Los bancos programan la crisis para ganar con ella
Economista ecuatoriano, nombrado por Rafael Correa
para impulsar el Banco del Sur y la moneda única para la región, señala los
intereses ocultos tras la crisis, provocada por los mismos que hoy definen las
políticas de ajuste.
El gobierno de Ecuador fue uno de los precursores en la necesidad de construir una nueva arquitectura financiera para la región. Pedro Páez Pérez, economista ecuatoriano, estrechamente ligado a Rafael Correa, participó activamente en esa construcción, primero desde los cargos que ocupó en el gobierno de Quito y ahora como titular de la comisión presidencial ecuatoriana para una Nueva Arquitectura Financiera. Participó en Buenos Aires en diversos seminarios y conversó con Página/12, planteando un durísimo enfoque sobre las causas de la crisis financiera y quienes la impulsan para beneficiarse con ella.
–Por experiencia, ya sabemos cómo terminan las
políticas de ajuste. ¿A usted no le sorprende este error de diagnóstico de los
líderes europeos entre lo que se busca y lo que resultará de estos ajustes?
–No se trata de un error de diagnóstico. Las crisis
están programadas para ganar con ellas. Los mismos que arman los ataques
especulativos son los que están al mando de estas políticas. Pasó en Estados
Unidos, con la crisis de la deuda. No había ninguna razón objetiva para pensar
que podía ir al default. No había ninguna cuestión económica que le impidiera
pagar una deuda en dólares, cuando es el país emisor de los dólares. No había
ninguna cuestión técnica que le impidiera seguir endeudándose. Y sin embargo se
armó una ficción política de un techo al endeudamiento cuyo propósito era
justificar el ajuste que luego se vino, obligando a la población a pagarlo.
Ahora sucede lo mismo en Europa, que empezó por Grecia: Goldman Sachs armó el
maquillaje para endeudar al país, y ahora la respuesta es más ajuste y
privatizaciones. Que no resuelve el problema de los bancos acreedores, pero sí
va a ser un gran negocio para los que se beneficien con las privatizaciones. Y
además va a servir para dejar caer la cotización del euro.
–¿En contra del dólar? ¿Es una lucha de Europa
contra Estados Unidos?
–Es una guerra entre facciones, que no
necesariamente se definen por límites geográficos. Hay una línea de bancos
estadounidenses y británicos de un lado, que disputan negocios contra los
mayores bancos europeos del otro. Pero a su vez hay algún gran banco francés
más ligado a los capitales angloestadounidenses, y otros norteamericanos
vinculados con el capital europeo. Por ejemplo, Lehman Brothers. No es casual
que cuando cae, en 2008, inmediatamente sube el dólar.
–¿Quiere decir que golpeó más a Europa que a
Estados Unidos?
–A Estados Unidos le sirvió para justificar la
enorme inyección de fondos a favor de la banca. Sin la crisis de Lehman
Brothers, era inpracticable. Fondos que fueron a los mismos bancos que
provocaron la crisis de las subprimes, fondos que fueron a inflar nuevas
burbujas. Incluso ahora se reconoce que los recursos que aportó el sector
público, por diversos mecanismos, fue diez veces lo que en su momento se
reconoció. Llegó a 16 billones de dólares, una cifra equivalente al PIB
estadounidense. Y fue a los bancos. El poder político no va a permitir una
solución por vía de créditos al sector productivo, porque desnudaría la
responsabilidad de los bancos y los llevaría a pagar los costos.
–Y de ahí el epicentro de la crisis se mudó a
Europa...
–Que responde con más ajuste, más inyección de
fondos a favor de los bancos. Empezaron con Grecia, pero tienen que seguir con
otros países para mantener esta disputa entre facciones. Y otra vez se
comprueba, como en el caso de Estados Unidos, que no hay cuestiones objetivas
en la justificación de las políticas de ajuste, sino necesidades políticas de
los grupos financieros que dominan la escena. En el caso de España, por
ejemplo, hasta la crisis se observa que tuvo un mejor comportamiento fiscal que
Alemania, con menos déficit, hasta que tuvo que socorrer a los bancos. Entonces
no fue culpa del Estado, sino de los bancos. Y sin embargo la respuesta fue
aplicar un duro ajuste. Ahora es el turno de Italia, donde se está
desarrollando un fuerte proceso de desestabilización. Hasta lo de Libia es
parte de la guerra entre facciones, en una lucha por el control del principal
abastecedor de petróleo y gas para la Europa mediterránea.
–No le voy a pedir que me cuente cómo termina esta
guerra, pero sí que hablemos de qué tipo de prevenciones debería tomar
Latinoamérica ante este cuadro.
