Por Nick Beams
2 Mayo 2013
En las
reuniones del Fondo Monetario Internacional y de los países que conforman el G-20
que tuvieron lugar la semana pasada, hubo más llamados para que se desarrollen
normas que estimulen la expansión económica mundial. No se presentó ninguna
medidas concreta para poner en práctica semejante plan a pesar de las
crecientes divisiones entre las principales potencias.
Aunque los debates no se caracterizaron por un ambiente de crisis, como sí había sucedido en las reuniones recientes, sin embargo los dominó el hecho de que no hay ninguna recuperación económica en el horizonte; más bien hay una tendencia cada vez más marcada de estancamiento y recesión.
El temor a una crisis económica inmediata ha retrocedido un poco, pero todavía existen inquietudes de que el programa de "impresión de dinero" que los bancos centrales principales buscan establecer bien podría causar una crisis en un futuro no muy lejano.
El comunicado lanzado por los países del G-20 aseveró que si bien había habido cierto progreso "se necesita mucho más para satisfacer nuestro compromiso de resolver la continua debilidad de la economía mundial".
Pero este palabrerío oficial sólo intentó cubrir los conflictos cada vez más profundos que estallaron durante las discusiones. El Financial Times reportó que se había producido un "agrio estancamiento" entre Alemania y Estados Unidos acerca del problema de realizar "firmes promesas" para estabilizar los niveles de deuda pública.
En una crítica al programa de austeridad que se está poniendo en práctica en Europa, el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Jack Lew, dijo que "una demanda mayor en Europa es crucial para la expansión mundial”. La referencia a la "expansión mundial" no es más que una cortina de humo. El gobierno de Obama desea que el programa de austeridad en Europa no sea tan severo para poder así beneficiar a las exportaciones de Estados Unidos al mismo tiempo que reduce los gastos en su propio país.
Posturas similares de auto preservación se reflejaron en las declaraciones de Lew en cuanto a temas de comercio. En una crítica a Alemania y Japón dijo que los países con grandes superávits comerciales tenían que hacer un esfuerzo mayor: "Se necesita hacer mucho más para fomentar un nuevo y efectivo equilibrio mundial, lo que requiere una demanda mayor en países con superávits y un progreso continuo hacia mayor flexibilidad en cuanto a los tipos [o tasas] de cambio en el mercado".
El ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, lanzó su propio contraataque, dirigiendo sus miras a Estados Unidos y Japón en virtud de sus altos niveles de deudas gubernamentales. "Los ajustes en el sector fiscal y financiero todavía son primordiales para poder ganar de nuevo la credibilidad perdida y fortalecer la confianza. La cooperación internacional todavía es crucial. A estas alturas críticas, es responsabilidad particularmente de las economías avanzadas, incluyendo a Japón y Estados Unidos, proceder hasta el final con una ambiciosa consolidación fiscal durante un plazo medio para así reducir las proporciones de deudas públicas, las cuales en varios casos han llegado a niveles insostenibles", dijo.
Schäuble insistió en que "si los ajustes necesarios se demoran, los riesgos para lograr la posibilidad de una recuperación mundial básicamente sensata y perdurable se agravarían". Advirtió que "nadie debería esperar que Europa va a generar altas tasas de crecimiento en los años venideros".
Al igual que en el caso de Estados Unidos, lo que motiva la postura alemana son los intereses nacionales. El gobierno alemán ahora resiste las exigencias de Estados Unidos por un mayor estímulo porque teme que tanto un compromiso para dar más fondos como mayores aumentos de las deudas podrían tener un impacto adverso sobre los bancos alemanes en beneficio de sus competidores norteamericanos.
El ministro de finanzas sueco, Anders Borg, unió su voz a la crítica de Schäuble: "la situación fiscal, insostenible en Estados Unidos y Japón, es una fuente de incertidumbre e inquietudes. Se deberían desarrollar inmediatamente planes fiscales verosímiles a mediano plazo", dijo.
Por otro lado, el tesorero australiano, Wayne Swan, defendió la postura de Estados Unidos y condenó la política de "austeridad sin sentido" que se llevaba a cabo en Europa.
En su informe semianual sobre la economía mundial, el FMI presentó una perspectiva positiva. Aunque sí afirmó que habría obstáculos en el camino del progreso y advirtió acerca de la recuperación basada en “tres velocidades" -Estados Unidos y varias otras economías se están recuperando, a otras les va bien, y otras, principalmente en Europa, son problemáticas- el FMI afirmó que "las perspectivas de la economía mundial han mejorado de nuevo".
Pero nadie prestó mucha atención a estos dichos porque las mismas esperanzas han surgido de todas las reuniones, celebradas durante la primavera, durante varios de los últimos años sólo para presenciar la explosión de una nueva crisis financiera o una expansión mucho menor de la que se había predicho para fin de año.
Las predicciones del FMI ya eran consideradas anticuadas al mismo tiempo que se hacían debido a la evidencia de la posición económica en proceso de deterioro en Estados Unidos y una expansión mucho más lenta de lo que se esperaba en China.
