jueves, 30 de mayo de 2013

LA POLICÍA SIEMPRE ES MÁS PELIGROSA

Homicidios de menores: la muerte de Omar y otras sospechas sobre la policía bonaerense
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Se trata de niños que denunciaron hostigamiento policial y luego fallecieron en tiroteos, en su mayoría a manos de efectivos de la fuerza; todos ocurrieron en La Plata; un defensor pidió a la Suprema Corte que impulse las investigaciones.
Ese viernes Omar se levantó al mediodía. No había salido la noche anterior, y se sentía como nuevo. Los vecinos del barrio se movían al ritmo del calor del mes de febrero. Se encontró con sus amigos en la esquina. Se subió a una moto que le prestaron y dio varias vueltas a la manzana. En una de esas rondas, cruzó por el frente de su casa. Parada junto al portón blanco, Sandra, su mamá, lo vio pasar. Él le sonrió y los ojos celestes le brillaron. Sandra lo siguió con la mirada hasta que desapareció más allá de las vías del tren. Esa fue la última vez que lo vio con vida.
Apenas unos minutos después, cuando Omar Cigarán, de 17 años, llegó a la intersección de las calles 43 y 115, en el barrio Hipódromo de La Plata, un policía de civil, que tenía el auto estacionado, le disparó a quemarropa. El efectivo declararía luego que Omar tenía un arma, que con esa arma le apuntó a otro policía de civil para robarle la moto. Las cámaras de seguridad no filmaron ese momento. Los amigos de Omar, que estaban a unos 100 metros del lugar, no alcanzaron a divisar la secuencia de hechos que dejó al adolescente estampado contra el asfalto, en medio de un charco de sangre. Sandra, que corrió a su encuentro al enterarse de lo sucedido, se desmayó.
En el lugar, cuenta la familia, no se encontró la supuesta arma que habría usado Omar. La hallaron en la morgue, cuando lo desnudaron. Estaba escondida en su ropa interior. O al menos eso le dijo la policía a Sandra.
El caso fue caratulado como "intento de asalto" y hubiera quedado así de no ser porque detrás de esto había una larga historia de denuncias de torturas, malos tratos y hostigamientos por parte de la policía bonaerense.

Seis menores muertos
El triste destino de Omar también lo sufrieron otros cinco menores en La Plata en el último año, todos ellos con historias similares y que en su mayoría terminaron muertos a manos de la policía.
1. Rodrigo Simonetti, de 11 años, fue encontrado muerto el 5 de junio de 2012 en Tolosa a causa de una brutal golpiza.
2. Maximiliano De Leon, de 14 años, murió el 1 de agosto de 2012, al recibir un disparo en la espalda cuando supuestamente intentaba robar en la casa de un policía administrativo en Villa Elvira.
3. Franco Quintana, de 16 años, falleció el 27 de diciembre en medio de un tiroteo desatado durante un supuesto robo en la esquina de las calles 13 y 32.
4. Axel Lucero, de 16 años, recibió un disparo mortal el 27 de febrero de 2013, en la intersección de las calles 7 y 80, en circunstancias similares a las de Omar.
5. Bladimir Garay, también de 16, fue baleado y muerto luego de un supuesto raid delictivo en el que la policía dijo que participó, el 19 de mayo de 2013.
Para el defensor del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil de La Plata, Julián Axat, no se trata de casualidades, sino de hechos que no fueron investigados con rigor. Las seis muertes, sostiene Axat, tienen varios aspectos en común: en todos los casos "existía en forma directa o indirecta responsabilidad de las aéreas de Niñez y Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires, en términos de contención"; todos los niños habían pasado por comisarías de La Plata; los chicos eran de zonas precarias "y se encontraban en situación de vulneración de sus derechos, con atención por parte del Estado sumamente precaria o nula"; todas las muertes ocurrieron "en circunstancias confusas" y en su mayoría con la participación "de las fuerzas de seguridad en actos de servicio o fuera de ellas".
Otro punto en común es que, previo a sus muertes, las familias de los menores habían denunciado en varias oportunidades a la Policía Bonaerense por violencia institucional u hostigamiento.
Por este motivo, Axat realizó una presentación ante la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires para que se investigue a fondo cómo sucedieron las muertes de estos menores.
El defensor considera que la "baja calidad investigativa" de estas causas deja "un manto de sospecha sobre el trasfondo" de los hechos.
"Queremos que se pruebe si son realmente casos de legítima defensa o de un accionar legal de la fuerza, o se trata directamente de ejecuciones", dijo Axat a LA NACION. "Los fiscales suelen creer todo lo que dice la policía sin investigar otras aristas", sostuvo el defensor. Axat reclama también que se aparte a la bonaerense de las investigaciones de los casos en los que están implicados efectivos de la fuerza.

