martes, 25 de octubre de 2011

TODOS TEMEN A IRÁN

Del Mediterráneo al Hindu Kush, repensando la región
George Friedman

El territorio entre el Mediterráneo y el Hindu Kush ha sido el escenario principal de la intervención norteamericana tras los ataques del 11/9. Obviamente, los Estados Unidos han estado involucrados en el área desde años anteriores, pero el 11/9 la redefine principalmente como la región en la que se enfrentó a los yihadistas. Esa lucha ha tenido muchas fases y en las últimas semanas parece haber entrado en una nueva.
Algunos aspectos de este cambio eran esperados. Ya se sabía que las tensiones entre Irán y los países vecinos aumentarían a medida que los EE.UU. se retiraban de Irak e Irán se hizo entonces más firme. Y también se esperaba que las relaciones entre Estados Unidos y Pakistán llegaran a una crisis antes de que fuera posible entablar negociaciones viables con los talibanes afganos.


Sin embargo, hubo otros acontecimientos francamente sorpresivos. Se esperaba que Hamas respondiera a los eventos en Egipto y que la Autoridad Nacional Palestina buscara legitimidad a través de la búsqueda de reconocimiento de la ONU tratando de crear una gran crisis con Israel, argumentando que la creación de una crisis fortalecería a las fuerzas anti-gubernamentales en Egipto, aumentando las posibilidades para la creación de un nuevo régimen que pusiera fin al bloqueo en Gaza y suspendiera el tratado de paz con Israel. También se esperaba un intenso lanzamiento de cohetes hacia Israel que la fuerza de Fatah para apoyar una intifada o ser marginados por Hamas. Aquí estábamos claramente equivocados. En lugar de eso Hamas se movió para llegar a un acuerdo por el intercambio del soldado cautivo Gilad Shalit, de las Fuerzas de Defensa de Israel, que ha reducido las tensiones entre Israel y Hamas.
El error nació de la incapacidad para comprender cómo el aumento de las tensiones árabe-iraníes podría limitar el margen de maniobra de Hamas. Tampoco se tuvo en cuenta el hecho de que dada la debilidad de las fuerzas de oposición en Egipto -algo sobre lo que se había escrito extensamente- Hamas no vería una oportunidad para reformar las políticas en Egipto. Las principales fuerzas en la región, particularmente el fracaso de la Primavera Árabe en Egipto y la intensificación del ascenso de Irán, hicieron obviar el entendimiento de la lógica de Hamas. La liberación de Shalit, a cambio de más de 1.000 prisioneros palestinos, constituye una nueva etapa en las relaciones entre Israel y Hamas. Veamos cómo esto se relaciona con Irán y Pakistán.

El juego de Irán
Los iraníes probaron su fuerza en Bahrein, donde los chiíes se levantaron contra sus gobernantes sunitas con al menos un cierto grado de apoyo de Irán. Unidos a Arabia Saudita por una calzada, ésta percibe el hecho como una puesta a prueba de su voluntad, interviene con una fuerza militar para reprimir a los manifestantes y bloquear a los iraníes. Para Irán, Bahrein era simplemente una sonda, la respuesta de Arabia no representó un importante cambio en la suerte de Irán.
El juego principal de Irán está en Irak, donde la retirada de Estados Unidos está llegando a su fase final. Algunas tropas podrán quedarse en el Kurdistán iraquí, pero no serán suficientes para delinear los acontecimientos en Irak. Los iraníes no tendrán el control de Irak, pero tienen suficientes aliados, tanto en el gobierno y en los grupos externos, que serán capaces de bloquear las políticas que se les opongan, ya sea a través del sistema político iraquí o mediante la interrupción del gobierno. Irán no va a gobernar, pero nadie será capaz de gobernar en oposición directa con ellos.
En Irak, Irán ve la oportunidad de extender su influencia hacia el oeste. Siria es aliado de Irán, y a su vez respalda en forma conjunta al Hezbollah en el Líbano. La perspectiva de una retirada de EE.UU. de Irak abrió la puerta a una esfera de influencia iraní a lo largo de la frontera sur de Turquía y a lo largo de la frontera norte de Arabia Saudita.