Las divergencias acerca de la presunta consolidación fiscal y la reducción de la deuda también se reflejaron en los debates acerca de la fabricación de dinero -medida iniciada por la Reservas Federal de Estados Unidos- por medio de la cual los bancos principales se responsabilizan de las compras en los mercados de bonos para aumentar el abastecimiento de dinero. Esta política se debatió ampliamente en las declaraciones públicas de los banqueros centrales y ministros de finanzas, así como también en sus conversaciones privadas Se debatió debido a la reciente decisión del Banco de Japón de duplicar la presente cantidad de moneda durante los próximos dos años para superar la deflación.
El comunicado de los países del G-20 trató de encubrir las diferencias. Repitió la postura que asumiera el febrero pasado: que los países deberían buscar la manera de equilibrar las tasas que el mercado determina, y que estos deberían "frenar las devaluaciones competitivas" y no usar los tipos de intercambios que ellos desean para poder competir.
No importan cuáles sean las posturas declaradas en público, el efecto de emitir dinero es rebajar el valor de la moneda. Esto se vio de la manera más clara en el caso del yen japonés, el cual ha caído más de un 20% durante los meses recientes.
Aunque los japoneses escaparon a la crítica oficial -el ministro de finanzas, Taro Aso, mostró un gran afán en expresarle a los reporteros que Japón no había sufrido ninguna crítica durante las reuniones- no significa que no hubiera críticas crecientes.
El ministro de finanzas de Corea del Sur, Hyun Oh Seok, dijo que la caída del yen causaba "inquietudes" e hizo un llamamiento a que se abandonara, con mucho cuidado, el régimen de una política basada en la expansión de dinero.
El jefe del Banco Central chino, Zhou Xiachuan, advirtió que "es necesario revalorar los beneficios marginales y los costos de semejante política después de varias rondas de emisión de moneda. La impresión prolongada podría exacerbar las vulnerabilidades económicas y afectar la estabilidad del sistema monetario internacional".
Jens Weidmann, miembro de la mesa directiva del Banco Central Europeo, expresó que "es evidente que, mientras más se prolongue una política monetaria ultra expansionista, más se agudicen los riesgos".
La directora ejecutiva del FMI comentó acerca de los temores que han surgido debido a la dirección que toma la expansión monetaria: "Es cierto que hemos oído de boca de todos los miembros [del FMI] que no es nada convencional que los bancos centrales…salten a un campo desconocido".
Una de las inquietudes principales es el efecto de ponerle paro al estímulo monetario de los mercados financieros. Si se le pone fin al programa de comprar bonos, es posible que haya una brusca caída en el valor de estos activos financieros, lo que ocasionaría una fuga y un aumento en las tasas de interés. Esto, a su vez, podría empeorar la crisis financiera y enredar más a los propios bancos centrales.
Aunque los debates no se caracterizaron por un ambiente de crisis, como sí había sucedido en las reuniones recientes, sin embargo los dominó el hecho de que no hay ninguna recuperación económica en el horizonte; más bien hay una tendencia cada vez más marcada de estancamiento y recesión.
El temor a una crisis económica inmediata ha retrocedido un poco, pero todavía existen inquietudes de que el programa de "impresión de dinero" que los bancos centrales principales buscan establecer bien podría causar una crisis en un futuro no muy lejano.
El comunicado lanzado por los países del G-20 aseveró que si bien había habido cierto progreso "se necesita mucho más para satisfacer nuestro compromiso de resolver la continua debilidad de la economía mundial".
Pero este palabrerío oficial sólo intentó cubrir los conflictos cada vez más profundos que estallaron durante las discusiones. El Financial Times reportó que se había producido un "agrio estancamiento" entre Alemania y Estados Unidos acerca del problema de realizar "firmes promesas" para estabilizar los niveles de deuda pública.
En una crítica al programa de austeridad que se está poniendo en práctica en Europa, el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Jack Lew, dijo que "una demanda mayor en Europa es crucial para la expansión mundial”. La referencia a la "expansión mundial" no es más que una cortina de humo. El gobierno de Obama desea que el programa de austeridad en Europa no sea tan severo para poder así beneficiar a las exportaciones de Estados Unidos al mismo tiempo que reduce los gastos en su propio país.
Posturas similares de auto preservación se reflejaron en las declaraciones de Lew en cuanto a temas de comercio. En una crítica a Alemania y Japón dijo que los países con grandes superávits comerciales tenían que hacer un esfuerzo mayor: "Se necesita hacer mucho más para fomentar un nuevo y efectivo equilibrio mundial, lo que requiere una demanda mayor en países con superávits y un progreso continuo hacia mayor flexibilidad en cuanto a los tipos [o tasas] de cambio en el mercado".
El ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, lanzó su propio contraataque, dirigiendo sus miras a Estados Unidos y Japón en virtud de sus altos niveles de deudas gubernamentales. "Los ajustes en el sector fiscal y financiero todavía son primordiales para poder ganar de nuevo la credibilidad perdida y fortalecer la confianza. La cooperación internacional todavía es crucial. A estas alturas críticas, es responsabilidad particularmente de las economías avanzadas, incluyendo a Japón y Estados Unidos, proceder hasta el final con una ambiciosa consolidación fiscal durante un plazo medio para así reducir las proporciones de deudas públicas, las cuales en varios casos han llegado a niveles insostenibles", dijo.
