La
lógica americana del Pacífico
Robert Kaplan
http://www.stratfor.com/analysis/americas-pacific-logic
El “eje” del gobierno de Obama sobre el Pacífico, anunciado formalmente por la
Secretaria de Estado Hillary Clinton el pasado noviembre, y reiterado, más
recientemente, por el propio presidente, podría parecer una reafirmación de las
tendencias imperiales de Estados Unidos justo en el momento en que Washington
debería concentrarse en el mercado interno. Pero, de hecho, este eje era casi
inevitable.
Cuando el Muro de Berlín cayó en 1989, señalando la derrota del comunismo en Europa, los expertos de seguridad de inmediato hablaron de un eje pivote -un cambio en las energías diplomáticas y militares- hacia el Pacífico. Pero la invasión de Saddam Hussein a Kuwait en 1990 condujo a una preocupación de una década de duración en Medio Oriente, con el Ejército de los EE.UU. conduciendo una guerra terrestre contra Irak en 1991 y con la Marina y la Fuerza Aérea operando en zonas de exclusión aérea durante los años siguientes. Luego vino el 9/11 y la respuesta de la administración Bush dando inicio a las guerras en Afganistán e Irak. Por último, el final de esos dos conflictos está a la vista, pero Estados Unidos, en vez de regresar a un cuasi-aislamiento como lo ha hecho con efectos perjudiciales en otras guerras de infantería en su historia, está tratando de girar su atención hacia el corazón geográfico de la economía global: los océanos Índico y Pacífico.
El Océano Índico es la ruta de energía del mundo a través de la cual pasa el petróleo crudo y el gas natural de la Península Arábiga y la meseta iraní a las crecientes redes urbanas de clase media de Asia Oriental. A pesar de que vivimos en una era de jets e información, el 90% de todos los bienes comerciales que viajan de un continente a otro lo hacen por vía marítima en contenedores, y la mitad de los bienes en términos de tonelaje global -y un tercio en término de valor monetario- atraviesa el Mar de China Meridional, que conecta el Océano Índico con el Pacífico Occidental. Por otra parte, el supuestamente rico en energía Mar de China Meridional es el centro económico del comercio mundial, donde se unen las rutas marítimas internacionales. Y son la Marina y la Fuerza Aérea de Estados Unidos, más que ninguna otra institución, las que han mantenido seguras las líneas marítimas de comunicación, permitiendo así la globalización de la posguerra fría. Este es el bien público real que Estados Unidos ofrece al mundo.
Pero ahora un nuevo reto se vislumbra para Estados Unidos: una China en ascenso, como lo demuestra la totalidad de su poder - su proximidad geográfica con el Mar Meridional de China y sus alrededores, su peso económico, ya que es el mayor socio comercial de la mayoría si no de todas de las naciones del litoral (a pesar de los problemas económicos en la propia China), y la expansión de su flota submarina. Beijing ha comprado inteligentemente, ha invertido en submarinos, misiles balísticos y en la guerra espacial y cibernética, como parte de una acumulación general para la defensa. China no tiene intención de ir a la guerra con Estados Unidos, sino que trata de impedir en tiempos de crisis el acceso militar de Estados Unidos al Mar Meridional de China y al resto del transporte marítimo en Asia. Esta política ha llevado al uso indiscriminado del término "finlandización" para todo el sudeste asiático, en el que China, a través de la combinación de su poder económico y militar, pondría en peligro la soberanía de países como Vietnam, Malasia, Filipinas y Singapur, todos los cuales son de facto o de jure aliados de Estados Unidos.
Vietnam es el mayor objetivo de China; su costa forma el borde occidental del Mar meridional de China y cuya dinámica población de 87 millones lo convierte en un futuro marítimo, una potencia de nivel medio en sí mismo. Si China pudiera "finlandizar" a Vietnam, Beijing capturaría en términos prácticos el Mar meridional de China. Esto explica el aumento de las gestiones diplomáticas y militares de Washington en Hanoi. Mientras que Vietnam y otros países ribereños afirman soberanía sobre ciertas partes del Mar meridional de China, China cita un límite "histórico" formado por una línea de nueve trazos que abarca casi todo el mar.
