista y Oriente Medio se está volviendo más inestable que nunca. El potencial para que se produzcan conflictos regionales, junto a la ausencia de un papel internacional activo de Estados Unidos, es real. Prepárense para una realidad global caracterizada por la supervivencia del más fuerte.
GEORGIA
El declive estadounidense dejaría a este diminuto Estado caucásico vulnerable a la intimidación política y la agresión militar de Rusia. Estados Unidos ha proporcionado a Georgia 3.000 millones de dólares en ayuda desde 1991 -1.000 millones de esa cantidad desde la guerra de 2008 con Rusia-. La decadencia de Washington pondría nuevas limitaciones a las capacidades estadounidenses y podría, por sí misma, despertar el deseo ruso de reclamar su antigua esfera de influencia. Es más, el que una vez fuera (y volverá a ser) presidente de Rusia, Vladimir Putin, alberga un intenso odio personal hacia el presidente georgiano Mijail Saakashvili.
En juego: la dominación rusa del pasillo de la energía hacia Europa en el sur, lo que posiblemente conduzca a una mayor presión sobre ésta para que se adapte a la agenda política de Moscú; un efecto dominó sobre Azerbaiyán.
COREA DEL SUR
Estados Unidos ha sido el garante de la seguridad surcoreana desde que en 1950 fuera atacada por Corea del Norte, con la connivencia china y soviética. El impresionante despegue económico de Seúl y su sistema político democrático atestiguan el éxito de la implicación estadounidense. Con el paso de los años, sin embargo, Pyongyang ha llevado a cabo una serie de provocaciones contra Corea del Sur que van desde el asesinato de miembros de su Gobierno al hundimiento en 2010 del buque de guerra surcoreano Cheonan.
De modo que la decadencia de Estados Unidos sometería a Seúl a decisiones dolorosas: o bien aceptar el dominio de China en la región y una mayor dependencia de este país para refrenar a su vecino del Norte (que además cuenta con armas nucleares), o bien tratar de lograr una mucho más fuerte (aunque históricamente impopular) relación con Japón, con el que comparte valores democráticos y el temor a una agresión de Pyongyang y Pekín.
En juego: la seguridad militar y económica en la península de Corea, una crisis general de confianza en Japón y Corea del Sur en lo que se refiere a la fiabilidad de los compromisos estadounidenses ya existentes.
TAIWAN
Desde 1972, Estados Unidos ha aceptado formalmente la fórmula “una única China” de Pekín, mientras mantiene que ninguna de las dos partes debe alterar el status quo por la fuerza. El gigante asiático, no obstante, se reserva el derecho a usarla, lo que permite a Washington justificar su continua venta de armas a Taiwan. En los últimos años, Taipei y Pekín han mejorado su relación.
El declive de EE UU, sin embargo, aumentaría la vulnerabilidad de Taiwan, dejando a sus líderes más sensibles a la presión directa de China y a la pura atracción que ejerce su exitosa economía. Eso, como mínimo, podría acelerar el calendario de la reunificación entre los dos lados del Estrecho, pero en término desiguales que favorecerían a la parte continental.
En juego: el riesgo de un serio enfrentamiento con China.
BIELORRUSIA
Veinte años después de la caída de la Unión Soviética, la última dictadura de Europa sigue siendo política y económicamente dependiente de Rusia. Un tercio de sus exportaciones van a su gran vecino, en el que confía casi por completo para satisfacer sus necesidades de energía. Al mismo tiempo, los 17 años de dictadura del presidente Alexander Lukashenko se han interpuesto en el camino de cualquier relación significativa con Occidente. Como consecuencia, un acusado declive estadounidense daría a Rusia una oportunidad prácticamente exenta de riesgos de reabsorber a Bielorrusia.
En juego: la seguridad de los vecinos Estados bálticos, especialmente Letonia.
AFGANISTÁN
Devastado por nueve años de una guerra brutal librada por la Unión Soviética, ignorado por Occidente durante una década tras la retirada soviética, incompetentemente administrado por los medievales talibanes y defraudado por diez años de operaciones militares a media marcha y de asistencia económica esporádica de Estados Unidos, Afganistán está en ruinas. Con un 40% de paro y ocupando el puesto número 215 a nivel global en el PIB per cápita, cuenta con poca producción económica más allá del tráfico ilegal de narcóticos.
Una rápida retirada de tropas de EEUU, provocada por la fatiga causada por la guerra o por los primeros efectos del declive estadounidense, con probabilidad provocaría una desintegración interna y una competición externa entre los Estados cercanos por hacer valer su influencia. A falta de un gobierno efectivo y estable en Kabul, el país sería dominado por señores de la guerra rivales. Pakistán e India competirían de forma más decidida por la influencia sobre el país, en lo que probablemente también se vería implicado Irán.
