2019 desafiante
Juan Pablo
Calderón Patiño
Procesos
electorales, la crisis de seguridad y conflictos entre actores políticos
dibujan un año complejo.
Millones
sufragaron por un nuevo partido que aún no se materializa como tal, sino como
lo que es, un movimiento variopinto con intereses contrapuestos identificados
en sus bancadas legislativas. Morena recibió el voto antisistema ante las ofertas
desgastadas y tradicionales del PRI, PAN y PRD. La democracia exige una
oposición política real, dura en su crítica, pero con capacidad de construcción
en el tejido social e institucional y reconstrucción en su músculo militante.
Hoy ni el PAN ni el PRI asoman ambos talantes. El discurso de toma de posesión
fue atrevido para que en la propia soberanía del Legislativo se les dijera que seguirán
las consultas directas al pueblo, con independencia en su organización,
metodología y resultado. Ahondar esa asimetría no contribuye a la normalidad democrática.
En el 2019 se
elegirá al gobernador de Baja California y Puebla, las alcaldías en
Aguascalientes y Durango, además de congresos locales en Quintana Roo y
Tamaulipas. El primer estado en la alternancia política en 1989 avizora tejer
una nueva alternancia. El senador con licencia y hoy flamante delegado especial
del gobierno federal en la entidad fronteriza, Jaime Bonilla, puede ser candidato
oficialista. Para el PAN, que podría sumar un descalabro histórico al ya rudo
espiral de su crisis, es un reto la votación.
La elección podría ser
prueba de que los “superdelegados” o delegados de programas integrales de
desarrollo son también hacedores de una nueva estructura clientelar. No es
extraño que inicie en la
Frontera Norte, espacio donde históricamente la izquierda ha sido marginal y
que hoy los cambios fiscales buscan apuntalar a su electorado.
Pese al receso
de elecciones federales en el 2019 y aun con recorte, el INE tendrá un
presupuesto de casi el doble de los montos que el Presupuesto 2019 le otorga a
la SER (más de 8.5 mil millones de pesos).
El desbalance
entre una institución para arribar al poder y la Secretaría que se encarga del
quehacer internacional del Estado mexicano, es otra asimetría inercial a una
dependencia por años rezagada en recursos. No sorprende si en la toma de posesión
la palabra “soberanía” sólo fue mencionada una vez. “Corrupción”, “neoliberalismo”
y “energía” avasallaron en el primer discurso y en la bitácora de la supuesta
derrota del modelo que llegó en 1982 al poder y pese a la crítica presidencial,
no asoma una alternativa real.
Dos vertientes
pueden redefinir el sexenio en el 2019, una escalada de conflicto entre el
sector privado y el gobierno y, dos, la crisis de seguridad que en la
militarización de la seguridad
pública es una derrota para el mando civil. El empresariado no lo tiene todo y
el oficialismo no lo puede todo, ni siquiera en la etapa del desarrollo
estabilizador lo pudo. A nadie conviene un conflicto y menos en un contexto
global de incertidumbre y de capitales que compiten con otros países emergentes
y desarrollados. El drama de la inseguridad será aún mayor si se continúa la
batalla con el Poder Judicial. Bajo la forma del decreto presidencial,
pretender incentivar “indulgencias” para los que vulneran la legalidad
será un pésimo antecedente.
Recuperar la
vocación de servicio de la política transita por experiencia e ideas, no sólo
en menores salarios. El propio López Obrador ha dicho que es imposible donar su
salario porque es de lo que él vive. Sostener “premios de legitimidad” a los
que donan sus recursos es pavimentar el camino a una plutocracia donde sólo los
que tienen dinero pueden hacer política. Eso sería desvenar el principio de
inclusión de la democracia. Los desafíos para el gobierno y la oposición
avizoran retos que la propia historia se encargará de decir si fueron
transformación o la maroma de girar para volver a caer en el mismo lugar.
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