Las élites gubernamentales y la política de Beijing reconocen la necesidad de comprometerse en la "lengua de vaca", como se llama a la línea de nueve trazos, pero los elementos nacionalistas en China no lo permiten, al menos por ahora. Psicológicamente los chinos no pueden separar sus reclamos sobre el cercano Mar meridional de China de las depredaciones territoriales hecha contra China por parte de Occidente en los siglos 19 y 20. Para los funcionarios chinos, el Mar meridional de China representa el territorio nacional.
Por supuesto, la diplomacia estadounidense ha intervenido activamente en estas cuestiones durante años, pero los diplomáticos estadounidenses carecerán de credibilidad en el futuro si no están respaldados por una fuerte presencia militar. De estos se trata el pivote. Estados Unidos no tiene intención de abandonar el Asia marítima en su hora de necesidad. Como un alto diplomático de un país del Sur del Mar de China dijo, si Estados Unidos fuera a retirar un grupo de combate de la región sería un "cambio de juego", llevando a la región hacia la finlandización.
Además, China está ayudando a construir la infraestructura de las instalaciones portuarias a lo largo del Océano Índico, al otro lado del estrecho de Malaca desde el Mar meridional de China, en Myanmar, Sri Lanka, Bangladesh, Pakistán y Kenia. Estos proyectos tienen motivos comerciales específicos promovidos por empresas chinas individuales, y en algunos casos, como Gwadar en Pakistán, se encuentran en medio de zonas políticamente inestables, haciendo que su uso sea problemático. Pero así es como comienzan la mayoría de los imperios, como emprendimientos de especulación comercial y acciones policiales. El imperio veneciano en el Mediterráneo comenzó como un intento de reprimir la piratería en la costa adriática, algo que los buques de guerra chinos están haciendo cerca del Cuerno de África. Luego vinieron los emprendimientos puramente comerciales de las Indias Orientales británica y holandesa en sus primeros días, lo que derivó en plenos dominios imperiales.
Una profunda crisis socio-económica china -algo que de ninguna manera se puede descartar- podría frenar esta expansión casi imperial. Pero eso no ha sucedido todavía, y mientras tanto, Estados Unidos se ve obligado a reaccionar a las crecientes capacidades militares y comerciales de China.
Pero el cambio en el enfoque de la política de Estados Unidos no tiene que ver, literalmente, con la “contención” de China. "Contención" es una palabra de la Guerra Fría, época relacionada con la defensa del territorio frente a la Unión Soviética, un país con el que Estados Unidos tenía una relación unidimensional, hostil. Las decenas de miles de estudiantes y ejecutivos de empresas estadounidenses en Beijing dan testimonio de la rica y multi-dimensional relación que Estados Unidos mantiene con China. China es mucho más libre que la antigua Unión Soviética lo que significa que afirmar con ligereza que China "no es una democracia" es perder por completo la perspectiva del crecimiento chino.
China es una sociedad dinámica que naturalmente está ampliando su alcance económico y militar en la región de India-Pacífico tal como Estados Unidos se expandió en el Atlántico y el Gran Caribe a raíz de la Guerra Civil. Pero el surgimiento de cualquier nueva gran potencia debe ser gestionado, especialmente mediante el concomitante surgimiento del poder marítimo de la India, Vietnam, Singapur Malasia y Australia, así como la modernización de las flotas de mar y aire de Japón y Corea del Sur con los más modernos sistemas de combate. Fuera de todo error, el Indo-Pacífico se encuentra en medio de una carrera armamentista que complica la seguridad de las vías marítimas de la región.