En busca de contención
Entre las similitudes que Axat destaca de la vida de estos menores está la marginalidad. Milton, padre de Omar, admite que era un chico difícil, inquieto, que se metía en problemas. A los 9 años arrancó con la droga. Aspiraba poxi-ran, fumaba marihuana y tomaba pastillas.
"Intentamos sacarlo adelante, cada vez que terminaba en un instituto íbamos todos los días a verlo. Nada parecía funcionar", dice Milton. Él y Sandra fueron a todos los centros de rehabilitación a los que pudieron acceder. Sandra rogaba que lo retengan ahí adentro, estaba segura de que era la única forma de que su hijo no terminara muerto.
"Realmente hicimos todo lo que pudimos. Yo no justifico las cosas malas que hacía mi hijo, pero eso no significa que la policía lo pueda matar como a un perro", dice Sandra, conteniendo el llanto.
En los institutos, Omar se enganchaba con los talleres de manualidades. Hacía cisnes de papel, portarretratos, barcos de madera, y adornos con carteles que decían "mami y papi los amo".
Todas esas artesanías forman hoy parte de una especie de altar en el comedor de la familia Cigarán. Un retrato ampliado de la cara de Omar corona el mueble donde están todos sus recuerdos.

Muerte anunciada
El padre de Omar cuenta que a su hijo lo levantaban todo el tiempo en los patrulleros. Le decían que era por averiguación de antecedentes. "Lo golpeaban, le robaban todo lo que tenía encima, y lo tiraban en la calle", recuerda.
El acoso se fue haciendo cada vez peor. Los últimos meses antes de su muerte, a Omar lo perseguían personas en autos de civil. Le sacaban fotos. Una vez lo siguieron hasta su casa y balearon la puerta. Omar tenía miedo y así se lo dijo a su padre. Milton hizo las denuncias. Lejos de dejarlo en paz, la persecución se hizo cada vez mayor, a tal punto que Omar ya casi no salía solo a la calle.
La noche anterior a la muerte de su hijo, Sandra, que estaba en su casa, sintió un estallido. Le habían reventado la puerta. Unos 15 policías de la bonaerense ingresaron a la vivienda. Uno de ellos, cuenta, le apoyó un arma en la cabeza. "¡¡¡¿Dónde está el guacho?!!! ¡¡Entregalo!!", dice Sandra que le gritaba uno de los uniformados. Le dijeron que tenían una orden de allanamiento. A ella no le sorprendió, ya era moneda corriente que la policía entrara a su casa a cualquier hora buscando supuestas cosas que su hijo había robado. Siempre se iban con las manos vacías.
Con su hijo menor en brazos llorando a los gritos, Sandra les rogó que se vayan. Que Omar no estaba. Los policías siguieron dando vuelta la casa durante unos minutos. Cuando por fin se dieron por vencidos, fueron saliendo en fila por el pasillo que da a la calle, mientras le gritaban a los vecinos que se metan en sus casas, que no era asunto suyo. Uno de ellos se quedó unos segundos más en la vivienda. "Cuando aparezca el guacho, más te vale que lo lleves a la comisaría. Mañana lo tenés muerto", dice Sandra que le dijo amenazante el policía. Omar murió al día siguiente.
En la pared de la esquina de su casa un graffitti reza "Omar presente". Sandra observa el lugar donde su hijo se reunía con los pibes del barrio. Gira la cabeza hacia la vía como esperando verlo llegar. Pero no hay nadie. Los chicos ya no se juntan en esa zona. Pocos de ellos se animan a salir a la calle solos después de lo que le pasó a Omar.
"¡¿Cómo vivo ahora?! Con miedo y dolor", se pregunta y se responde Sandra, ahogando el llanto. "A veces pienso que esto es sólo una pesadilla. Que me voy a despertar y Omar va a volver a casa".

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