La geopolítica del nacionalismo y la doble ciudadanía
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El estudio de la geopolítica es fundamental para la metodología, proporcionando el marco dentro del cual se estudia el mundo. En nuestros tiempos la geopolítica nace alrededor del estudio del Estado-nación, y es fundamental para esto la cuestión de la relación del individuo con el Estado-nación. Los cambios en la relación del individuo con la nación y el Estado, son cuestiones fundamentales en la geopolítica, y por lo tanto vale la pena discutirlos.
Muchos problemas afectan a esta compleja relación, entre los que destaca la tendencia global al aumento de la ciudadanía múltiple. Esto está obviamente ligado a la cuestión de la inmigración, pero también plantea una cuestión más profunda, a saber, ¿cuál es el significado de la ciudadanía en el siglo 21?
Nación vs. Estado
Es difícil comprender el sistema internacional sin darle sentido al Estado-nación. El concepto se ve complicado por una realidad que incluye a Estados multinacionales como Bélgica, donde la identidad nacional desempeña un papel importante, y a Rusia o China, donde puede ser importante y en ocasiones violenta. Al analizar el Estado-nación, la idea de nación es más compleja y tal vez más interesante que la de Estado.
La idea de nación no siempre está clara. En el fondo, una nación es un grupo de personas que comparten un destino y con ese destino una identidad. Las naciones pueden ser creadas conscientemente, como Estados Unidos. Las naciones pueden existir durante cientos o miles de años, como se ve en algunas partes de Europa o Asia. Por muy duradera y larga que sea la vida de una nación y cualesquiera que sean sus orígenes, una nación se basa en lo que se llama "el amor por uno mismo", una relación única con la comunidad en la que nace un individuo o hacia la que eligió residir. Esa afinidad es el fundamento de una nación.
Si ésta se disuelve, la nación se disuelve, algo que ha ocurrido en numerosas ocasiones en la historia. Si una nación desaparece, el sistema internacional comienza a comportarse de manera diferente. Y si las naciones en general pierden su identidad y cohesión, pueden tener lugar desplazamientos masivos. Algunos pueden decir que esto es para bien y otros que es para mal. Basta con señalar que en todo caso haría una gran diferencia.
El Estado es un concepto mucho más claro: es la dirección política de la nación. La forma en que los líderes y los gobiernos son seleccionados varía mucho. La relación entre el Estado y la nación también varía ampliamente. No todas las naciones tienen Estados. Algunas están ocupadas por otros estados-nación, algunos se dividen entre múltiples Estados, algunas forman parte de una entidad que gobierna muchas naciones. Y algunos son comunidades que han desarrollado sistemas de gobierno que no tienen que ver con Estados, aunque esto es cada vez más raro.
La relación con la nación es personal, pero la relación con el Estado es legal. Podemos ver esto lingüísticamente en el caso de Estados Unidos. Puedo afirmar mi relación con mi nación, diciendo simplemente que soy americano, pero no puedo expresar mi relación con mi Estado en una forma tan sencilla. Decir que soy un "estadounidense " no tiene sentido. Tengo que decir que soy un ciudadano de Estados Unidos, para exponer mi relación jurídica, pero no por afinidad personal. La complejidad lingüística de Estados Unidos no se repite en todas partes, pero sí existe una distinción entre nacionalidad y ciudadanía. Se puede coincidir con facilidad, como cuando una persona nace en un país y se convierte en un ciudadano simplemente por ello, o puede desarrollarse, como cuando a un individuo se le permite emigrar y se naturaliza. Tengamos en cuenta la formulación interesante de este término, ya que implica la creación de una relación natural con el Estado.
En los Estados Unidos, se administra el siguiente juramento cuando se permite a alguien ser un ciudadano, por lo general cinco años después de que se le permite inmigrar: “por la presente declaro bajo juramento que absoluta y enteramente renuncio y abjuro de toda lealtad y fidelidad a cualquier príncipe extranjero, potentado, Estado o soberanía de quien o del cual haya sido sujeto o ciudadano, que apoyaré y defenderé la Constitución y las leyes de los Estados Unidos de América contra todo enemigo, extranjero y doméstico; que sostendré fe verdadera y lealtad hacia el mismo, que voy a portar armas en nombre de los Estados Unidos cuando lo exija la ley; que serviré como no combatiente en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos cuando lo exija la ley, que haré trabajo de importancia nacional bajo dirección civil cuando lo exija la ley y que asumo esta obligación libremente sin ninguna reserva mental ni intención de evasión, de modo que Dios me ayude”.