Si Estados Unidos no se enfocara ahora en la región de Indo-Pacífico, se correría el riesgo del surgimiento de un orden multipolar militar junto a un ya existente orden multipolar económico y político. Los sistemas multipolares militares son más inestables que los unipolares y bipolares porque hay más puntos de interacción y mayores oportunidades para errores de cálculo, ya que cada país trata de volver a ajustar el equilibrio de poder en su favor. El poder militar de Estados Unidos en el Indo-Pacífico es necesario no sólo para gestionar el ascenso pacífico de China, sino también para estabilizar una región asistiendo al crecimiento de complejos civiles y militares post-industriales.
Si el poder estadounidense se redujo, China, India y otras potencias, serán mucho más agresivas hacia los demás de lo que son ahora, porque todos se benefician de las seguras líneas marítimas de comunicación proporcionadas por la Marina y la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Los intentos diplomáticos de Clinton en Myanmar y el plan del presidente Barack Obama para enviar 2.500 infantes de marina a Australia son un símbolo de los esfuerzos políticos y militares para distribuir el poder de Estados Unidos en todo el Indo-Pacífico. Myanmar podría simplemente continuar actuando como un satélite de Beijing si Clinton no hubiera hecho lo que hizo. Australia, un país de sólo 23 millones de habitantes, invertirá $ 279 mil millones en submarinos, aviones de combate y otros equipos durante los próximos dos decenios. Esto no es militarismo, sino la respuesta razonable de una nación en la confluencia de los océanos Índico y Pacífico con el fin de actuar en su propia defensa ante la rápida evolución de las dinámicas de poder. Australia podría incluso convertirse en el principal socio de la alianza anglosajona de Estados Unidos en el siglo 21, tanto como Gran Bretaña, cuyo presupuesto de defensa se está desplomando, lo fue en el siglo 20.
El eje es aún una aspiración, no una declaración, ya que asume que los acontecimientos en el Medio Oriente permitirán a las autoridades estadounidenses el lujo de rotar sus activos hacia otros lugares. Pero nunca los acontecimientos en el Oriente Medio permiten tales cosas. Sin embargo, si por lo menos Estados Unidos puede evitar compromisos territoriales adicionales en Oriente Medio, puede esperar que el eje defina el tono de la política de Estados Unidos en Asia en los próximos años, tanto como el viaje del presidente Richard Nixon a China lo hizo en la política de Asia en las décadas pasadas.
Cuando el Muro de Berlín cayó en 1989, señalando la derrota del comunismo en Europa, los expertos de seguridad de inmediato hablaron de un eje pivote -un cambio en las energías diplomáticas y militares- hacia el Pacífico. Pero la invasión de Saddam Hussein a Kuwait en 1990 condujo a una preocupación de una década de duración en Medio Oriente, con el Ejército de los EE.UU. conduciendo una guerra terrestre contra Irak en 1991 y con la Marina y la Fuerza Aérea operando en zonas de exclusión aérea durante los años siguientes. Luego vino el 9/11 y la respuesta de la administración Bush dando inicio a las guerras en Afganistán e Irak. Por último, el final de esos dos conflictos está a la vista, pero Estados Unidos, en vez de regresar a un cuasi-aislamiento como lo ha hecho con efectos perjudiciales en otras guerras de infantería en su historia, está tratando de girar su atención hacia el corazón geográfico de la economía global: los océanos Índico y Pacífico.
El Océano Índico es la ruta de energía del mundo a través de la cual pasa el petróleo crudo y el gas natural de la Península Arábiga y la meseta iraní a las crecientes redes urbanas de clase media de Asia Oriental. A pesar de que vivimos en una era de jets e información, el 90% de todos los bienes comerciales que viajan de un continente a otro lo hacen por vía marítima en contenedores, y la mitad de los bienes en términos de tonelaje global -y un tercio en término de valor monetario- atraviesa el Mar de China Meridional, que conecta el Océano Índico con el Pacífico Occidental. Por otra parte, el supuestamente rico en energía Mar de China Meridional es el centro económico del comercio mundial, donde se unen las rutas marítimas internacionales. Y son la Marina y la Fuerza Aérea de Estados Unidos, más que ninguna otra institución, las que han mantenido seguras las líneas marítimas de comunicación, permitiendo así la globalización de la posguerra fría. Este es el bien público real que Estados Unidos ofrece al mundo.
