domingo, 21 de octubre de 2018

CARAVANA MIGRANTE. por Juan Pablo Calderón Patiño, diario Reforma


Deuda con Centroamérica
Juan Pablo Calderón Patiño

Mil 234 kilómetros tiene la frontera de México con Centroamérica. La selva, el caudal del Suchiate que divide a mexicanos y guatemaltecos, además del Río Hondo como división con el joven Estado de Belice, son más que una división política. En estas fronteras cobra debate una de las distintas miradas subjetivas; México: ¿América del Norte o Centroamérica? Sin una verdad suprema, el territorio mexicano comparte en la línea divisoria mesoamericana su permanencia dual a los espacios de Norte y Centroamérica.
Una de las etimologías del náhuatl de la palabra Nicaragua es la conocida: "hasta aquí llega el Anáhuac". Lo que fue un imperio antes del encuentro con los conquistadores ibéricos no lo puede volver a ser, como tampoco añorar el naufragio de la República Federal de Centroamérica que comandó el "caudillo liberal", Francisco Morazán. Eso no desmarca que a pesar de la frágil presencia de México en Centroamérica, existen dos responsabilidades del Estado mexicano: la gobernabilidad y el desarrollo de los centroamericanos lo son para los mexicanos, en especial del sureste, donde las carencias, quizá no sea exagerado advertir, son mayores que con los vecinos del Sur.
Cuando el sentido estratégico de la política exterior rebasaba la administración de la diplomacia per se, México jugó un papel histórico en buscar la pacificación de Centroamérica. La acción del Grupo Contadora logró convencer que en la región el enfrentamiento no era otra sede para la Guerra Fría, sino consecuencia de la desigualdad social y la exclusión política. Hoy, después de los procesos de paz, América Central y México son la zona más violenta del mundo con el agravante de que las amenazas las "exporta" México en cárteles y delincuencia organizada. Pese a muchos esfuerzos por acompañar el desarrollo de los procesos de paz, se dejó casi todo a la oratoria de las cumbres presidenciales. El resultado, más pobres y una crisis humanitaria migratoria por más que México sea uno de los primeros cinco socios comerciales del mercado centroamericano, que alguna vez fue uno de los mayores intentos de integración. La tecnocracia creyó que los tratados de libre comercio eran suficientes. Aumentó los montos comerciales, pero la presencia empresarial mexicana aún tiene mucho que explorar en América Central. Los casos de éxito de empresas globales mexicanas iniciaron por su paso en Centroamérica su escuela para incursionar con éxito a ultramar. Diversos nichos como la aviación comercial, la banca o los agronegocios en los que México podría tener más presencia han sido aprovechados por capitales colombianos y brasileños. Ni sorprende que después de lo que constituyó la extracción en el Istmo al estilo United Fruit Company, hoy, Estados Unidos, en orfandad y sin otra "Alianza para el Progreso", critique la presencia china.
La violencia en territorio mexicano ha creado desplazados internos, tema que muchos no quieren tocar. Los piñeros en el Papaloapan como los cafetaleros en Chiapas, por ejemplo, han cubierto parte de la mano de obra con centroamericanos. Revisar los programas migratorios en la materia y ordenarlos con seguridad, para que el gobierno mexicano tenga presencia y no los grupos delincuenciales, no puede tener prórrogas. Los desastres naturales son una afrenta directa a la región como ha ocurrido en diversos momentos. La cooperación en la materia es vital y México deberá cuestionarse si el presupuesto de menos de 300 millones de dólares en su cooperación internacional al desarrollo es correlativa a ser un miembro del G20.
México ha quedado debiéndole a América Central. Sus intereses estratégicos se juegan en su desarrollo y gobernabilidad gran parte de su destino, no en la penosa tarea de convertirse en el sur en la frontera policiaca de Trump. Tampoco en fingir ceguera ante la patética crisis nicaragüense, de la que urge tomar una decisión contundente como cuando cayó el somocismo. Centroamérica plantea a México compromiso y congruencia. Sergio Ramírez, nicaragüense universal, escribió que "la poesía es inevitable en la sustancia de la prosa", que sea inevitable para México, compromiso y congruencia.