El punto de vista de Arabia
Los orígenes de la revuelta contra el régimen del presidente sirio Bashar al Assad no son claras. La crisis se puso de manifiesto durante la inestabilidad general de la Primavera Árabe pero luego tomó un rumbo diferente. El régimen de Al Assad no se derrumbó, al Assad no fue reemplazado por otro partidario del régimen, como sucedió en Egipto, y la oposición no se desintegró tan simplemente. En nuestra opinión, la oposición no era tan poderosa como lo retrataron los medios de comunicación occidentales, ni el régimen de Al Assad era tan débil. Se ha sostenido por mucho más tiempo de lo que los demás esperaban y no muestra ninguna inclinación por capitular. Por un lado, la existencia de órganos como la Corte Penal Internacional le marca a Al Assad un destino en caso de retirarse, lo que hace difícil una salida negociada. Por otra parte, Al Assad no ve como la necesidad de renunciar.
Dos gobiernos se han convertido en especialmente hostiles a Al Assad: el gobierno de Arabia Saudita y el gobierno turco. Los turcos intentaron negociar una solución en Siria y fueron rechazados por Al-Assad. No está claro el grado en que estos gobiernos ven a Siria simplemente como un problema aislado en su frontera o como parte de una amenaza iraní generalizada. Pero está claro que los saudíes son extremadamente sensibles a la amenaza iraní y ven la caída del régimen de Al-Assad como esencial para poner límites a los iraníes.
En este contexto, la última cosa que los sauditas quieren tener es un conflicto con Israel. Una guerra en Gaza hubiera dado al régimen de Al-Assad la oportunidad de entrar en Israel, por lo menos a través del Hezbolá, y retratar a toda la oposición al régimen como factores de debilitamiento en la lucha contra los israelíes. Esto habría permitido a Al-Assad solicitar la ayuda de Irán contra Israel y, no por casualidad, también para ayudar a mantener su régimen.
No estaba claro que el apoyo saudita a los sunitas sirios sería suficiente como para obligar al régimen de Al-Assad a colapsar, pero está claro que una guerra con Israel habría hecho que fuera mucho más difícil de derribar. No está claro si Hamas se inclinaba o no hacia una nueva ronda de combates contra Israel. Lo que está claro es que los saudíes, viéndose a sí mismos atrapados en una lucha con Irán, no entregarían a los iraníes una excusa para involucrarse aún más de lo que ya estaban. Trataron de impedir cualquier apetito que Hamas pudiera haber  tenido para entrar en guerra.

Hamas y Egipto
Hamas también cifró sus esperanzas en la disolución de Egipto. Desde su punto de vista, la inestabilidad en Egipto abría la puerta a un cambio de régimen. Durante un período prolongado de tiempo parecía posible que la primera fase de los disturbios sería seguida por unas elecciones que los islamistas podrían ganar o de otra oleada de disturbios que en realidad derrocarían al régimen. Quedó claro hace meses que en lugar de eso la oposición al régimen egipcio también se dividió. Pero fue la semana pasada el momento en que el poder del régimen se puso de manifiesto.
El 09 de octubre una demostración de coptos se tornó violenta y dio lugar a enfrentamientos sectarios con los musulmanes. Esto le dio al gobierno la oportunidad de demostrar su determinación y capacidad, sin la participación directa de grupos islamistas. El régimen actuó brutalmente y de manera eficiente para aplastar las manifestaciones y lo que es importante, lo hicieron con algunos elementos islamistas que tomaron las calles superando a los coptos. Las calles pertenecían a las fuerzas armadas y a las turbas islamistas, luchando en el mismo bando.
Una de las cosas que Hamas tuvo que tragarse fue el hecho de que fue el gobierno egipcio jugó un papel decisivo en la negociación por el intercambio de prisioneros. Normalmente, los islamistas se han opuesto al mismo proceso de negociación, por no hablar de sus posibilidades de éxito. Pero teniendo en cuenta lo que había sucedido una semana antes, los islamistas estaban contentos de no hacer un problema por los tratos del gobierno egipcio. Tampoco los saudíes financiaron los disturbios de Egipto como lo harían con los disturbios de Siria. Egipto, el mayor país árabe que nunca ha estado en buenos términos con Irán, es un lugar donde los saudíes no quieren ver caos, sobre todo con un Irán cada vez más poderoso y con los disturbios en Siria estancados.

