domingo, 23 de junio de 2019

CIBERGEOPOLÍTICA: UN NUEVO CAMPO DE ESTUDIO PARA COMPRENDER LOS ATAQUES A LA INFRAESTRUCTURA CRÍTICA


Cibergeopolítica: un análisis estratégico desde nuestra AméricaMiguel Angel Barrios

El pasado domingo 16 de junio pasado ocurrió, como es de público conocimiento, un apagón sin precedentes, que provocó cortes en la red eléctrica en Argentina (en todo el país excepto en Tierra del Fuego, que no está integrada al sistema de interconexión eléctrico nacional), Uruguay, Brasil, Chile y Paraguay. 
Más allá de que el Secretario de Energía, Gustavo Lopetegui, descarta la hipótesis del ciberataque, no ha surgido ninguna explicación seria con posterioridad a lo sucedido.
La Administración Nacional de Electricidad de Paraguay dijo que la falla comenzó con un suceso aun inexplicable en la red eléctrica de Argentina. El corte puso en relieve la vulnerabilidad de las redes transfronterizas a averías locales y como sabemos interrumpió el suministro eléctrico a millones de personas en la segunda mayor economía de América del Sur. Debido a la naturaleza integrada de la red regional, los trastornos también afectaron a Brasil, Uruguay, Chile y Paraguay.
La agencia estadounidense Bloomberg no descarta que la verdadera causa de lo acontecido haya sido un ataque cibernético y al hecho gravísimo debemos enmarcarlo en las nuevas guerras que se van configurando en el sistema mundo.
Estados Unidos está intensificando las incursiones digitales en la red eléctrica de Rusia, en una estrategia de utilizar agresivamente las ciber herramientas y lo realiza bajo el argumento nunca demostrado del Departamento de Seguridad Nacional y del FBI de que Rusia ha insertado programas maliciosos que podrían sabotear las centrales eléctricas, los oleoductos y gasoductos o los suministros de agua de Estados Unidos en cualquier conflicto futuro con ese país. 
Es decir que estamos en un momento de una especie de “guerra fría digital” entre Washington y Moscú, las redes eléctricas y su hackeo parecen convertirse en un nuevo campo de batalla de la política internacional. En el lejano 2009 (lejano por la dinámica de la política mundial) advertíamos con anticipación en nuestro "Diccionario Latinoamericano de Seguridad y Geopolítica" que las nuevas guerras del futuro, que ya son hoy, eran dos: 
A- Las guerras por los recursos naturales
B- Las Guerras cibernéticas 
Ahora nos enteramos que Donald Trump acaba de aprobar ataques cibernéticos contra los sistemas de misiles de Irán mediante el Comando Cibernético de su país, según lo informan varios medios estadounidenses, entre ellos The Washington Post y The New York Times (http://actualidad.rt.com/actualidad/318857-reportar-trump-aprobar-ataque-cibernetico-iran).
Esto nos exige replantearnos desde la geopolítica en América del Sur las tradicionales dimensiones de la misma, de acuerdo a los desafíos de la cuarta revolución industrial en función de generar políticas estratégicas de fortalecimiento ante la vulnerabilidad en la que nos encontramos.
Podemos decir muy rápidamente que la geopolítica trata fundamentalmente del territorio y poder con una comprensión histórica. Y como la Geopolítica trata de la historia, debemos darle una secuencia en el análisis de los dominios geopolíticos de acuerdo a su aparición histórica:
- Tierra: es el espacio terrestre, el lugar primigenio donde la humanidad nace y se desarrolló. Los humanos somos seres terrestres, nacemos y vivimos en la tierra. En los entornos urbanos nacieron las unidades políticas territoriales alrededor de los cultivos y el pasto para el ganado que sostienen la vida humana. En la tierra también se explotan los recursos minerales y energéticos ysus recursos de agua dulce.