Mil 234 kilómetros tiene la frontera de México con Centroamérica. La selva, el caudal del Suchiate que divide a mexicanos y guatemaltecos, además del Río Hondo como división con el joven Estado de Belice, son más que una división política. En estas fronteras cobra debate una de las distintas miradas subjetivas; México: ¿América del Norte o Centroamérica? Sin una verdad suprema, el territorio mexicano comparte en la línea divisoria mesoamericana su permanencia dual a los espacios de Norte y Centroamérica.
Una de las etimologías del náhuatl de la palabra Nicaragua es la conocida: "hasta aquí llega el Anáhuac". Lo que fue un imperio antes del encuentro con los conquistadores ibéricos no lo puede volver a ser, como tampoco añorar el naufragio de la República Federal de Centroamérica que comandó el "caudillo liberal", Francisco Morazán. Eso no desmarca que a pesar de la frágil presencia de México en Centroamérica, existen dos responsabilidades del Estado mexicano: la gobernabilidad y el desarrollo de los centroamericanos lo son para los mexicanos, en especial del sureste, donde las carencias, quizá no sea exagerado advertir, son mayores que con los vecinos del Sur.
Cuando el sentido estratégico de la política exterior rebasaba la administración de la diplomacia per se, México jugó un papel histórico en buscar la pacificación de Centroamérica. La acción del Grupo Contadora logró convencer que en la región el enfrentamiento no era otra sede para la Guerra Fría, sino consecuencia de la desigualdad social y la exclusión política. Hoy, después de los procesos de paz, América Central y México son la zona más violenta del mundo con el agravante de que las amenazas las "exporta" México en cárteles y delincuencia organizada. Pese a muchos esfuerzos por acompañar el desarrollo de los procesos de paz, se dejó casi todo a la oratoria de las cumbres presidenciales. El resultado, más pobres y una crisis humanitaria migratoria por más que México sea uno de los primeros cinco socios comerciales del mercado centroamericano, que alguna vez fue uno de los mayores intentos de integración. La tecnocracia creyó que los tratados de libre comercio eran suficientes. Aumentó los montos comerciales, pero la presencia empresarial mexicana aún tiene mucho que explorar en América Central. Los casos de éxito de empresas globales mexicanas iniciaron por su paso en Centroamérica su escuela para incursionar con éxito a ultramar. Diversos nichos como la aviación comercial, la banca o los agronegocios en los que México podría tener más presencia han sido aprovechados por capitales colombianos y brasileños. Ni sorprende que después de lo que constituyó la extracción en el Istmo al estilo United Fruit Company, hoy, Estados Unidos, en orfandad y sin otra "Alianza para el Progreso", critique la presencia china.
La violencia en territorio mexicano ha creado desplazados internos, tema que muchos no quieren tocar. Los piñeros en el Papaloapan como los cafetaleros en Chiapas, por ejemplo, han cubierto parte de la mano de obra con centroamericanos. Revisar los programas migratorios en la materia y ordenarlos con seguridad, para que el gobierno mexicano tenga presencia y no los grupos delincuenciales, no puede tener prórrogas. Los desastres naturales son una afrenta directa a la región como ha ocurrido en diversos momentos. La cooperación en la materia es vital y México deberá cuestionarse si el presupuesto de menos de 300 millones de dólares en su cooperación internacional al desarrollo es correlativa a ser un miembro del G20.
México ha quedado debiéndole a América Central. Sus intereses estratégicos se juegan en su desarrollo y gobernabilidad gran parte de su destino, no en la penosa tarea de convertirse en el sur en la frontera policiaca de Trump. Tampoco en fingir ceguera ante la patética crisis nicaragüense, de la que urge tomar una decisión contundente como cuando cayó el somocismo. Centroamérica plantea a México compromiso y congruencia. Sergio Ramírez, nicaragüense universal, escribió que "la poesía es inevitable en la sustancia de la prosa", que sea inevitable para México, compromiso y congruencia.

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