Schäuble insistió en que "si los ajustes necesarios se demoran, los riesgos para lograr la posibilidad de una recuperación mundial básicamente sensata y perdurable se agravarían". Advirtió que "nadie debería esperar que Europa va a generar altas tasas de crecimiento en los años venideros".
Al igual que en el caso de Estados Unidos, lo que motiva la postura alemana son los intereses nacionales. El gobierno alemán ahora resiste las exigencias de Estados Unidos por un mayor estímulo porque teme que tanto un compromiso para dar más fondos como mayores aumentos de las deudas podrían tener un impacto adverso sobre los bancos alemanes en beneficio de sus competidores norteamericanos.
El ministro de finanzas sueco, Anders Borg, unió su voz a la crítica de Schäuble: "la situación fiscal, insostenible en Estados Unidos y Japón, es una fuente de incertidumbre e inquietudes. Se deberían desarrollar inmediatamente planes fiscales verosímiles a mediano plazo", dijo.
Por otro lado, el tesorero australiano, Wayne Swan, defendió la postura de Estados Unidos y condenó la política de "austeridad sin sentido" que se llevaba a cabo en Europa.
En su informe semianual sobre la economía mundial, el FMI presentó una perspectiva positiva. Aunque sí afirmó que habría obstáculos en el camino del progreso y advirtió acerca de la recuperación basada en “tres velocidades" -Estados Unidos y varias otras economías se están recuperando, a otras les va bien, y otras, principalmente en Europa, son problemáticas- el FMI afirmó que "las perspectivas de la economía mundial han mejorado de nuevo".
Pero nadie prestó mucha atención a estos dichos porque las mismas esperanzas han surgido de todas las reuniones, celebradas durante la primavera, durante varios de los últimos años sólo para presenciar la explosión de una nueva crisis financiera o una expansión mucho menor de la que se había predicho para fin de año.
Las predicciones del FMI ya eran consideradas anticuadas al mismo tiempo que se hacían debido a la evidencia de la posición económica en proceso de deterioro en Estados Unidos y una expansión mucho más lenta de lo que se esperaba en China.
Las divergencias acerca de la presunta consolidación fiscal y la reducción de la deuda también se reflejaron en los debates acerca de la fabricación de dinero -medida iniciada por la Reservas Federal de Estados Unidos- por medio de la cual los bancos principales se responsabilizan de las compras en los mercados de bonos para aumentar el abastecimiento de dinero. Esta política se debatió ampliamente en las declaraciones públicas de los banqueros centrales y ministros de finanzas, así como también en sus conversaciones privadas Se debatió debido a la reciente decisión del Banco de Japón de duplicar la presente cantidad de moneda durante los próximos dos años para superar la deflación.
El comunicado de los países del G-20 trató de encubrir las diferencias. Repitió la postura que asumiera el febrero pasado: que los países deberían buscar la manera de equilibrar las tasas que el mercado determina, y que estos deberían "frenar las devaluaciones competitivas" y no usar los tipos de intercambios que ellos desean para poder competir.
No importan cuáles sean las posturas declaradas en público, el efecto de emitir dinero es rebajar el valor de la moneda. Esto se vio de la manera más clara en el caso del yen japonés, el cual ha caído más de un 20% durante los meses recientes.
Aunque los japoneses escaparon a la crítica oficial -el ministro de finanzas, Taro Aso, mostró un gran afán en expresarle a los reporteros que Japón no había sufrido ninguna crítica durante las reuniones- no significa que no hubiera críticas crecientes.
El ministro de finanzas de Corea del Sur, Hyun Oh Seok, dijo que la caída del yen causaba "inquietudes" e hizo un llamamiento a que se abandonara, con mucho cuidado, el régimen de una política basada en la expansión de dinero.
El jefe del Banco Central chino, Zhou Xiachuan, advirtió que "es necesario revalorar los beneficios marginales y los costos de semejante política después de varias rondas de emisión de moneda. La impresión prolongada podría exacerbar las vulnerabilidades económicas y afectar la estabilidad del sistema monetario internacional".
Jens Weidmann, miembro de la mesa directiva del Banco Central Europeo, expresó que "es evidente que, mientras más se prolongue una política monetaria ultra expansionista, más se agudicen los riesgos".
La directora ejecutiva del FMI comentó acerca de los temores que han surgido debido a la dirección que toma la expansión monetaria: "Es cierto que hemos oído de boca de todos los miembros [del FMI] que no es nada convencional que los bancos centrales…salten a un campo desconocido".
Una de las inquietudes principales es el efecto de ponerle paro al estímulo monetario de los mercados financieros. Si se le pone fin al programa de comprar bonos, es posible que haya una brusca caída en el valor de estos activos financieros, lo que ocasionaría una fuga y un aumento en las tasas de interés. Esto, a su vez, podría empeorar la crisis financiera y enredar más a los propios bancos centrales.
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