Los perfiles de Washington con Riad
En medio de todo esto, Estados Unidos anunció el arresto de un hombre que presuntamente estaba intentando, en nombre de Irán, contratar a un mexicano para matar al embajador saudí en Estados Unidos. Hubo una seria discusión sobre la importancia de este supuesto complot, que en base a la evidencia presentada no era particularmente impresionante.
Sin embargo -y esta es la parte importante- la administración del presidente de EE.UU., Barack Obama, decidió que se trataba de un caso intolerable que requería medidas más agresivas contra Irán. Los saudíes han estado pidiendo a los Estados Unidos una acción pública en contra de Irán, tanto para aliviar la presión sobre Riad como también para dejar en claro que Estados Unidos está comprometido en la confrontación contra Irán junto con los saudíes. Bien puede haber más pruebas en el intento de asesinato para alegar que es más grave de lo que parecía, pero lo que está claro es la intención de Estados Unidos de utilizar el plan para aumentar la presión sobre Irán -psicológicamente, por lo menos- más allá del enfoque bastante inconexo que había estado tomando hasta entonces. El gobierno incluso lanzó la cuestión nuclear en la mesa, un tema sobre el que todo el mundo había sido indiferente por un tiempo.
La pesadilla de Arabia ha sido que los Estados Unidos decidan llegar a un acuerdo con Irán como una forma de crear un orden estable en la región y garantizar el flujo de petróleo. Se habló de esta posibilidad en el pasado, señalando que el interés de Estados Unidos en la protección de Arabia Saudita no es absoluto y que Estados Unidos podría elegir ponerse de acuerdo con los iraníes, aunque el régimen no sea particularmente atractivo para los Estados Unidos y la historia nunca es una guía de lo que Washington pueda hacer a continuación.
Los saudíes quedaron obviamente encantados con la respuesta y la retórica estadounidense del supuesto asesinato. Esto no sólo alivió la sensación de aislamiento de los saudíes, sino que también cerró la puerta a posibles acuerdos laterales. Al mismo tiempo, Estados Unidos probablemente atacaba la posibilidad de que Arabia Saudita tratara de organizar su propio acuerdo con Irán antes de que Washington hiciera su movida. Con esta acción, Estados Unidos se unió a la cadera de los saudíes en una coalición anti-iraní.
Los israelíes no tienen nada de qué quejarse. Ellos no quieren que el régimen sirio caiga y prefieren el régimen de Al-Assad al que conocen antes que un desconocido régimen sunita potencialmente islámico. El apoyo saudita a la oposición siria molesta a los israelíes, pero es poco probable que funcione. Más les moleta una intervención militar turca. Pero, al final, Irán es lo que preocupa a la mayoría y cualquier señal de que la administración Obama está reaccionando negativamente frente a los iraníes, cualquiera sea el motivo (e incluso si no hay un motivo claro), los hace felices. Ellos querían un acuerdo sobre la liberación de Shalit. Pero incluso si el precio era alto, este no era el momento para que Estados Unidos se concentrara en ellos en lugar de los iraníes. Los israelíes podrían estar dispuestos a ir más allá en las negociaciones con Hamas si Estados Unidos se centra en Irán. Y Hamas estaría dispuesto a ir más allá con Israel si los saudíes se lo indican, lo cual es un precio que estarán felices de pagar a cambio de un enfoque en Irán.

