La narcoguerra en Chihuahua, historias de víctimas acusadas de victimarios
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Sin más arma que “la verdad”, cada vez crece el
número de familias que se atreven a alzar la voz para evidenciar las
injusticias de un gobierno que, dicen, aplica mano dura no contra los
verdaderos delincuentes, sino contra ciudadanos inocentes detenidos por
encontrarse en el lugar y el momento equivocados o, peor aún, por el sólo hecho
de llevar el mismo apellido que el presunto delincuente.
Es el caso de Martín Sáenz Martínez y Miguel Ángel
Valles Carrasco, dos “víctimas del sistema”, cuyos padres se han dedicado desde
hace tres años a tratar de probar su inocencia, con el apoyo de organizaciones
civiles.
En junio de 2009 Martín estudiaba la carrera de
Comercio Internacional en la Universidad Regional del Norte, cuando fue
aprehendido por la policía por sus presuntos vínculos con una banda de
secuestradores llamada La Familia por tratarse de integrantes de un mismo
núcleo familiar.
Según la Fiscalía General, la banda siempre andaba
de un lado a otro con sus familiares e hijos, rentaban viviendas, convivían con
la comunidad. Las mujeres jugaban un rol importante en el grupo dirigido por
Martín Sáenz de la Cruz, prófugo de la justicia: conseguían información sobre
sus potenciales víctimas.
Martín Sáenz fue detenido por llevar el apellido “Sáenz”
El joven de 21 años de edad fue absuelto en un
juicio oral el pasado 28 de diciembre, pero la Fiscalía apeló la decisión.
“El Ministerio Público tiene la consigna de no
dejarlo salir, pues su captura fue exhibida ante los medios de comunicación
como un gran golpe de las autoridades”, asegura Aurora Inés Martínez Rodríguez,
madre de Martín, preso en el Centro de Reinserción Social de esta ciudad.
El 5 de junio de 2009 agentes policiacos arribaron
a la casa de la familia Sáenz Martínez, en Ciudad Juárez, con una orden de
cateo. Antes de dejar el domicilio tomaron una cámara de video, dinero y joyas.
Posteriormente, Martín recibió una llamada telefónica y le pidieron que fuera a
las instalaciones de la PGJE para que recuperara la cámara. Al llegar al lugar
fue aprehendido.
Después de tres días su familia supo que Martín
estaba detenido, acusado de pertenecer a La Familia. Días después fue
presentado a los medios de comunicación, junto con Jorge Daniel Griego, Daniel
Ricardo Jáquez Barrón, César Alejandro Jiménez, Alberto Guadalupe Reyes García,
Homero Gallegos Sifuentes y David Trejo García.
“Mi hijo estaba en Juárez, estudiaba. Los maestros
y la misma escuela ya han enviado oficios, han dicho que Martín estaba en
clases y dan fe de su comportamiento, y aun así lo quieren mantener detenido”,
dice Aurora Martínez.
La madre de Martín asegura que los detenidos no se
conocían entre sí, y por lo menos a otro de los jóvenes, Daniel Ricardo Jáquez
Barrón, también de Ciudad Juárez, tampoco le han comprobado su culpabilidad,
añade. La madre de este último ha recorrido el mismo camino que Aurora Inés en
busca de la libertad de su hijo. Ambos siguen presos.
Aurora Inés admite que dos tíos de Martín están
relacionados con La Familia por el lado paterno. Sin embargo, aclara, el padre
nunca se hizo cargo de la manutención y, por tanto, ninguno de sus tres hijos
tuvo relación con esa familia, cuyos integrantes fueron detenidos en el estado
de Querétaro.
De víctima a victimario
El de Miguel Ángel Valles Carrasco es otro más de
los casos donde prevalece la injusticia sin que las autoridades, dicen sus
familiares, hagan nada por investigar los hechos verdaderos.
El 7 de junio de 2009 Miguel Ángel acudió a casa
de sus padres para comer con ellos. De regreso a su domicilio, alrededor de las
18:00 horas, salió en una camioneta Captiva, propiedad de su hermana.
Miguel se llevó la unidad para hacerle el cambio
de placas el siguiente lunes, debido a que tenía matrículas de Coahuila. Antes
de llegar a su casa se dirigió a un centro comercial, ubicado en el cruce de
Universidad y Américas, en esta ciudad.
Cuando circulaba por la avenida Américas y José
María Mata, a unas cuadras del centro comercial, empezó a seguirlo un vehículo
Dodge Charger rojo que minutos después le cerró el paso, hechos que constan en
los videos captados por las cámaras de la Dirección de Seguridad Pública
Municipal.
Los tripulantes de la Charger obligaron a Miguel
Ángel a descender de su automóvil, al tiempo que disparaban a una de las
llantas.
