domingo, 9 de septiembre de 2018

LA SEGURIDAD: POLÍTICAS PÚBLICAS POCO INNOVADORAS PARA EL PROBLEMA MÁS IMPORTANTE DE LA AGENDA REGIONAL

por Yesenia Torres Curiel
Maestría en Administración y Políticas Públicas, IEXE, México. Especialista en políticas públicas de seguridad. Consultora internacional. Fue profesora de Diseño de Políticas Públicas en la Licenciatura en Seguridad y Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México. Vicepresidente ejecutiva del Centro de Estudios en Estrategia y Políticas Públicas - CEEYPP, Buenos Aires, Argentina. E-mail: yeseniatorres13@gmail.com

La inseguridad ha tomado en la región dimensiones insospechadas con características complejas y resultados desfavorables para los gobiernos que intervienen a través de políticas públicas. A pesar de que el fracaso se atribuye a la naturaleza multifactorial y a la complejidad del problema, la inversión realizada permanece constante y creciente.
Haciendo una revisión de las buenas prácticas o de las experiencias exitosas en PPS, nos encontramos con un panorama poco alentador.
La seguridad es concebida clásicamente como una intervención realizada con el objetivo de contar con una policía mejor equipada y capacitada, un sistema de justicia y control eficientes y otros objetivos similares. Esto significa que  en general la seguridad se aborda a través de ejes inamovibles, dentro de parámetros políticos donde los programas preventivos o acciones concretas de carácter local carecen de presupuesto.
En esta lógica de diseño de PPS se destacan los “gastos” en temas cuantitativos (centrados en qué se puede comprar), dejando fuera los aspectos cualitativos (centrados en las transformaciones que se buscan realizar).
Cabe preguntarse si para explicar y entender en profundidad la inseguridad no es necesario conocer el lado cualitativo del problema, ya que a menudo sucede que una inversión en equipamiento policial se transforma en una amenaza para la ciudadanía y un factor con poca incidencia en la delincuencia. En este tipo de acciones las personas se sienten intimidadas y no protegidas y los resultados son escasos y contraproducentes.
Los estudios de seguridad “local” son limitados o poco pertinentes para la toma de decisiones gubernamentales. Las políticas de seguridad se han convertido en lineamientos eternos que transcienden a través de los gobiernos convirtiéndose en políticas de Estado (cuando en realidad sólo son rutinas organizacionales). Al final los resultados siempre son similares, perpetuando el ciclo de inseguridad.
¿Será posible que pese a la complejidad del problema no exista una forma creativa e innovadora de diseñar políticas públicas?
¿Por qué no pensar que la suma de acciones concretas de intervención no tradicionales como el cambio ambiental en micrositios problemáticos o los abordajes desde perspectivas geográficas, históricas, sociales, culturales, económicas, de comunicación, pueden llevarnos a otros resultados o al menos a generar nuevas vías de intervención?
La macroestructura representativa de las PPS, marcada por una composición por ejes de intervención básicamente cuantitativos, motiva desde su propia concepción original que los presupuestos para intervenciones en micrositios sean prácticamente nulos. Se interviene de una manera caótica y poco documentada que no lleva a experiencias replicables o sistematizadas aun si existieran resultados positivos. En síntesis, las PPS carecen de cientificidad.
Existen los recursos creativos para pensar este problema en otros términos. Sin embargo se requiere de un sobreesfuerzo para redimensionar, enfocar y reaprender constantemente de un problema multifactorial, multidimensional y altamente complejo. La inseguridad está en movimiento mientras las respuestas gubernamentales fluyen a poca velocidad, marcadas por una mega-estructura de planeación llamada Plan de Seguridad Nacional.

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