jueves, 3 de marzo de 2011

LA REVOLUCION ARABE PAIS POR PAIS.


Queda claro que Israel ya no es la única democracia en el Medio Oriente, falta saber si dentro de unos meses quedará algún país cuyo sistema político no haya sido totalmente barrido por el proceso revolucionario en curso.

Según datos de la Organización Arabe del Trabajo (ALO) el desempleo alcanzó un promedio en el año fiscal 2007/2008 del 14.5%, una de las tasas más altas del mundo.

En una región donde el 65% de la población tiene menos de 30 años, el porcentaje de desempleo juvenil llega al 75% en Argelia y es muy alto en todos los países.

La combinación de (1) alto desempleo, (2) una gran proporción de jóvenes y (3) varios gobiernos autocráticos y corruptos, alimenta la revuelta en Medio Oriente.
La tasa de desempleo juvenil aumenta en todo el mundo. Según la OIT la tasa de desempleo juvenil mundial en 2009 fue del 13% en comparación con el 11.9% del año 2007 y se preveía una tasa del 13.1% para el año 2010, aunque algunos países tienen una tasa de desempleo juvenil que supera cualquier promedio. Es el caso de España que registró en mayo de 2010 una tasa de desempleo en menores de 25 años del 40.5%.
A los tres factores mencionados se agrega el alza en los precios de los alimentos. En países donde la mayor parte del ingreso (casi 50% en Egipto) se gasta en compra de bienes básicos, una suba de precios rápidamente produce una crisis alimentaria.

Gran república árabe libia popular y socialista
La revuelta libia comenzó en las ciudades de la empobrecida Cirenaica, una de las tres regiones que junto con la rica Tripolitania y la desértica Fezzan, constituyeron el moderno estado libio tras la breve colonización italiana. El gobierno de Trípoli nunca tuvo el control propio de un Estado moderno sobre todo el territorio del país. El régimen político de 1969 replanteó el papel político de las tribus que pasaron a convertirse en garantes de valores culturales y religiosos, los partidos políticos también fueron descartados. En consecuencia, la vieja elite, los ancianos de las tribus, quedó aislada políticamente. Pero en los años 90 renovó las alianzas con los dirigentes tribales. Aparecieron los “comandos sociales populares” que combatieron la corrupción, solucionaron disputas locales y terminaron por consagrar a las tribus como protagonistas políticos.

Los hechos actuales volvieron a colocar a los jefes tribales en el centro de la disputa. Los líderes de las dos principales tribus tuareg, la mayoritaria warfalah, con un millón de miembros y proveedora habitual de los servicios de seguridad del gobierno a través de una alianza hasta ahora inquebrantable, y los hasawna, se han rebelado contra Gadafi. El jeque Faraj al-Zuwayya, líder de la tribu oriental al-Zuwayya amenazó con cortar las exportaciones de petróleo a occidente si no se detenía la represión en Bengasi. Similar actitud adoptó Akram Al-Warfalli, el líder de los warfalah. Y también lo hicieron medio millón de bereberes del desierto meridional. La mayoría de las 140 tribus que componen el conglomerado étnico libio se han pronunciado contra el gobierno, incluidos algunos líderes de la pequeña tribu beduina de Qadhadfa, de donde proviene el “guía supremo”.

Libia produce 1.7 millones de barriles diarios en campos de petróleo controlados por tribus que siempre fueron independientes del gobierno. La amenaza de al-Zuwayya se concretó al cortar el lunes 21 de febrero el flujo de gas que va desde el campo de al-Wafa hacia Italia a través del gasoducto Greenstream. Las terminales de petróleo también están inactivas.

Al exigir el cumplimiento de directivas superiores a las posibilidades del acuerdo de mutua conveniencia política, el gobierno perdió la habilidad de manejar las relaciones intertribales e interclánicas.

Tradicionalmente las tribus de la Cirenaica han sido renuentes a la idea de un Estado centralizado y les ha resultado relativamente sencillo ocupar el territorio. Las ciudades como Tobruk, Al Baida o Bengasi son controladas por comités ciudadanos y no guardan relación con las estructuras políticas creadas por el régimen de Gadafi.