Debo decir que tomé ese juramento a la edad de 17 años. A pesar de que me convertí en ciudadano de los Estados Unidos años antes cuando mi padre fue naturalizado, recibir mis propios documentos de ciudadanía conlleva ir a un Palacio de Justicia y expresar ese juramento personalmente. Ser confrontado con las obligaciones de la ciudadanía fue una experiencia aleccionadora.
El juramento americano es uno de los más rigurosos; otras naciones tienen juramentos mucho más sencillos y menos exigentes. Curiosamente, muchos países con juramentos menos explícitamente exigentes, son países en los que convertirse en un ciudadano naturalizado es más difícil y menos común. Para Estados Unidos, una nación y un Estado que se crearon conscientemente, la idea de inmigración es inherente a la idea misma de nación, al igual que este juramento. Inmigración y naturalización requiere un juramento de esta magnitud, ya que la naturalización significaba asumir no sólo una identidad con el nuevo Estado, sino también una nueva identidad nacional.
La nación se construyó sobre los inmigrantes de otras naciones. A menos que estuvieran dispuestos a una expresión de "absoluta y enteramente renuncio y abjuro toda lealtad y fidelidad a cualquier príncipe extranjero, potentado, Estado o soberanía de quien o del cual haya sido sujeto o ciudadano", la empresa estadounidense podría caer en el caos ya que los inmigrantes llegaron a Estados Unidos para asegurarse los beneficios de la ciudadanía plena, pero se negaban a abandonar las obligaciones tomadas previamente y se negaban a aceptar las obligaciones y sacrificios exigidos por el juramento. Estados Unidos por lo tanto, está en una posición compartida solamente con algunos otros países basados en naciones de inmigración, y ha planteado la posición más exigente en la naturalización.
La anomalía de la doble ciudadanía
Por tanto, es extraño que Estados Unidos -junto con muchos otros países- permita a sus nacionales que sean ciudadanos de otros países. La Constitución de Estados Unidos no impide esto, pero el juramento de ciudadanía pareciera que lo hace. El juramento exige que el inmigrante abandone todas las obligaciones contraidas hacia Estados extranjeros. La Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos falló en Afroyim vs. Rusk en 1967 que la revocación de la ciudadanía por motivos de votación en elecciones extranjeras era inconstitucional. La decisión involucraba a un ciudadano naturalizado estadounidense que, presumiblemente, había tomado el juramento. La Corte Suprema dejó el juramento en su lugar, pero si queremos entender correctamente al Tribunal este dictaminó que el juramento no se opone a la ciudadanía múltiple.
Es imposible saber cuántas personas en Estados Unidos u otros países tienen actualmente nacionalidad múltiple, pero anecdóticamente parece que la práctica no es infrecuente. El hecho de no estar obligados a renunciar a su ciudadanía extranjera de manera verificable, obviamente, facilita la práctica.
Y esto plantea una pregunta fundamental: ¿es la ciudadanía una licencia para vivir y ganarse la vida en un país, o más bien es un conjunto de obligaciones legales y morales? Hay muchas formas legales de residir en un país sin llegar a ser un ciudadano. Pero el juramento americano, por ejemplo, hace que parezca que el ciudadano naturalizado (a diferencia del simple residente legal) tiene una obligación primordial hacia Estados Unidos, que puede requerirle responsabilidades importantes y onerosas en la vida militar y civil. Una persona puede ser capaz de hacer malabarismos con múltiples obligaciones, hasta que éstas entren en conflicto. ¿El ciudadano debe elegir su principal obligación en ese momento o cuando se convierte en ciudadano?