Los agresores intentaron llevarse la camioneta,
pero no pudieron hacerlo porque la llanta quedó inservible. Una cuadra más
adelante, dejaron la unidad prendida, según consta en el expediente.
En ese momento, los sujetos de la Charger
recibieron una llamada en la que les pedían que se dirigieran a la plaza
comercial Galerías porque necesitaban refuerzos, debido a que había un
enfrentamiento con militares en el lugar.
Antes de partir ordenaron a Miguel Ángel que se subiera a la unidad.
“Les dije que para qué, si ya tenían la camioneta,
que se la llevaran. Me gritaban que me subiera en el asiento de enfrente y no
los viera. Hicieron que me subiera del lado del copiloto, iba metido en el
habitáculo, pero los pies y el resto del cuerpo recargados en el asiento con la
cara agachada para evitar verlos y así hacer lo que ellos me ordenaban”, relata
la víctima en una serie de cartas que escribió durante un año y medio y que su
familia publicó en una edición casera llamada “Cartas de un prisionero de alma
libre”.
Llegaron al lugar del enfrentamiento y los sujetos
de la Charger comenzaron a disparar contra una camioneta Durango plateada.
“Lo pude ver en momentos porque el ruido de los
disparos en ocasiones era ensordecedor y trataba de ver qué estaba sucediendo
para tratar de resguardarme lo mejor posible. Lo menos que quería era morirme
de un balazo”, escribe Miguel Ángel.
Luego de que uno de los delincuentes fue herido de
bala, huyeron del lugar. Según el relato de Miguel Ángel, escuchaba la sirena
de las patrullas que los seguían y sintió alivio.
Una bala ponchó el auto. Los delincuentes
intentaron huir, pero los policías les dieron alcance. Miguel respiró y dio
gracias a los agentes. Explicó: “Señor, ellos me levantaron, gracias por
llegar”. “No te pregunté, perro”, fue la respuesta que recibió.
Enseguida fue trasladado a la V Zona Militar,
junto con sus captores. “No creía lo que estaba sucediendo, en vez de sentirme
salvado o rescatado de esa situación, me estaban tratando como basura, como un
agresor, como un delincuente más…”.
No sólo eso: uno de los policías municipales le
robó un reloj que su padre le había regalado en Navidad, y también se llevaron
su cartera y su celular.
“Me dijeron que si preguntaban por mis
pertenencias les dijera que no traía nada. Respondí: ‘ok ok’, ya no quería que
me golpearan más”.
Ya en la V Zona Militar, Miguel insistía que había
sido víctima de secuestro. “Hubo un militar, supongo, que empezó a darme la
razón porque a las otras dos personas que llevaban conmigo las seguían
golpeando y castigando. Me dijo: ‘no te preocupes, ya se está aclarando,
¿necesitas algo?’. Me llevó a sentarme a un catre o algo así. Me dijo: ‘¿verdad
que soy un amor?’”.
Continuó el interrogatorio y le preguntaron para
quién trabajaba. Después lo llevaron a una celda, donde permaneció con los ojos
vendados. Posteriormente le ataron las manos atrás y lo recargaron sobre algo
“que parecía rejas”, según Miguel Valles.
Cuando fueron detenidos, los captores de Miguel
Ángel aseguraron que no lo conocían y que iba con ellos porque les había pedido
un aventón. Sin embargo, al llegar a la delegación de la Procuraduría General
de la República (PGR) cambiaron su declaración y lo inculparon. Ya habían sido
asesorados por su abogado, el defensor que les había puesto “La Línea”, grupo
delictivo al que pertenecen los sujetos que plagiaron a Miguel Ángel.
Mientras eso sucedía, la familia ya lo había
buscado en cárceles y hospitales. “Pasamos horas afuera de hospitales, llegaban
muchos baleados y ninguno era él”, recuerda su hermana Maricarmen, quien
asegura que a días antes a ella también habían intentado robarle la camioneta.
Un día después de la desaparición de Miguel Ángel
supieron dónde estaba. El abogado de los otros dos detenidos, Eduardo Pérez
Campos, les ofreció sus servicios, pero no los aceptaron, convencidos de la
inocencia de Miguel Ángel.
El 10 de junio la prensa lo presentó como delincuente, junto con sus captores:
“Consignan a narcos de enfrentamiento en plaza Galerías”, “Fue un
enfrentamiento militares-sicarios; un soldado herido”.
Miguel Valles fue consignado por el Ministerio
Público Federal al Juzgado Tercero de Distrito como presunto responsable de
delitos contra la salud, homicidio en grado de tentativa contra un militar,
violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y delito cometido contra
servidores públicos.
Después de tres años en la cárcel, la juez Alma
Delia Delgado Ramírez lo condenó a 24 años y ocho meses de prisión.