- Mar: el desarrollo y expansión de las comunidades humanas convirtió al espacio marítimo en un lugar de tránsito y de explotación pesquera. Pero también mediante flotas mercantes y de guerra se crearon y se expandieron los territorios europeos en todo el mundo desde el siglo XVI al XX, así como en la actualidad sigue sucediendo con el poder de los Estados Unidos. 
- Aire: continuando el desarrollo tecnológico llegó la navegación aérea y podemos afirmar que la tecnología aérea es un requisito obligatorio para hacer uso de este dominio. Actualmente es un requisito imprescindible para las Fuerzas Armadas de cualquier Estado y por supuesto para la aviación civil comercial, ya que constituye el medio de transporte más rápido del mundo capaz de realizar vuelos interoceánicos.
- Cosmos: como colofón al desarrollo tecnológico de la navegación aérea a mediados del siglo XX se abrió un nuevo dominio, el espacio ultraterrestre o cosmos. Si el espacio aéreo necesitaba obligatoriamente un importante desarrollo tecnológico, el cosmos representa un escalón superior. A pesar de que a excepción de los astronautas pocos humanos han estado en el cosmos, su gran impacto actual radica en los satélites que orbitan, lo que permite un modelo de comunicación y vigilancia nunca vista en la historia, como lo menciona Enrique Refoyo en su trabajo aún inédito "Cibergeopolitica, el quinto elemento del nuevo mundo". En síntesis, si no se comprende el tablero completo con todas sus condiciones, no se puede llegar a comprender la realidad.
En el sistema mundo del siglo XXI como ya lo sufrió la Argentina, y primeramente Venezuela en América del sur en la primera guerra híbrida de nuestro sub continente, el ciberespacio aparece como la quinta dimensión de la geopolítica, es decir surge como una nueva rama de la geopolítica, la cibergeopolítica.
El ciber espacio es un nuevo mundo donde la tecnología informática necesaria para conectarse a internet es cada vez más barata y accesible. En décadas pasadas el desarrollo tecnológico solo permitía la conexión mediante computadoras, pero el desarrollo actual permite conectarse a internet desde múltiples dispositivos informáticos como ordenadores portátiles, tabletas, telefonías móviles o los últimos electrodomésticos, (el internet de las cosas). La desaparición de las distancias en el ciberespacio crea un desvanecimiento de las fronteras y este nuevo mundo es plenamente humano, puesto que su existencia depende de la tecnología desarrollada por los propios humanos. Si se quita el factor humano o se elimina la tecnología que los sustenta el ciberespacio quedará destruido.
La cibergeopolítica es básicamente la geopolítica que tiene lugar en el ciberespacio donde las condiciones como hemos visto son muy distintas en relación con la geografía real. Aquí nada de lo conocido es igual, ni la distancia ni los tiempos ni la frontera ni la identidad, todo cambia. Si dos países o gobiernos son rivales o enemigos, se verá reflejado en el ciberespacio y se pueden dar choques tan serios en el ciberespacio como en el mundo real. 
Nace una nueva forma de dependencia, que es la dependencia cibernética en el caso de que nuestros países no desarrollen un proyecto estratégico de soberanía en el ciberespacio, lo que resulta imposible sin un Proyecto Nacional-Continental.
En la cibergeopolítica se podrá ver con mayor profundidad las posibilidades de acciones de inteligencia y sabotaje, campañas de información y desinformación. 