En juego: el resurgimiento de los talibanes; una guerra a través de terceros entre India y Pakistán; un refugio para el terrorismo internacional.
PAKISTÁN
Aunque Pakistán está armado con armas nucleares del siglo XXI y se mantiene unido por un ejército profesional de finales del siglo XX, la mayoría del país se encuentra todavía en una fase premoderna, es rural y las identidades que lo definen son en gran parte identidades regionales y tribales. Es el conflicto con India el que define el sentido de identidad nacional de Pakistán, mientras que la impuesta división de Cachemira sustenta una mutua y profunda antipatía.
La inestabilidad política paquistaní es su mayor vulnerabilidad, y un declive del poder de Estados Unidos reduciría la capacidad del segundo de ayudar a la consolidación y desarrollo del primero. Pakistán podría transformarse entonces en un país dirigido por el Ejército, un Estado islámico radical, un Estado que combinara el gobierno militar con el islámico o un “Estado” que careciera por completo de un gobierno centralizado.
En juego: dinámicas propias de señores de la guerra pero con armamento nuclear; un gobierno islámico militante, antioccidental y con armas nucleares similar al de Irán; inestabilidad regional en Asia Central, con la posibilidad de que la violencia se extienda a China, India y Rusia.
EL GRAN ORIENTE MEDIO
El declive estadounidense desencadenaría unos desplazamientos tectónicos que socavarían la estabilidad política de todo Oriente Medio. Todos los Estados de la región siguen siendo vulnerables a diversos grados de presiones populistas internas, agitación social y fundamentalismo religioso, como se pudo comprobar en los sucesos de comienzos de 2011. Si la decadencia de Estados Unidos se produjera con el conflicto palestino-israelí aún sin resolver, el no haber llegado a implementar una solución de “los dos Estados”, que fuera aceptable para ambos lados, inflamaría aún más la atmósfera política de la zona. La hostilidad hacia Israel en la región se intensificaría. La percibida debilidad estadounidense en algún momento tentaría a los Estados más poderosos de la región -principalmente a Irán o a Israel- a actuar en un intento de adelantarse a los peligros que puedan prever. Y es posible que el intentar tomar posiciones para lograr una ventaja táctica precipitara erupciones violentas de Hamás o Hezbolá, que podrían agravarse hasta convertirse en enfrentamientos más amplios y sangrientos. Entidades más débiles como Líbano o Palestina pagarían un precio especialmente alto en vidas civiles. Y lo que es peor, estos conflictos podrían escalar hasta niveles realmente terroríficos mediante golpes y contragolpes entre Irán e Israel.
En juego: una confrontación directa de Israel o Estados Unidos con Irán; una creciente marea de radicalismo y extremismo islámico; una crisis energética mundial; vulnerabilidad de los aliados estadounidenses en el Golfo Pérsico.
UCRANIA
La relación de Kiev con Moscú ha sido tan propensa a la tensión como su relación con Occidente la ha sido a la indecisión. En 2005, 2007 y 2009, Rusia amenazó con interrumpir el flujo de petróleo y gas natural que llega a Ucrania, o lo hizo de verdad. Más recientemente, el presidente Viktor Yanukovych, recibió presiones para ampliar el contrato de arrendamiento a Rusia de una base naval en el puerto ucraniano de Sebastopol, en el Mar Negro durante otros 25 años a cambio de un precio preferente de los suministros rusos de energía a Ucrania.
El Kremlin continúa presionando a Ucrania para que se una a un “espacio económico común” con Rusia, mientras gradualmente la va despojando del control directo sobre sus principales activos industriales mediante fusiones y adquisiciones por compañías rusas. Con Estados Unidos en decadencia, Europa se mostraría menos dispuesta a (y menos capaz de) acercarse a Ucrania e incorporarla a una comunidad occidental ampliada, dejándola más vulnerable a los designios rusos.
En juego: la renovación de las ambiciones imperiales rusas.
(*) Zbigniew Brzezinski, Varsovia, 28 de marzo de 1928, politólogo estadounidense nacido en Polonia. Considerado uno de los más prestigiosos analistas en política exterior americana del mundo. Fue Consejero de Seguridad Nacional del Presidente Jimmy Carter (1977-1981). Fue contratado por el banquero David Rockefeller para ayudarle a crear una organización que fomentara la cooperación entre Estados Unidos, Europa, y Japón: la Trilateral Commission, de la que Brzezinski sería su primer director. Brzezinski es miembro de la junta directiva de Council on Foreign Relations, Atlantic Council, National Endowment for Democracy y Center for Strategic and International Studies. Es actualmente profesor en la Paul H. Nitze School of Advanced International Studies de la Universidad Johns Hopkins.
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