A medida que la represión se fue incrementando, la rebelión se extendió a la región más poblada del país, la Tripolitania.

Gadafi trató de compensar la debilidad estructural del Estado postcolonial con la industrialización petrolera y la adopción de un panarabismo políticamente nasserista, pero con una concepción supremacista y una alternativa islámica propia.

Su concepción supremacista quiso extender la arabidad a las tribus tuaregs y su alternativa islámica sostuvo que el Corán es la única fuente del derecho, excluyendo la Sunna y el cuerpo doctrinal de las escuelas musulmanas, una vía para marginar a los ulemas tradicionales. En la etapa siguiente, a partir de 1977, intentó re-legitimar el Estado creando la Yamahiriya, el Estado de masas. De esta manera logró rechazar el modelo representativo liberal y organizar una estructura socialista neosoviética basada en Congresos y comités populares. En cada nivel se elegían delegados y se culminaba en el Congreso General del Pueblo (legislativo) y el Comité General del Pueblo (ejecutivo). Cada instancia era controlada por comités revolucionarios designados por el Guía Supremo, quien formalmente no gozaba de poder.

Tras el fracaso de sus intentos de unificación con otros países árabes, fracaso que constituye el centro de la debacle nasserista, cambiará su visión panarabista por una visión panafricana, que utilizó para intervenir en los países del Sahel y en Africa occidental. Mientras tanto cerró sus fronteras a los migrantes del Africa subsahariana, a instancias de los gobiernos europeos.

Durante la guerra fría el establecimiento de la Yamahiriya, la construcción de un modelo socialista oscilante entre las grandes potencias y sus tensas relaciones con Estados Unidos, le valieron la simpatía de gran parte de la izquierda mundial.

Pero a comienzos del nuevo siglo la alineación internacional del régimen libio cambió abruptamente. En agosto de 2003 aceptó su participación en el atentado al avión en Lockerbie en 1986, pagó una indemnización de 2.700 millones de dólares a los familiares de las víctimas y las sanciones se levantaron. Libia volvió a ser miembro pleno de la comunidad internacional, ofreció sus servicios contra Al Qaeda y tras la caída de Saddam Hussein anunció voluntariamente la terminación de su programa nuclear.

En 2004 Libia reanudó relaciones con Gran Bretaña y en 2006 con Estados Unidos, que lo quitó de la lista de países terroristas. También en 2006 firmó con Francia un acuerdo para desarrollar un programa nuclear y en 2007 Nicolás Sarkozy visitó Tripoli, donde fue recibido con todos los honores. En 2008 firmó un acuerdo de inmigración con Italia, por el cual Libia recibe 5.000 millones de euros anuales por 20 años en reparación por el colonialismo italiano a cambio de reprimir el flujo de inmigrantes ilegales hacia el sur europeo. En 2009 Gadafi participó en la asamblea general de las Naciones Unidas y armó su carpa en la mansión del millonario Donald Trump. En enero de 2009 comenzó a colaborar como columnista del New York Times y ese mismo mes el rey Juan Carlos viajó a Trípoli para promocionar las empresas españolas, viaje que el jefe de gobierno español José Luis Zapatero hizo en 2010

Si bien el país se convirtió en destino de las inversiones europeas fue Estados Unidos quien más disfrutó del favor político libio. Ambos países coordinaron maniobras militares en el Sahel y Libia trabajó estrechamente con la CIA en la política antiterrorista norteamericana. En 2008 Condoleezza Rice visitó Trípoli y el año siguiente Libia firmó un acuerdo histórico sobre cooperación militar y diplomática con el AFRICOM (Comando para Africa) norteamericano para trabajar conjuntamente en temas de mantenimiento de la paz, seguridad marítima, contraterrorismo y seguridad africana.