Pero ahora un nuevo reto se vislumbra para Estados Unidos: una China en ascenso, como lo demuestra la totalidad de su poder - su proximidad geográfica con el Mar Meridional de China y sus alrededores, su peso económico, ya que es el mayor socio comercial de la mayoría si no de todas de las naciones del litoral (a pesar de los problemas económicos en la propia China), y la expansión de su flota submarina. Beijing ha comprado inteligentemente, ha invertido en submarinos, misiles balísticos y en la guerra espacial y cibernética, como parte de una acumulación general para la defensa. China no tiene intención de ir a la guerra con Estados Unidos, sino que trata de impedir en tiempos de crisis el acceso militar de Estados Unidos al Mar Meridional de China y al resto del transporte marítimo en Asia. Esta política ha llevado al uso indiscriminado del término "finlandización" para todo el sudeste asiático, en el que China, a través de la combinación de su poder económico y militar, pondría en peligro la soberanía de países como Vietnam, Malasia, Filipinas y Singapur, todos los cuales son de facto o de jure aliados de Estados Unidos.
Vietnam es el mayor objetivo de China; su costa forma el borde occidental del Mar meridional de China y cuya dinámica población de 87 millones lo convierte en un futuro marítimo, una potencia de nivel medio en sí mismo. Si China pudiera "finlandizar" a Vietnam, Beijing capturaría en términos prácticos el Mar meridional de China. Esto explica el aumento de las gestiones diplomáticas y militares de Washington en Hanoi. Mientras que Vietnam y otros países ribereños afirman soberanía sobre ciertas partes del Mar meridional de China, China cita un límite "histórico" formado por una línea de nueve trazos que abarca casi todo el mar.
Las élites gubernamentales y la política de Beijing reconocen la necesidad de comprometerse en la "lengua de vaca", como se llama a la línea de nueve trazos, pero los elementos nacionalistas en China no lo permiten, al menos por ahora. Psicológicamente los chinos no pueden separar sus reclamos sobre el cercano Mar meridional de China de las depredaciones territoriales hecha contra China por parte de Occidente en los siglos 19 y 20. Para los funcionarios chinos, el Mar meridional de China representa el territorio nacional.
Por supuesto, la diplomacia estadounidense ha intervenido activamente en estas cuestiones durante años, pero los diplomáticos estadounidenses carecerán de credibilidad en el futuro si no están respaldados por una fuerte presencia militar. De estos se trata el pivote. Estados Unidos no tiene intención de abandonar el Asia marítima en su hora de necesidad. Como un alto diplomático de un país del Sur del Mar de China dijo, si Estados Unidos fuera a retirar un grupo de combate de la región sería un "cambio de juego", llevando a la región hacia la finlandización.
Además, China está ayudando a construir la infraestructura de las instalaciones portuarias a lo largo del Océano Índico, al otro lado del estrecho de Malaca desde el Mar meridional de China, en Myanmar, Sri Lanka, Bangladesh, Pakistán y Kenia. Estos proyectos tienen motivos comerciales específicos promovidos por empresas chinas individuales, y en algunos casos, como Gwadar en Pakistán, se encuentran en medio de zonas políticamente inestables, haciendo que su uso sea problemático. Pero así es como comienzan la mayoría de los imperios, como emprendimientos de especulación comercial y acciones policiales. El imperio veneciano en el Mediterráneo comenzó como un intento de reprimir la piratería en la costa adriática, algo que los buques de guerra chinos están haciendo cerca del Cuerno de África. Luego vinieron los emprendimientos puramente comerciales de las Indias Orientales británica y holandesa en sus primeros días, lo que derivó en plenos dominios imperiales.