Un ciberataque se define como la intrusión en un sistema o dispositivo para destruirlo o manejarlo, un ataque a los servicios públicos o incluso a la seguridad de un país. Por ejemplo, si en un ciber ataque se ven comprometida la seguridad de la infraestructura crítica se puede ver afectada la red eléctrica, como ocurrió en la Argentina.
Podemos encontrar 5 motivos de un ataque por ahora:
1- Ciberespionaje: robo de información
2- Ciberdelito: beneficio económico
3- Ciberterrorismo: provocación de daños
4- Ciberactivismo: reivindicación social o política
5- Ciberdefensa: superioridad en el ciberespacio.
Debemos señalar que cuanta mayor ciberdependencia exista mayor efecto devastador puede tener un ataque contra un objetivo. En el caso de la Argentina la ausencia de una política de Defensa Nacional por la ausencia mayor de un proyecto nacional vuelve más que preocupante al tema, que en verdad por consenso nacional debe formar parte de la agenda estratégica del país.
En síntesis, en forma didáctica iremos armando un pequeño glosario estratégico para ir internalizando a la cibergeopolítica:
El CIBERESPACIO es un lugar creado a través de la interconexión de sistema de ordenadores mediante internet. Es un espacio global dentro del entorno del Sistema Mundo que consiste en una red interdependiente de infraestructura de información, incluyendo internet, redes de telecomunicaciones, sistemas informáticos, procesadores y controladores.
La CIBERSEGURIDAD es la protección de los activos de la información a través del tratamiento de las amenazas que ponen en riesgo la información. Es un conjunto de herramientas políticas, salvaguarda de seguridad, directrices y métodos de gestión de riesgos, acciones, formación, practicas idóneas, seguros y tecnologías, que pueden utilizarse para proteger los activos de un Estado u organización y los usuarios en el ciberentorno.
La CIBERDEFENSA es el conjunto de capacidades de defensa, explotación y ataque que permiten llevar a cabo operaciones en el ciberespacio con la finalidad de preservar o ganar la libertad de acción en el ciberespacio de interés militar, impedir o dificultar su uso por parte del adversario y contribuir a alcanzar la superioridad. 
Las CIBERAMENAZAS son todas aquellas disrupciones o manipulaciones maliciosas que afectan a elementos tecnológicos y abarcan un amplio abanico de acciones. Se caracterizan por su diversidad afectando casi la totalidad de los ámbitos de la Seguridad Nacional, como la Defensa Nacional, la Seguridad Económica o la Protección de las Infraestructuras Críticas y no distinguen fronteras. 
La CIBERCRIMINALIDAD es un conjunto de actividades ilícitas cometidas en el ciberespacio que tiene por objeto los elementos y sistemas informáticos u otros bienes jurídicos, siempre que en su planificación, desarrollo o ejecución resulte determinante la utilización de herramientas tecnológicas.
El CIBERESPIONAJE es un método relativamente económico, rápido y con menos riesgos que el espionaje tradicional dada la dificultad de la atribución de la autoría. 
Las tendencias que advertimos en la política mundial en los próximos años son:
- Aumentarán los ciberataques patrocinados por Estados
- Aumentará la cibercriminalidad
- El objetivo estratégico es dominar la nube
- Habrá ciberataques dirigidos a la infraestructura de un Estado u organización.
Por todo lo expuesto, consideramos que en Nuestra America, retomando la geopolítica siempre vigente del continentalismo, ya no se puede prescindir de incorporar a la cibergeopolítica como la dimensión tal vez más estratégica de la geopolítica. Lo ocurrido con la interrupción eléctrica en la Argentina y a nivel global con actores de poder mundial nos indican ese camino.