Demostrando el carácter netamente político de esta etapa de la revolución hay que destacar que Libia tiene los indicadores más altos del continente africano: el PBI per cápita más alto, el Indice de Desarrollo Humano (IDH) más alto y la esperanza de vida (74 años) más alta. Sin embargo el índice de pobreza es del 35% y el desempleo es del 30%, llegando al 50% entre los jóvenes. Con un PBI per cápita de casi 15 mil dólares, el reparto de la renta es profundamente desigual. Fuera de la industria de hidrocarburos no se desarrolló ninguna otra rama productiva y en ella trabajan mayoritariamente obreros extranjeros. El país importa el 75% de los alimentos que consume.

La insurrección popular se ha extendido desde Bengasi, la segunda ciudad del país, ubicada en el este, hacia el sur y hacia Trípoli, la capital. Su principal exigencia es la renuncia del gobierno y la implementación de reformas en derechos humanos y libertad de expresión.

Mediante la creación de comités populares las milicias opositoras controlan las ciudades de Tobruk, Derna, Al Bayda, Al Marj, Bengasi y Ajdabiya en el este; Misurata, Bani Walid, Al Khums, Tarhunah, Gharyan, Zouara, Al Jufrah, Zauiya y Nalut en el oeste, rodeando la capital.

El régimen parece haber adoptado la opción de aferrarse al poder por la fuerza. Podría correr la suerte de Ceaucescu en Rumania, una alternativa que Estados Unidos quiere impedir a toda costa. O el país podría quedar fracturado siguiendo líneas tribales, el escenario afgano-somalí que desea Estados Unidos y en base al cual ha comenzado a actuar.

Por ahora se ha conformado el Consejo Nacional de Libia (CNL) que pretende ser un embrión de gobierno transitorio y que intentará integrar a representantes de todas las ciudades liberadas del país. Abdel Hafiz Ghoga, vocero del movimiento, ha dicho que “estamos totalmente en contra de cualquier intervención militar de cualquier país que sea. El resto del territorio libio será liberado por el pueblo de Libia”.

También dijo estar en contra de “la división de Libia entre norte, sur, este y oeste o siguiendo bases tribales. El CNL está situado en Bengasi porque es una población liberada”.

Fathi Tarbul, uno de los líderes del levantamiento popular en Bengasi, sostiene que el gobierno controla únicamente el 15% del país. El domingo 27 de febrero se instaló un gobierno provisional en Bengasi, formado con representantes de todas las ciudades liberadas.

El rol político de las fuerzas opositoras no es aún claro, algunos importantes sectores como el Frente Nacional para la Salvación de Libia y la Unión Constitucional Libia son proimperialistas y monárquicos aunque declaren su negativa a toda intervención. Las potencias también están divididas: China demanda un “rápido retorno a la estabilidad y la normalidad”. El motivo es obvio: el comercio chino-libio ha crecido casi un 30% solo en 2010. Si se desmorona la estructura de sus relaciones económicas con Libia, de donde importa cantidades crecientes de petróleo, su proceso de industrialización sufrirá problemas y algo similar le sucede a Rusia. Estados Unidos adopta una posición diametralmente opuesta, condenando rotundamente al régimen libio. Si cae el régimen de Gadafi, Estados Unidos podrá desmontar toda la estructura de relaciones económicas internacionales del país y abrir el camino a las multinacionales basadas en Estados Unidos, hasta ahora excluidas de la explotación de reservas de energía en Libia. Así podría controlar el grifo de energía del que se abastecen Europa y China aunque previamente necesita un acuerdo político con los jeques tribales de la Cirenaica. En medio de la marea revolucionaria que recorre el norte africano, Libia es el único lugar donde Estados Unidos puede respirar. La intervención norteamericana es posible pero no sencilla y muy probablemente no adopte la forma de una innecesaria intervención militar.


Bahrein

Bahrein se convirtió en reino hace pocos años cuando no se sabía que la voluntad de reformas prometidas por Hamad bin Issa al Khalifa en 1999 era pura retórica. En 2001 promovió una reforma constitucional que transformó al entonces Estado de Bahrein en reino y con una monarquía parlamentaria como forma de gobierno. La propuesta escondía una gran trampa: el Senado sería elegido directamente por el rey y las elecciones a la Cámara Baja en 2006 fueron fuertemente controladas: de 40 parlamentarios, solo 18 chiítas fueron electos, en un país con un 70% de población de esa tendencia religiosa.

Las protestas comenzaron en el año 2006 en los suburbios chiíes de Manama con cientos de jóvenes exigiendo el fin de la discriminación, el acceso a viviendas y la posibilidad de empleos al mismo nivel que sus connacionales sunnitas.

Hubo elecciones nuevamente en octubre de 2010. El régimen tomó medidas de represión preventiva para aplacar cualquier voz disonante. Fueron detenidos 23 activistas opositores, las dos únicas ONGs que tomaron el tema de su defensa fueron ilegalizadas y sus miembros perseguidos. El proceso a los 23 fue una ventana que hizo conocer la situación de violación a los derechos humanos en Bahrein en todo el mundo.

Esta monarquía represiva tiene a Irán de un lado y Arabia Saudita del otro. El intento de aplastar con sangre el levantamiento democrático fracasó y la retirada de las fuerzas represivas permitió la ocupación de la rotonda de La Perla, convertido ahora en el centro de la sublevación.

En Bahrein tiene su asiento la quinta flota norteamericana, la principal fuerza naval en el Medio Oriente. Es una pequeña isla, con apenas 700 km2 y 1 millón 200 mil habitantes, pero es un importante productor de petróleo y está ubicado en un punto estratégico del Golfo Pérsico, unida a Arabia Saudí por un puente de 24 kms. de largo. En el año 2002 fue nombrado aliado extra OTAN y en 2008 fue el primer país árabe en realizar maniobras navales conjuntas con Estados Unidos. En diciembre del mismo año envió una compañía de fuerzas especiales a Afganistán.

El primer ministro Khalifa bin Salman al Khalifa gobierna despóticamente el país desde hace 40 años, con la bendición de su tío el rey. El lunes 14 de febrero se convocó al “día de la furia” en la Plaza de la Perla, en una manifestación pacífica que fue ferozmente reprimida. El lunes 21 volvieron a congregarse con la consigna central de “libertad a todos los presos políticos”. Mientras en el resto del mundo árabe los manifestantes reclaman la caída del gobierno o modificaciones al régimen político, en Bahrein se pide democracia en el entendimiento de que se necesita respeto a los derechos humanos. Todos denuncian los excesos represivos de un régimen disfrazado de modernidad.

En agosto y setiembre de 2010 fueron detenidos 23 activistas, acusados de terrorismo. Son religiosos, internautas y militantes con un solo elemento en común: todos son chiítas.

Solo la mitad de la población del país es nativa y la inmensa mayoría es chiíta aunque la dinastía reinante desde hace dos siglos es sunnita. En un país cuya principal característica es la discriminación el 80% de la masa laboral es chiíta pero ninguno de ellos puede trabajar en la administración pública. Dos tercios de los miembros del aparato de seguridad son extranjeros, jordanos, egipcios, paquistaníes. El resto son sunnitas.

Pero además el sistema político es completamente autoritario: los diputados surgen de elecciones controladas, el Consejo Shura o Senado puede vetar cualquier ley aprobada por la Cámara Baja. El rey elige a los miembros del Shura.

Dando muestras de la tradicional sabiduría política árabe, los manifestantes cantaban en la plaza: “Ni chiítas ni sunnitas, solo bahreinitas”. El nuevo panarabismo no da lugar a las guerras de religión, pero tampoco da lugar a Estados Unidos porque una importante organización de izquierda chií, el Waad, reduce el margen de maniobra de la política norteamericana de “fronteras de sangre” y su auspicio del enfrentamiento religioso.

Algunos analistas sostienen que no es en Libia donde se está jugando el futuro del mundo árabe sino en Bahrein. La importancia estratégica de este pequeño país puede hacer que la revuelta en curso afecte fuertemente a Arabia Saudita y Kuwait. En los tres países hay una importante población chií (70% en Bahrein, 20% en Arabia Saudita y 30% en Kuwait) y están asentados en una zona que exporta el 10% del petróleo que consume diariamente el mundo. Si en Bahrein tiene asiento la quinta flota norteamericana, en Kuwait está el mando militar de las tropas de ocupación de Irak y Afganistán. Estados Unidos es consciente de la delicada importancia estratégica de Bahrein, el único país árabe que recibió la visita de varios altos funcionarios norteamericanos en las últimas semanas, entre ellos el Secretario de Estado para Asuntos del Cercano Oriente, Jeffrey Feltman.

Estados Unidos y Arabia Saudí han incentivado a la monarquía bahreinita a otorgar concesiones modestas: la liberación de algunos presos políticos, el nombramiento de un príncipe heredero, el cambio de los cinco ministros sociales (Vivienda, Trabajo, Salud, Electricidad y Agua, Presidencia), la reducción de un 25% en la tasa de interés de los préstamos para la vivienda. Muy insuficiente para las demandas chiíes que exigen el fin de la monarquía.


Iraq
Tras 9 años de invasión y cientos de miles de muertos y mutilados, Iraq no está cerca de la democracia y de la libertad. A pesar de todo el derroche y la arrogancia ensayada en estos años, Estados Unidos no puede controlar Iraq donde el descontento de las masas ha estallado en el Kurdistán.

Al igual que en El Cairo, la plaza Tahrir es el centro de reunión de los manifestantes en Bagdad, la capital. Llamativamente los líderes religiosos chiítas Moqtada al-Sadr y el gran ayatollah Álí al-Sistani han pedido a la población que postergue las protestas, lo que provocó que muchos chiítas hayan abandonado la convocatoria del viernes 25 de febrero. Al-Sadr manifestó su llamamiento a postergar las protestas durante 6 meses para permitir que el recién formado gobierno del primer ministro Nuri Kamal al-Maliki pueda mejorar la economía del país. Hace una semana había convocado a una protesta masiva y consideraba que no era probable que el gobierno mejorara la situación.

Moqtada al-Sadr es el más importante dirigente político chií de Iraq. Con su propio ejército ha enfrentado a Estados Unidos en la batalla de Fallujah pero luego ha virado a posiciones acordes con la diplomacia iraní, llegando a controlar la provincia de Basora tras la retirada británica. En 2008 abandonó a sus tropas luego de un acuerdo con al-Maliki y es un firme sostenedor de su gobierno, al que apoyó en las elecciones.

Al-Sadr regresó a Iraq en enero de 2011 luego de 3 años de autoexilio en la ciudad sagrada iraní de Qom, donde ha estado estudiando teología. Solo estuvo dos semanas en Iraq e inexplicablemente regresó nuevamente a Irán.

A pesar del llamado al abandono de la protesta miles de manifestantes salieron a la calle en Bagdad y otras ciudades iraquíes en la convocatoria del “Día de la ira” el 25 de febrero. Ya desde 10 días antes las manifestaciones se repetían en forma diaria en varias ciudades del país, desde el norte kurdo hasta el sur chiíta. Hubo movilizaciones en Suleimaniya, Mosul, Kut, Bagdad, Fallujah, Basora, Al Qaim, Di Qar, Samawa, Diwaniya, Amara, Al Anbar, Saladino, Ramadi y Diala.

A diferencia de otros países en Iraq las reivindicaciones abarcan un abanico amplio de demandas. Inicialmente son más básicas: agua, electricidad, empleo, el fin de la corrupción, la opresión y el sectarismo, la rebaja en el precio de los alimentos y la destrucción de los muros de hormigón que dividen a las ciudades. Pero también hay exigencias políticas específicas: la disolución del Parlamento, la renuncia de al-Maliki. Y reivindicaciones generales: la liberación de Iraq y el fin de la ocupación de los 50 mil soldados norteamericanos. La represión, principal institución creada por la ocupación norteamericana, ha sido hasta ahora la única respuesta ante las demandas.

El 17 de febrero murieron 9 personas en Suleimaniya cuando las fuerzas de seguridad kurdas abrieron fuego. En Kut hubo 3 muertos. El 14 de febrero fue detenido Udey al-Zeidy, presidente del Frente Popular para la Salvación de Iraq, que intentaba organizar una vigilia en la plaza Firdaus de Bagdad. Liberado 4 días después denunció las torturas a que fue sometido y volvió a instalarse en la plaza Firdaus.

Antes de la movilización del “Día de la ira”, el gobierno anunció la exención del pago de la electricidad a determinados grupos sociales, un aumento del 20% del salario a los funcionarios públicos, una reducción del 50% en el salario del primer ministro, el pago de raciones de abastecimiento, el pago de 12 dólares mensuales a cada ciudadano en compensación por la falta de alimentos y medidas similares que han sido tomadas en broma por la población.

La jornada del 25 de febrero fue memorable en todo el país. En Mosul, capital del Kurdistán iraquí, la policía disparó contra la multitud matando por lo menos a 5 personas. Pero el ejército colaboró con los manifestantes quienes ocuparon y quemaron el palacio de Gobierno. En Haweeja la policía y el ejército se unieron a los manifestantes y juntos se dirigieron a la vecina Kirkuk. En Basora la presión de los 10 mil manifestantes hizo renunciar al gobernador mientras la oficialidad se unía a las protestas. Las fuerzas especiales reprimieron a los 1000 manifestantes en Fallujah, donde se estableció el toque de queda. Congregados en la plaza Tahrir de Bagdad, los 5.000 manifestantes derribaron dos muros de hormigón y tomaron el control del estratégico puente de Jamhuuriya, que da acceso a la Zona Verde, el distrito que alberga a las autoridades de ocupación de Estados Unidos, la embajada norteamericana y el parlamento nacional. Todo esto a pesar de que al-Maliki desplegó miles de soldados, prohibió el tránsito vehicular y cerró el aeropuerto internacional.

Fue una jornada histórica, los protagonistas de la hazaña cívica del 25 de febrero desconocen si sus sueños se cumplirán plenamente o si caerán en el absoluto fracaso. Pero sí saben que este momento no pertenece a los reyezuelos timoratos ni a los invasores paranoicos que acechan en las aguas del Mediterráneo.


Túnez

Miles de manifestaron marcharon el fin de semana del 26 y 27 de febrero por las principales ciudades del país contra el gobierno de Gannouchi exigiendo la convocatoria de una Asamblea Constituyente. La consigna central de las movilizaciones fue: “La revolución en Túnez todavía no ha terminado”. La agencia Reuters informó que 40 mil personas marcharon en la capital del país. Marchas similares se realizaron en Sfax, Kairouan, Bizerta, Monastir y otras localidades.

En Túnez, la ciudad capital, los manifestantes volvieron a acampar en la explanada de la Kasbah, frente al palacio de gobierno, de donde habían sido violentamente desalojados hace un mes. El movimiento mostró señales de haber superado el momento de incertidumbre provocado por la aprobación de la UGTT (Unión General de Trabajadores de Túnez) al gobierno de Mohamed Gannouchi.

En la noche del domingo 27 de febrero Gannouchi renunció y la revolución comenzó nuevamente a marcar el rumbo de los acontecimientos. En su lugar asumió el cargo de Primer Ministro Beji Caïd Essebsi, de 85 años, antiguo ministro del gobierno encabezado por el líder nacional Habib Bourguiba. El presidente interino Fuad Mebaza deberá anunciar el calendario de las elecciones previstas para mediados de julio próximo. También se vio forzada a renunciar la canciller francesa, Michelle Alliot-Marie por sus relaciones políticas y personales con allegados al ex presidente tunecino Ben Alí, mientras salió a la luz que otros miembros del gobierno y del parlamento tenían contactos muy provechosos con Muammar Gadafi y Hosni Mubarak.

En el fin de semana del 26 y 27 de febrero 6 personas murieron en la capital por enfrentamientos entre la policía y grupos de manifestantes. El panorama político se ha vuelto inestable para las elites, sea la UGTT, los partidos políticos, los intelectuales reformistas o las fuerzas policiales. Solo en la Qasba manda la multitud.



Jordania

El primer día de ira se realizó el 14 de enero con una modesta reunión de 500 personas. La oposición oficial boicoteó la primera convocatoria, pero al ver que el proceso tunecino no se detenía se sumaron en gran número para la convocatoria de la semana siguiente, el viernes 21 de enero de 2011, congregando a 10 mil personas. En el tercer viernes, 28 de enero de 2011, la cantidad de personas disminuyó y el cuarto viernes, 4 de febrero, hubo dos manifestaciones separadas: una en el lugar acostumbrado en el centro de la ciudad, y otra a varios kilómetros de distancia junto a la sede del Primer Ministro.

El sistema de partidos jordano presenta una posición fragmentada en dos grandes grupos: por un lado la oposición oficial compuesta por los partidos de oposición legalizada y las asociaciones profesionales y por otro lado la oposición alternativa.

La oposición oficial busca opciones reformistas y suaves y ha sido objeto de numerosas críticas en las últimas dos décadas.

La oposición alternativa, que se presentado como la única capaz de llenar el vacío político, no es muy diferente: tiene un carácter aislacionista que excluye a Cisjordania, se basa en una identidad post-colonial socialmente inexistente y se hace eco de las consignas nacionalistas del gobierno expresadas en las consignas publicitarias de “Jordania, lo primero”, “Todos somos Jordania”. En síntesis, el problema de la identidad nacional jordana está en el trasfondo de la parálisis del sistema político. Esta oposición alternativa mantiene estrechos vínculos con la “vieja guardia”, una de las dos alas del régimen político jordano que fue parcialmente marginada cuando el joven rey Abdullah II ascendió al trono e introdujo una nueva ala en la clase gobernante, los “neoliberales”.

Esta oposición alternativa está compuesta por el Movimiento de Izquierda Social, la Iniciativa Nacional, la Corriente Nacional Progresista, el Comité Nacional de Veteranos de Guerra, la Asociación de Escritores, la Corriente Nacionalista Progresista y otros grupos intelectuales más pequeños. Todos estos grupos forman la “Campaña Jordana por el Cambio – Jayeen” y están estrechamente aliados políticamente y coordinados organizativamente.

Los intelectuales y académicos jordanos forman parte del aparato cultural y de los medios de comunicación del gobierno, siguiendo el modelo de cooptación egipcio. Se ha difundido una literatura política que habla de una identidad nacional jordana separada de una identidad nacional palestina, como entidades aisladas que comparten intereses comunes.

En las movilizaciones de los “Días de la ira” no hubo consignas que integraran a los habitantes de los campamentos de refugiados palestinos.

Esta oposición alternativa pedía dos cosas: la destitución del primer ministro Sameer al-Rifai y la formación de un gobierno de unidad nacional. Estas demandas fueron aceptadas por la oposición oficial. Ambos grupos reconocen la legitimidad del régimen monárquico.

El gobierno de al-Rifai fue destituido y se nombró primer ministro a un miembro de la vieja guardia, el ex primer ministro Marouf al-Bajit. Este cambio preventivo dio resultado, desaparecieron las consignas que pedían la dimisión del gobierno y todos optaron por conceder un período de prueba al nuevo primer ministro. Casi siempre los elegidos por la oposición alternativa como blanco de sus ataques políticos son de origen palestino y no pertenecen a las familias y clanes del este del país. Recientemente la reina Rania, de origen palestino, fue acusada de corrupción y se la comparó con la esposa del dictador tunecino, Laila Tarabulsi.

El joven rey Abdullah pareció haber aprendido las lecciones de Egipto y Túnez. Se reintrodujeron los subsidios a los productos alimentarios básicos que se habían suprimido, se anunció un aumento del salario mensual de los empleados públicos y se permitió que figuras de la oposición política aparecieran en el canal de televisión del Estado. No se prohibieron ni reprimieron las manifestaciones del “Día de la ira”, no se exigió que se pidiera permiso para ser realizadas, no hubo presencia policial durante su realización y la policía distribuyó agua y refrescos.

Sin embargo, cuando las reformas preventivas del régimen monárquico jordano y su tímida oposición parecían surtir efecto en el desvanecimiento controlado de las movilizaciones, el viernes 25 de febrero, miles de manifestantes se congregaron en Amman, Irbid y Karak exigiendo una reforma sobre bases electorales y no por nombramientos del rey. De la exigencia de caída del gobierno las masas pasaron sin pedir permiso a la exigencia de cambio en el régimen.


Arabia Saudita

La crisis también está erosionando el régimen saudí. El 19 de febrero el muftí de Arabia Saudí advirtió al gobierno que a menos que llevara a cabo reformas urgentes para mejorar el nivel de vida del pueblo podría enfrentarse a un derrocamiento similar a lo sucedido en Túnez y Egipto. Criticó la extravagancia de la familia real, que contrasta con la pobreza de las masas del país.

Todo el régimen saudí se basa en una alianza entre la monarquía de la Casa de Saud y el clero. Una fractura entre ellos sería el presagio de una crisis revolucionaria en el primer productor mundial de petróleo.


Irán

El lunes 28 de febrero fuerzas de Seguridad secundadas por milicianos de civil se enfrentaron con grupos de manifestantes en diversos puntos de Teherán, durante una jornada de protesta convocada para exigir la liberación de los líderes opositores.

Argelia

El 12 de febrero una débil manifestación de 3 mil personas se movilizó en Argel exigiendo la caída del gobierno. La Coordinación Nacional para el Cambio y la Democracia (CNCD) informó que 30 mil policías custodiaban cada sector de la ciudad.

La CNCD surgió tras las primeras manifestaciones que se realizaron en Argel entre el 5 y 14 de enero, intentando continuar esa dinámica movilizadora. Una de sus principales reivindicaciones es el levantamiento del estado de emergencia vigente desde 1992. El primer ministro Ahmed Ouyahia prometió levantarlo antes que termine febrero, cosa que finalmente sucedió. Además de la Liga Argelina de los Derechos Humanos, cuatro sindicatos autónomos son parte de la convocatoria inicial de la CNCD: el Sindicato Nacional Argelino del Personal de la Administración Pública (Snapap), la CLA, CNES y el Sindicato Argelino de Trabajadores de la Educación y la Formación (Satef). Pero varios dirigentes políticos opositores denuncian la falta de arraigo social del CNCD y la presencia de personalidades vinculadas al régimen.

Mientras tanto los rebeldes bereberes de las montañas de Kabilia, en el norte de Argelia, prefieren no participar de la revolución árabe, resentidos por el desinterés árabe en los sucesos de la Primavera negra de 2001. El proceso argelino no augura que el país vaya a formar parte del dominó revolucionario.


Conclusión

Hay un solo actor que no apareció en ninguno de los acontecimientos que sacuden al mundo árabe. Al Qaeda, la excelente invención del Departamento de Defensa norteamericano ha estado más bien callada.

Pero tampoco el islamismo ha podido poner su cuota de desconcierto en esta andanada revolucionaria, ni siquiera en Egipto donde contaba con cierta fuerza pero con muy escasa simpatía en la población.

Los jóvenes que ponen fin a la vida política de dictadores, reyezuelos y tiranos son musulmanes, pero ellos derribaron efectivamente a Mubarak mientras todavía se pueden ver videos clandestinos pasados de moda que convocan a hacerlo. Hubo muchos mártires desde la inmolación de Mohamed Bouazizi el 17 de diciembre de 2010, pero las banderas islamitas no aparecen por ningún lado.

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