Una profunda crisis socio-económica china -algo que de ninguna manera se puede descartar- podría frenar esta expansión casi imperial. Pero eso no ha sucedido todavía, y mientras tanto, Estados Unidos se ve obligado a reaccionar a las crecientes capacidades militares y comerciales de China.
Pero el cambio en el enfoque de la política de Estados Unidos no tiene que ver, literalmente, con la “contención” de China. "Contención" es una palabra de la Guerra Fría, época relacionada con la defensa del territorio frente a la Unión Soviética, un país con el que Estados Unidos tenía una relación unidimensional, hostil. Las decenas de miles de estudiantes y ejecutivos de empresas estadounidenses en Beijing dan testimonio de la rica y multi-dimensional relación que Estados Unidos mantiene con China. China es mucho más libre que la antigua Unión Soviética lo que significa que afirmar con ligereza que China "no es una democracia" es perder por completo la perspectiva del crecimiento chino.
China es una sociedad dinámica que naturalmente está ampliando su alcance económico y militar en la región de India-Pacífico tal como Estados Unidos se expandió en el Atlántico y el Gran Caribe a raíz de la Guerra Civil. Pero el surgimiento de cualquier nueva gran potencia debe ser gestionado, especialmente mediante el concomitante surgimiento del poder marítimo de la India, Vietnam, Singapur Malasia y Australia, así como la modernización de las flotas de mar y aire de Japón y Corea del Sur con los más modernos sistemas de combate. Fuera de todo error, el Indo-Pacífico se encuentra en medio de una carrera armamentista que complica la seguridad de las vías marítimas de la región.
Si Estados Unidos no se enfocara ahora en la región de Indo-Pacífico, se correría el riesgo del surgimiento de un orden multipolar militar junto a un ya existente orden multipolar económico y político. Los sistemas multipolares militares son más inestables que los unipolares y bipolares porque hay más puntos de interacción y mayores oportunidades para errores de cálculo, ya que cada país trata de volver a ajustar el equilibrio de poder en su favor. El poder militar de Estados Unidos en el Indo-Pacífico es necesario no sólo para gestionar el ascenso pacífico de China, sino también para estabilizar una región asistiendo al crecimiento de complejos civiles y militares post-industriales.
Si el poder estadounidense se redujo, China, India y otras potencias, serán mucho más agresivas hacia los demás de lo que son ahora, porque todos se benefician de las seguras líneas marítimas de comunicación proporcionadas por la Marina y la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Los intentos diplomáticos de Clinton en Myanmar y el plan del presidente Barack Obama para enviar 2.500 infantes de marina a Australia son un símbolo de los esfuerzos políticos y militares para distribuir el poder de Estados Unidos en todo el Indo-Pacífico. Myanmar podría simplemente continuar actuando como un satélite de Beijing si Clinton no hubiera hecho lo que hizo. Australia, un país de sólo 23 millones de habitantes, invertirá $ 279 mil millones en submarinos, aviones de combate y otros equipos durante los próximos dos decenios. Esto no es militarismo, sino la respuesta razonable de una nación en la confluencia de los océanos Índico y Pacífico con el fin de actuar en su propia defensa ante la rápida evolución de las dinámicas de poder. Australia podría incluso convertirse en el principal socio de la alianza anglosajona de Estados Unidos en el siglo 21, tanto como Gran Bretaña, cuyo presupuesto de defensa se está desplomando, lo fue en el siglo 20.
El eje es aún una aspiración, no una declaración, ya que asume que los acontecimientos en el Medio Oriente permitirán a las autoridades estadounidenses el lujo de rotar sus activos hacia otros lugares. Pero nunca los acontecimientos en el Oriente Medio permiten tales cosas. Sin embargo, si por lo menos Estados Unidos puede evitar compromisos territoriales adicionales en Oriente Medio, puede esperar que el eje defina el tono de la política de Estados Unidos en Asia en los próximos años, tanto como el viaje del presidente Richard Nixon a China lo hizo en la política de Asia en las décadas pasadas.
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