En septiembre de 2011 fue trasladado al Centro
Federal de Reinserción Social número 9 en Ciudad Juárez, y el pasado 21 de
marzo lo cambiaron a un Cefereso de Guanajuato, lo que colocó a la familia en
una situación más difícil.
“Es un momento difícil para todos los que queremos
a Maic, en el que Dios pone a prueba nuestra fe, ¡que no decaiga el ánimo Maic,
estamos contigo!”, se lee en el perfil de Facebook de la familia de Miguel
Ángel.
Una y otra vez, la familia Valles Carrasco ha
explicado a las autoridades que Miguel Ángel es inocente, y ha aportado
pruebas.
“Encontraron la camioneta abandonada y no tomaron
en cuenta ese detalle, a pesar de que a mí me la habían intentado robar una
semana antes”, explica Maricarmen Valles.
“Les llevamos al encargado del monitoreo de videos
de Seguridad Pública Municipal, porque no lo habían llamado a declarar. Un
perito aprobó la veracidad del video del momento en el que le cerraron el paso
a mi hijo y tienen la denuncia de desaparecido cuando no sabíamos dónde estaba.
Mandamos a hacer un peritaje particular que sacó el pedazo de la llanta de la
bala que tenía la camioneta cuando le dispararon para evitar que circulara”,
añade el padre.
Además, dice que hay una serie de incongruencias y
contradicciones en la declaración de los militares y policías municipales. Unos
aseguran que aprehendieron a Miguel Ángel y a sus captores en Plaza Galerías y
los otros que en el parque El Reliz, como realmente fue.
Sobre la prueba de radizonato, que salió positiva,
la familia argumenta que Miguel Ángel estaba cerca de sus plagiarios cuando
dispararon durante la balacera y permaneció agarrado del tablero.
“Esa es la prueba más fuerte y, aun así, la
persona que entregó el peritaje puso fecha de dos meses antes de los hechos, ya
que trae como fecha abril del 2009”, dice el padre de la víctima, quien maldice
las trabas gubernamentales y las murallas de sordera burocrática.
Cuando Miguel Ángel y sus captores fueron
consignados el Juzgado Tercero de lo Penal y trasladados al Cereso de Aquiles
Serdán, los dos últimos declararon que la droga y las armas eran de Miguel
Ángel, aunque durante el primer careo dijeron que no lo conocían. Estas últimas
declaraciones no fueron tomadas en cuenta por la juez, según consta en el
expediente 80-2009.
Miguel Ángel, su defensa y la familia han señalado
que todas las pruebas que lo favorecen han sido rechazadas. Lo del carro
abandonado, según la juez, podría ser un montaje, pero no lo ha comprobado.
“Tanto el video como el reporte del auto abandonado ocurrieron antes de que se
suscitara la detención de la Charger. Son pruebas fehacientes de que fue
secuestrado”, insiste su padre.
Advierte, asimismo, que solicitarán un amparo y,
de ser necesario, llevarán el caso hasta la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.
La reclusión
En las cartas que ha escrito desde que se
encuentra preso, Miguel Ángel asegura que su peor época ha sido la del penal de
Aquiles Serdán, en 2009 y 2010. Los motines, balaceras y fugas evidenciaron la
falta de control de las autoridades en el Cereso, donde La Línea y Los Chapos,
dice, tenían controladas las áreas.
A Miguel le correspondió el área de La Línea,
donde tuvo que convivir con sus propios plagiarios.
De los supuestos cómplices, uno fue trasladado a
un penal de máxima seguridad en Nayarit y el otro, junto con Miguel Ángel, al
Cefereso de Ciudad Juárez.
El que fue a Nayarit, según los familiares de
Miguel Ángel, es un expolicía que estuvo implicado en los asesinatos de Villa
Ahumada. El otro fue gerente del restaurante japonés Akari y de una cadena de
pizzas. Según él mismo les contó, recibía cinco mil por robar un carro y
decidió continuar con esa actividad.
Cuando trasladaron a Miguel al Cefereso de Juárez,
la vida de la familia cambió radicalmente, ya que solo pueden verlo cada semana.
Sin embargo el pasado 21 de marzo fue trasladado a un Cefereso de Guanajuato.
“Gracias al excelente Sistema de Justicia en
México, esta próxima Navidad es la cuarta que paso en la cárcel, lejos de mi
familia siendo inocente. Gracias a la señora juez Alma Delia Delgado Ramírez,
que simple y sencillamente no admite las pruebas aportadas a favor de mi
inocencia, en cambio les concede toda la credibilidad a elementos del ejército
nacional que distan mucho de ser personas con moral y lo vertido por ellos en su
informe es falso, gracias a ustedes soldados, seguiré preso por sus
falsedades…”, escribió Miguel Ángel Valles Carrasco en la Navidad de 2012.
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