La realidad es que en muchos casos la ciudadanía se ve menos como un sistema de obligaciones mutuas y derechos que como una conveniencia. Esto crea una tensión evidente entre el ciudadano y las obligaciones adquiridas en virtud de su juramento. Pero también crea una profunda ambigüedad entre sus múltiples nacionalidades. El concepto de inmigración implica la idea de movimiento a un nuevo lugar. Se trata de la asunción de obligaciones legales y morales. Pero también implica un compromiso con la nación, por lo menos tan lejos como vaya la ciudadanía. Esto no tiene nada que ver con el mantenimiento de la etnicidad. Tiene que ver con una definición de lo que significa amar lo propio. Si usted es ciudadano de múltiples naciones, ¿cuál es su nación?
Es interesante observar que Estados Unidos ha sido igualmente ambiguo acerca de servir en los ejércitos de otros países. John Paul Jones fue un almirante de la marina rusa, pilotos estadounidenses volaron a Gran Bretaña y China antes de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. No tomaron el juramento de ciudadanía, habiendo nacido en Estados Unidos. Aunque se podría argumentar que hubo un juramento implícito, también se podría argumentar que su nacionalidad no estaba comprometida: siguieron siendo estadounidenses, incluso en la lucha por otros países. Sin embargo, el tema de la inmigración es más complejo. En la elección para convertirse en ciudadanos estadounidenses, los inmigrantes conscientemente toman el juramento de ciudadanía, un juramento explícito que parece crear un conjunto único de obligaciones para los inmigrantes naturalizados.
El tirón del viejo país
Aparte de la adquisición de pasaportes convenientes en oscuras islas tropicales, el fenómeno de la doble ciudadanía parece funcionar vinculando tierras ancestrales con países de adopción. Los inmigrantes, y con frecuencia sus hijos y nietos, conservan su antigua ciudadanía junto con la ciudadanía del país en el que ahora viven. Esto parece una práctica benigna y sigue permaneciendo así hasta que haya un conflicto o desacuerdo entre los dos países, o cuando, como sucede en algunos casos, el país de origen exige el servicio militar como precio para mantener la ciudadanía.
En los países de inmigrantes, en particular, la difuminación de la línea divisoria entre las nacionalidades se convierte en una amenaza potencial de una manera distinta a lo que sucede en el país de origen. El sentido de identidad nacional (si no la voluntad de sacrificarse por ella) es a menudo más fuerte en los países cuya nacionalidad se basa en siglos de historia y destino compartidos de lo que es en los países que deben gestionar las oleadas migratorias. Estos países tienen menos margen de maniobra en estos asuntos, a menos que tengan la fortuna de ser seguros y no tener por qué pedir mucho a sus ciudadanos. Pero en aquellos países basados en población inmigrante donde es necesario llamar al sacrificio, esta evolución puede ser más problemática.
Hay quienes consideran al nacionalismo como una fuente perjudicial de división, dando lugar a conflictos. El nacionalismo ha persistido porque proporciona a los individuos un sentido de lugar, comunidad, historia e identidad. Les da a las personas algo más allá de sí mismos lo suficientemente pequeño como para ser comprensible, pero mucho mayor de lo que ellos son. Que el nacionalismo puede llegar a ser algo monstruoso es obviamente cierto, cualquier cosa que sea provechosa también puede llegar a ser perjudicial. Pero por alguna razón el nacionalismo ha sobrevivido y prosperado.
El surgimiento de la ciudadanía múltiple, sin duda, ofrece la libertad. Pero, como suele ser el caso, la libertad plantea la cuestión de a qué se compromete un individuo más allá de sí mismo. Borrando las líneas entre las naciones, no parece que el conflicto se haya reducido. Muy por el contrario, se plantea la cuestión de dónde están las verdaderas lealtades de los ciudadanos, algo poco saludable para el ciudadano y el Estado-nación.
En Estados Unidos es difícil conciliar el juramento de ciudadanía con el fallo de la Corte Suprema que ratifica el derecho a la doble nacionalidad. Esa ambigüedad puede dar lugar a problemas serios en el tiempo. Esto no es sólo un problema de Estados Unidos, aunque aquí podría ser un problema más intenso y visible. Se trata de la cuestión más general de saber qué significa ser ciudadano.
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