lunes, 17 de junio de 2019

¿GUERRA CONTRA EL NARCOTRAFICO O NARCOGUERRA?


AMLO Presidente: Narcotráfico, Guerra, Seguridad y Guardia Nacional (III)
Arsinoé Orihuela Ochoa

¿México está en guerra? Llama la atención que muchos connacionales, cuando son interpelados con esta pregunta, acostumbren responder que “no”. Esto significa admitir que el baño de sangre en nuestro país, las desapariciones forzadas (cerca de 40 mil) y las fosas clandestinas (alrededor de mil 300 documentadas) son apenas un conjunto de indicadores inconexos que configuran un mero problema de inseguridad. Y acaso allí radica la singularidad de México: se trata de una sociedad que aspira a resolver sus conflictos internos sin reconocer la raíz de sus conflictos internos. Lo que es peor aún, no pocos analistas arguyen que en México no hay guerra, bajo el insulso argumento de que no existen dos bandos reconocibles o identificables en disputa, y que ni siquiera está claro qué pudieran disputar. Bien. El problema en nuestro país es tan grave que la impotencia para explicar la realidad es el eje en torno al cual hilvanamos el diagnóstico de nuestra realidad. Tras haber expuesto los rasgos distintivos del narcotráfico, y a fin de anclar hondamente en el análisis que atañe al Plan Nacional de Paz y Seguridad y la Guardia Nacional del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en esta tercera entrega perfilo una aproximación sin ambages al tema de la guerra en México y expongo algunas pautas para abordar esta inexorable realidad nacional. Para efectos ilustrativos, dispuse desagregar en tres partes el análisis: uno, la caracterización de la guerra –qué tipo de escenario bélico transita el país–; dos, los efectos de la guerra –cómo impactó la declaratoria de guerra en las estructuras del narcotráfico, que es el presunto enemigo–; y tres, los actores o señores de la guerra –qué bandos guerrean entre sí–. (Glosa marginal: no puedo dejar de destacar la invaluable aportación del Dr. Norberto Emmerich a las consideraciones aquí vertidas). 
La narcoguerra. En diciembre de 2006, apenas unos días después de la toma de protesta oficial, el presidente Felipe Calderón Hinojosa decretó una guerra contra el narcotráfico. Los aspectos electorales, jurídicos e institucionales de este episodio han sido exhaustivamente examinados por académicos, comentócratas y periodistas. Y ciertamente, tales variables de análisis siguen siendo más o menos intrascendentes para la comprensión del acontecimiento. Lo políticamente relevante de la declaratoria de guerra contra el narcotráfico es la guerra en sí. Es importante aclarar que la administración de Calderón inauguró una época en la política nacional: a saber, la oligocracia bélica; es decir, oligarquías competitivas que disputan los recursos de poder por medio de la guerra, bajo un disfraz de normalidad democrática. El narcotráfico no es tan sólo una excusa para justificar un teatro de guerra: es la unidad política alrededor de la cual se organizan las oligarquías competitivas para disputar tales recursos de poder: instituciones, poblaciones, territorios, dineros etc. Por oposición a lo que aduce unívocamente la bibliografía sobre el tema, el narcotráfico no coopta, captura o corrompe al Estado, sino que es al revés: el Estado coopta al narcotráfico para corromperse. Corrompe con ello el llamado “pacto social”, neutraliza la contestación y altera las reglas de la política apoyado en el estribillo del “enemigo-común-narcotráfico”.
La guerra contra el narcotráfico no es una guerra contra el narcotráfico: es una disputa bélica entre las élites nacionales, en vinculación con los cárteles del narcotráfico, por el control de los recursos de poder y en contra del derecho a la vida y el patrimonio de la población. Por tal motivo, es más exacto llamarla narcoguerra.
Desde el punto de vista de las víctimas, la narcoguerra es una violencia de Estado: es decir, la incidencia sistemática de crímenes tales como la desaparición forzada, las ejecuciones sumarias extrajudiciales, la tortura a gran escala, el silenciamiento de opositores políticos, el exterminio de periodistas etc.
El anuncio del fin de la “guerra contra el narcotráfico” del Presidente AMLO, es un anuncio acerca del fin de la guerra como mecanismo de disputa del poder. Esta declaración oficial es significativa, no sólo por la intención que encierra de desactivar la violencia en el país, sino también porque le arranca al narcotráfico uno de sus principios nutricios: la guerra. “No obligues a tu enemigo a que luche por su vida”, sugirió Sun Tzu.
