Geopolítica de América Latina
Juan Pablo Calderón Patiño y César Verduga Vélez
América Latina será testigo de la incorporación de nuevos gobiernos en 14 países que entre noviembre de 2017 y noviembre de 2019 el electorado definirá. Para una región donde hace unas cuantas décadas los golpes de Estado y la debilidad electoral eran la constante, se trata de un hito histórico. La manera de dirimir antagonismos políticos después de un ciclo autoritario ha tenido un avance, pero también una disminución de los latinoamericanos al apoyo de la democracia como la mejor forma de convivencia social, apoyo que se ha reducido del 70% al 58% en los últimos años.
Eric Hobsbawm definió al siglo XIX como "el siglo largo" porque se extendió en sus implicaciones culturales e internacionales hasta 1914, con el estallido de la Primera Guerra Mundial. En cambio, el siglo XX era, en su visión, el "siglo corto", porque concluyó con el colapso de la URSS y todas las repercusiones de la Revolución rusa de 1917 en el plano internacional. En el siglo XXI ¿dónde está América Latina? ¿Con retazos del siglo anterior o emprendiendo un nuevo siglo?
La desafección hacia la política, la corrupción como característica de las instituciones públicas y privadas y tasas de crecimiento económico mediocres son percepciones y realidades que circundan. La inseguridad es otro gran tema de la convivencia social, el crimen transnacional organizado actúa en toda Latinoamérica. Un signo preocupante es la baja participación electoral que destacó en un país con larga tradición político-electoral, como Chile, y se repitió en El Salvador, recientemente. Jefes de Estado electos con una tercera parte del padrón electoral no es un buen dato.
En el sueño democrático, surgen problemas que se creían superados, cuando en realidad fueron administrados o "pasados por debajo de la alfombra del olvido". Diametrales diferencias ideológico-políticas y una candente frontera entre Colombia ("socio global" de la OTAN, herencia de la Guerra Fría) y Venezuela, resurgen como amenazas reales. Ya en los noventa se escaló a un conflicto armado entre Perú y Ecuador por cuestiones fronterizas.
América Latina debe ir más allá de la concepción francesa para marcar la diferencia de la América anglosajona y cuestionar su papel en el siglo XXI, escenario de la irrupción de China como futura primera economía del mundo en el 2030, de la India como la "democracia más grande del orbe" y el renacimiento de Rusia como potencia militar de primer orden, con influencia estratégica no solo regional, sino planetaria. Pretender reeditar la Doctrina Monroe hoy es darse un balazo en el pie y perder oportunidades de diversificación y desarrollo. ¿Cuántos imaginaron que Chile, Perú o Brasil amanecerían en el siglo XXI con China como principal socio comercial? La globalización sufre tropiezos importantes y el líder que la enarboló, EU, hoy tiene un gobierno que privilegia sus intereses, por encima de la expansión internacional del comercio y los valores de la postguerra. No obstante, el aislacionismo estadounidense no puede ser también el de Latinoamérica.
Ninguna fuerza política con opción de poder está planteando la grave posibilidad de que la crisis venezolana, el desbordamiento del tema migratorio en América Central, el papel del crimen organizado transnacional en los países latinoamericanos, la transición cubana, están ayudando a justificar la agenda de argumentos que Trump requiere para desatar una estrategia neointervencionista militar o político-diplomática, y erosionar así los fundamentos del Estado nacional en uno o varios países latinoamericanos. Lo urgente, hoy, con independencia de uno o tal bando, es evitar la guerra civil o la intervención militar extranjera en Venezuela y con ello, repensar la geopolítica de nuestra región.
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