jueves, 11 de octubre de 2012

LOS MINEROS SUDAFRICANOS

Los mineros sudafricanos y el temor al "contagio"
Por Bill Van Auken
19 Septiembre 2012
 
Cuatro mineros en huelga, empleados por una mina de oro fueron heridos por la policía de Sudáfrica. El acontecimiento ocurrió sólo tres semanas después de la masacre-el 16 de agosto-de 34 mineros de platino que participaban en una huelga en la mina de la compañía Lonmin en Marikana.
Al igual que en Marikana, la huelga en la mina Modder East, propiedad de la empresa Gold One, es de duración indefinida y, al igual que la huelga contra Lonmin, es una señal de la creciente oposición al Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros (NUM, siglas en inglés). NUM, el sindicato más grande de Sudáfrica y un pilar del gobierno del Congreso Nacional Africano (ANC, siglas en inglés) , sigue defendiendo la masacre de Marikana y exigiendo el encarcelamiento de mineros en rebeldía. La extensión de las luchas mineras ahora preocupa a los inversionistas de las firmas mineras, al gobierno del ANC y a sus colegas de la burocracia del NUM. Gary van Staden de la firma consultora NKC Independent Economists expresó esos temores: "Pienso que hay una alta probabilidad de contagio. Hay una buen chance que ocurran más luchas espontáneas-sin autorización sindical".
La clase gobernante teme el "contagio" dentro y fuera de la frontera de esa nación africana porque, cuatro años desde que el colapso de Wall Street del 2008 detonó una devastadora explosión económica global, la situación que confronta la clase trabajadora sudafricana es parte de un proceso mundial. En país tras país, la clase trabajadora encara un establishment político enemigo de los derechos sociales de la población . Este establishment controla partidos y sindicatos que supuestamente representan a los trabajadores.
En nuevo auge de luchas clasistas ha barrido con el marchito mito de que el régimen del ANC lucha por la liberación popular. Los atemorizados estrategas de la clase dirigente ahora se preguntan qué tan lejos se extenderán las protestas y las huelgas en el contexto del hirviente descontento de la clase obrera.
En Sudáfrica, 18 años después del fin del apartheid, cuya destrucción se logró a costo de décadas de luchas y sacrificios de los trabajadores y oprimidos, los capitales de las mismas empresas transnacionales y sudafricanas que lucraron bajo el dominio de la minoría blanca siguen intactos. La diferencia es que el ANC y el NUM ahora los defienden. Tanto el ANC como el NUM representan un estrato de agentes negros corruptos y sus compinches capitalistas que han resultado ser los únicos beneficiarios del "empoderamiento económico negro ". Para la gran mayoría de los trabajadores sudafricanos, incluyendo a los mineros cuyo duro y peligroso trabajo les da tan poco como U$300 al mes, las condiciones de vida son tan malas o peores quw las que existían bajo el mando blanco.
Katiso Mosebetsane -un joven de 22 años en Marikana en busca el cadáver de su padre, un minero asesinado en la masacre del 16 de Agosto. Habló con el periódico The Independent. Describió así los sentimientos de los trabajadores: "Trabajan juntos el patrón, el gobierno, y la policía-incluso el sindicato. Se supone que estos últimos deben proteger nuestros intereses, pero están en contra del pueblo…. Eso es igual que durante el apartheid".
El tsunami de luchas obreras en todos los continentes: obreros de Chrysler en los EE.UU., tripulaciones de vuelo de Lufthansa en Europa, trabajadores de Hyundai en Asia, funcionarios públicos en Brasil, más y más adquieren la forma de rebelión abierta contra los sindicatos actuales. En la medida en esas organizaciones logren controlarlas, estas luchas serán aisladas, asfixiadas y derrotadas.
En todos los lados, uno ve como, "trabajan juntos el patrón, el gobierno, y la policía-incluso el sindicato", en las palabras del joven trabajador sudafricano. Juntos se esfuerzan en imponer una contrarrevolución social contra la clase trabajadora. Esta es la respuesta de la clase gobernante a la crisis.
Al tratar de explicar el rol del NUM en Sudáfrica, muchos han comentado sobre la evolución de Cyril Ramaphosa, quién dirigía el sindicato en los 1980. Ramaphosa se convirtió en secretario general del ANC a comienzos de los 1990 y al terminar aquella década entró al sector privado donde, en un ascenso meteórico, logró convertirse en uno de los hombres más ricos de Sudáfrica con una fortuna personal de casi U$230 millones. Pertenece a la junta directiva de Lonmin, la compañía culpable de la opresión de los mineros de platino que causó la huelga y la masacre el mes pasado.
Aunque la historia de Sudáfrica le de características propias, una vez más vale la pena afirmar que este fenómeno no tiene nada de único. En los Estados Unidos el Sindicato de Trabajadores Automotrices (UAW, siglas en inglés) posee el 55 por ciento de las acciones de Chrysler y un oficial del UAW tiene un asiento en la junta directiva de esa compañía. Al igual que los mineros sudafricanos, los trabajadores automotrices, como los de la planta de motores de Dundee en Michigan que rechazaron el contrato local negociado por el UAW, encaran a esta supuesta "organización obrera" brazo con brazo directo de la patronal y enemigo de los trabajadores.
En la misma manera que el NUM de Sudáfrica posee un interés material en mantener las opresivas condiciones que generan ganancias para las compañías mineras, el UAW está directamente interesada en imponer el sistema salarial de dos niveles, turnos de 12 horas y un contrato de trabajo de $9 la hora en plantas automotrices. No es principalmente la corrupción o traición de este u otro oficial sindical, sino la transformación de estas burocracias en entidades de negocio cuyo objetivo es velar y controlar a la clase trabajadora.
En Sudáfrica esto ha producido el espectáculo en que NUM-una organización que dizque representa a los trabajadores colabore a la policía a organizar la masacre de estos. No cabe duda que aguzamiento de las luchas de clase en Europa o Norteamérica producirá una respuesta similar.
Tanto en Sudáfrica, como en EE.UU., en donde sea, la clase trabajadora debe romper con estas organizaciones sindicales y construir una nueva dirección revolucionaria, cuyo objetivo debe ser tomar el poder estatal e imponer medidas socialistas, que convertirán a las minas, los bancos y las principales compañías en empresas de servicios públicos controlados por los trabajadores.

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