La retirada de Estados Unidos de Afganistán
Para Estados Unidos hay otra dimensión a la atención sobre Irán: Pakistán. El punto de vista de Pakistán sobre Estados Unidos, según lo expresado por muchos paquistaníes destacados, es que Estados Unidos ha perdido la guerra contra los talibanes afganos. Esto significa que las negociaciones que tienen lugar serán simplemente acerca de cómo Estados Unidos, en sus palabras, se "retira", en lugar de negociaciones sobre las garantías de Pakistán de apoyar la lucha contra los yihadistas, junto con un proceso de retirada de Estados Unidos. Si los paquistaníes están en lo cierto y Estados Unidos ha sido derrotado, entonces, evidentemente, su posición de negociación es la correcta.
Para que haya algún progreso en las conversaciones con los talibanes y Pakistán, Estados Unidos debe demostrar que no ha sido derrotado. Para ser más precisos, debe demostrar que, si bien es posible que no cumpla con los requisitos de la victoria (que se define como la creación de un Afganistán democrático), Estados Unidos se prepara para llevar a cabo operaciones contra los yihadistas en forma indefinida, incluidos los vehículos aéreos no tripulados y los ataques de las fuerzas de operaciones especiales en Pakistán. Incluso Estados Unidos podría entrar en una relación aún más estrecha con la India si Pakistán se resiste. No puede haber de retiro a menos que los paquistaníes entiendan que no ha habido una abrumadora presión política interna en el gobierno de Estados Unidos para retirarse. La paradoja aquí es fundamental: aunque Pakistán considera que Estados Unidos debe retirarse, no le va a proporcionar el apoyo necesario para permitir que se retire. Además, la retirada no significa que las operaciones contra los yihadistas no impliquen una realineación estratégica con la India. Estados Unidos necesita hacer la prueba, Pakistán se enfrenta a riesgos cuando asume que la imposibilidad de Estados Unidos de lograr todos sus objetivos significa que ha sido derrotado.
La reacción del gobierno de Obama sobre el presunto plan de asesinato iraní es un paso psicológico vital contra Pakistán. La retórica de Pakistán es que Estados Unidos es simplemente incapaz de hacer valer su poder en la región. La respuesta de Estados Unidos es que no sólo es capaz de afirmar un poder sustancial en Afganistán y Pakistán, sino que también no le teme a una confrontación con Irán por un intento de asesinato en Estados Unidos. Si Obama ha reaccionado de manera exagerada es una reacción exagerada que dará de qué hablar en Islamabad. Obviamente, esto tiene que ir más allá de gestos simbólicos, pero si lo hace, cambia la dinámica de la región, aunque con el riesgo de enredarse con Irán.

Re-evaluación de la región
Hay muchas piezas móviles. No sabemos exactamente en qué medida la administración de Obama está dispuesto a asumir el tema de Irán, o si éste se evaporará. No sabemos si el régimen de Assad va a sobrevivir o qué harán Turquía y Arabia Saudita al respecto. No sabemos si, al final, el régimen egipcio va a sobrevivir. No sabemos si los paquistaníes entienden el mensaje que Estados Unidos les envió.
Lo que sí sabemos es esto: la crisis que se esperaba para finales de año en Irán ya está aquí. Afecta los cálculos desde El Cairo a Islamabad. Cambia las ecuaciones, incluyendo la dinámica de Hamas e Israel. Se trata de una crisis que todo el mundo esperaba, pero que nadie sabe cómo jugar. Estados Unidos no tiene una hoja de ruta y tampoco la tienen los iraníes. Pero esta es una oportunidad histórica para Irán y un reto fundamental para los saudíes. Estados Unidos ha puesto algunas fichas en la mesa pero todavía no los grandes. Pero el hecho de que Obama haya hecho uso de una retórica más intensa de la que suele utilizar es significativo en sí mismo.
Todo esto no nos da una respuesta definitiva sobre la dinámica de la región y sus interconexiones, pero sí nos da una plataforma para comenzar a re-evaluar el proceso regional.


No hay comentarios: