Geopolítica de la fragmentación, una
sociedad nueva en un mundo viejo
Miguel
Angel Barrios y Norberto Emmerich
El
año que se inicia preanuncia una economía mundial en desaceleramiento, principalmente
por la tensión comercial global más la suba de tasas y la caída del impulso
fiscal generado por el recorte de impuestos en Estados Unidos. El desgaste
comercial también afecta a China cuya tasa de crecimiento caerá al 6.2%, la más
baja de los últimos 28 años, obligándola a sostenerse en el consumo interno y el
aumento del déficit fiscal. Con un magro crecimiento del 1.7%, América Latina
sentirá el impacto de la crisis.
Sin
embargo estos bajos indicadores de crecimiento económico reflejan más las
posturas anquilosadas de los decisores políticos que las dinámicas productivas
de las sociedades nacionales. La renuncia del secretario de Defensa americano
Jim Mattis carga de incertidumbre la postura estadounidense ante sus desafíos
globales con Irán, Corea del Norte y su repliegue en Siria. El “shutdown” del
gobierno por el desacuerdo sobre la construcción del muro con México es una
muestra del bajo grado de responsabilidad alcanzado en la cima de los problemas
mundiales. El manejo de la crisis de los “chalecos amarillos” en Francia no
merece mejor opinión, ya que reducir el impuesto a las rentas de capital,
desaparecer el impuesto a las grandes fortunas y aumentar el impuesto a los
combustibles es una forma muy desacertada de implementar la defensa del medio ambiente.
En
el otro lado del tablero mundial los avances tecnológicos en manos de una
generación de grandes emprendedores, han hecho del conocimiento el nuevo
“dinero” global y han cambiado la dinámica evolutiva del tiempo. Mediante el
uso de la creatividad más que del dinero, la centralidad en la innovación
coloca a ciertos segmentos sociales en una autopista diferente, sin compromisos
con el pasado y sin debate público. Las startups que proliferan en los
diferentes Sillicon Valley del mundo no esperan regulaciones favorables ni
subsidios estatales para implementar programas y lanzar productos al mercado.
Entre
el furibundo proteccionismo comercial y político por un lado y la rauda
penetración en el futuro por el otro, el Estado nacional se defiende con
amenazas de guerra clásica soberana y las sociedades huyen de la incertidumbre
y la pobreza generalizada apelando al orden dictatorial en la política y la
creatividad innovadora en la economía.
Un
progreso que más avanza cuanto más retrocede es la convocatoria a una
geopolítica de la fragmentación, donde conviven el alto desarrollo tecnológico
con los rasgos más atrasados del orden social.
La
caravana migratoria, muy lejos de los anuncios publicistas de “guerra híbrida”,
decantó en un tema de seguridad interior mexicana, convirtiendo al país en la
oficina trasera de la burocracia migratoria americana. Lo mismo sucede con las
amenazas sobre los recursos naturales de la Triple Frontera, más a cargo de los
sicarios del PCC y sus franquicias locales que del Comando Sur. En la guerra
del litio entre Argentina, Bolivia y Chile no hay agresión externa y la
resolución queda al arbitrio de la capacidad comercial de cada país. En la
política internacional actual la dilución de la politicidad ya no es una sorpresa y la tercerización de la política exterior estadounidense en manos de sus agentes latinoamericanos se torna más habitual. La política migratoria pro americana ejecutada por México, la entrega "soberana" del Amazonas a las inversiones mundiales, la gestión criminal de la Triple Frontera por parte del PCC, la gendarmerización de la Patagonia argentina y el lamentable rol del Grupo de Lima son los ejemplos más notorios. En estos tiempos fragmentados Estados Unidos necesita un menor uso de las intervenciones directas, lo que implica un costo menor en el ejercicio de una soberanía mundial desgastada.
Crecen
los déficits fiscales y los gastos en armamentos, mientras América Latina
debilita sus políticas de integración y demora eternamente la formación de una
masa crítica sustentadora de proyectos que fortalezcan la creación de riqueza.
En
los cuatro puntos cardinales del mundo todas las miradas se vuelcan hacia el
interior, donde crecen la falta de confianza de los consumidores y los
ciudadanos hacia sus respectivos gobiernos, incapaces de conducir y conducirse.
En un mundo sin rumbo fijo, la fragmentación de las unidades políticas y la
pérdida del sentido de pertenencia a una misma comunidad son inevitables.
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