–No sabemos exactamente cómo termina, pero sí
podemos percibir que estamos viviendo un proceso de creciente desigualdad y
desequilibrio. Y a diferencia de otras crisis, que superado el episodio vuelven
a restablecerse ciertas condiciones de equilibrio, ahora lo que se ve es que la
distorsión en los precios relativos, de las materias primas, de los metales, no
va a volver necesariamente a su curso. Porque están inflados por la
especulación, medidos en monedas que también tienen un valor ficticio. Estamos
viviendo un estado de fuerte desequilibrio en el que los capitales
especulativos siguen teniendo el control. Estamos en una situación gravísima.
Lo bueno es que la región tiene las herramientas para salir por sí misma de
esta crisis. Tiene la solución en sus manos, no depende de nadie. Pero tiene
que haber decisión política para aplicarla.
–Sintéticamente, ¿en qué consiste esa solución?
–Lo fundamental es desarrollar los instrumentos que
estamos proponiendo para lograr desconectarse de los mecanismos de impacto
inmediato de la crisis. Empezar a desarrollar el intercambio comercial con una
moneda propia, distinta del dólar, para lo cual el sucre es una experiencia
interesante. Crear nuestros propios organismos financieros de respaldo, como el
Fondo del Sur. Y nuestras propias herramientas de financiamiento del
desarrollo, como el Banco del Sur. Además, las economías de Latinoamérica son
de las pocas que hoy están creciendo genuinamente en el mundo, y todavía con
una enorme necesidad de obras de infraestructura para hacer sustentable en el
tiempo ese crecimiento. Pensemos nomás en las obras que faltan en materia de
energía, o en transporte para ligar todo el continente. Se necesitan sumas
enormes, pero es una inversión de rendimiento seguro en el tiempo. Justo lo que
necesitan hoy los mercados financieros de los países centrales: encontrar
inversiones de largo plazo rentables y seguras, que sean más atractivas que la
especulación de corto plazo. Hay que tener en cuenta que ésta es una crisis de
abundancia de capitales financieros que no encuentran atractivos en la economía
real. Hoy los bancos europeos ya ofrecen tasas negativas, es decir que les
cobran a las instituciones o países depositantes por guardarles el dinero. Y a
Latinoamérica lo que le sobran son proyectos de inversión rentables en el
tiempo.
–¿Hasta qué punto han logrado avanzar los países de
la Unasur en acordar criterios de financiación e impulso a este tipo de
proyectos?
–Ahora mismo hay un debate acerca de si el BID, que
está pidiendo participar, debe intervenir o no. Yo creo que no hay problemas en
que intervenga, siempre que la agenda sea la que proponga el Consejo de
Ministros de la Unasur. Ya sabemos bien cómo son las propuestas del BID y los
límites que plantea, por ejemplo, a la financiación de proyectos de desarrollo.
Si hablamos de energía, no tienen ningún problema en financiar la investigación
en energías alternativas, como la eólica. Pero si queremos desarrollar en
Latinoamérica una investigación sobre petróleo, ya sea para generar formas más
eficientes de búsqueda o explotación, o para mejorar el medio ambiente, no hay
recursos del BID. Lo mismo ocurre con los proyectos hidroeléctricos, a los que
niegan el financiamiento. Entonces, hay una lógica de que los proyectos más
rentables y el uso de recursos naturales ya conocidos deben quedar para el
capital privado, preferentemente extranjero. Y los desarrollos más caros, menos
rentables, para los Estados. Lo mismo sucede con la educación. Si se revisan
los proyectos que financia el BID, se verá que siguen el modelo chileno, el de
la educación arancelada en las universidades, por ejemplo. ¿Por qué tenemos que
seguir esta lógica, que profundiza la dependencia?
–Lo curioso es que, además, el BID tenga esta
política de restringir los recursos no porque no los tenga, sino cuando hay
abundancia de liquidez en los mercados financieros.
–Hay algo más grave que eso: el BID ha perdido un
cuarto de su capital social en tres años como consecuencia de haber invertido
fondos en activos tóxicos en Estados Unidos. ¿Qué necesidad tenía de estar
especulando con recursos que debían ser para el desarrollo y la integración
regional? Además, lo hizo después de 2007, cuando ya la curva de rendimientos
de estos activos indicaba que algo raro estaba pasando e iba a pasar en los
mercados especulativos. Y lo siguió haciendo hasta 2010. Claro, mientras tanto
maquillaba los balances para que no trascendiera. Pero recientemente un
legislador estadounidense, Richard Lugar, los obligó a reconocer en una
comisión del Senado que habían mentido. Y no es un senador de izquierda, es uno
de los líderes del partido republicano.
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