La politización-militarización del narcotráfico. Dentro de las unidades que disputan militarmente los recursos de poder, el eslabón más débil es el capo. Esto explica que la estrategia de seguridad de los gobiernos conservadores contemplara resueltamente la persecución de los capi di tutti capi. Los jefes de los cárteles han sido empujados a desempeñar el rol de CEO’s (gerentes ejecutivos) removibles o desechables. Las insubordinaciones o desafíos al Estado que algunos capos han protagonizado responden fundamentalmente a esta “vulnerabilidad” a la que fueron condenados en el organigrama de las estructuras de poder, y no a la presunta disposición “higiénica” del Estado de barrer con ellos. De hecho, la guerra fue un aliciente o revulsivo para los narcos: los involucró decididamente en la política nacional y propició la militarización de sus estructuras y rutinas. Tanto un efecto como el otro contribuyeron a multiplicar el poder y la presencia del narcotráfico en la vida pública de México. La guerra convirtió a los cárteles en controladores de territorios y poblaciones.
La cartelización de la política. Difiero con los analistas que sostienen que los cárteles no existen, o bien que éstos representan apenas un eslabón más en la cadena de poder estatal y/o delincuencial. Asistimos al fenómeno exactamente opuesto: la cartelización de la política y del crimen.
Respecto al crimen, cabe hacer notar que el narcotráfico es una modalidad de delincuencia de tipo comando: es decir, consigue reunir en su órbita a las Pymes del crimen común y a todos los otros ilegalismos diseminados. En cualquier centro urbano del país, los comerciantes de piratería, los deshuesaderos irregulares, las bandas de robo de vehículos, los asaltantes etc., pagan una cuota por concepto de “operatividad” al jefe narco de la plaza. El narcotráfico regula la totalidad de las actividades delictivas de una entidad.
En la política, el narcotráfico es un actor estratégico que controla recursos políticos tales como las instituciones de seguridad e impartición de justicia, algunas fracciones delejército nacional, el presupuesto público, ciertos factores de producción económica,el aprovisionamiento de armamento proveniente del extranjero (e.g. la operación “Rápido y Furioso”), la información asociada a los medios de comunicación, los cargos públicos asociados al gobierno, etc. En suma, el conjunto de recursos que dispone cualquier Estado para reforzar la capacidad de gobernabilidad. El cártel es un administrador de los intereses heterogéneos que se alojan en esta ensalada.
Tras el desmoronamiento del partido único-hegemónico y de sus ritos y fórmulas (e.g. el “dedazo” fallido de Luis Donaldo Colosio), la política autoritaria mutó hacia nuevas-viejas formas de organización. Acaso la criatura más conspicua de esa innoble metamorfosis es el cártel-camarilla.   
La guerra aceleró el tránsito concluyente de la camarilla –la otrora unidad básica de las redes políticas nacionales– al cártel. A ello se debe que la política de nuestro país se rija por las dinámicas del narcotráfico y que los cárteles del narcotráfico emulen el comportamiento del Estado nacional.
La guerra en México es una guerra entre los dueños de México.
Sin duda que un primer paso para la desactivación de la guerra,consistía en desterrar de las estructuras gubernativas a los señores de la guerra (i.e. los conservadores) y a sus barones aliados.
Si conquistamos tal primer objetivo aún está por verse.

lunes, 10 de junio de 2019

LA INTELIGENCIA Y LA GEOPOLITICA SON COMPLEMENTARIAS


Inteligencia geopolítica

Sin desconocer que no existe  una Geopolítica en general sino Geopolítica en particular, que se hallan en directa relación con la particularidad y singularidad de cada Estado, podemos afirmar que la acepción de la Geopolítica, como disciplina que vincula la influencia de los factores geográficos en la decisión política de los Estados, se vuelve hoy, acotada.
La Geopolítica es el pensamiento histórico en la dinámica de los Espacios, que nunca son neutros, y en la actualidad con la aceleración del proceso de mundialización, la globalidad ya no solo se limita al espacio exclusivamente de la tierra, sino afecta en el sistema mundo, al propio espacio exterior del planeta, sin obviar el espacio virtual generado por Internet.
En verdad, la Geopolítica implica un más allá del territorio únicamente, sino que sirve en la medida que proyecte a un Estado, en el desarrollo de la Región en la dinámica de la Mundialización, factor estructural del actual Sistema Mundo.
No se puede desvincular o desligar el desarrollo de un Estado del contexto regional, de los escenarios y tendencias del "orden mundial", es decir del triple interescenario nacional, regional y mundial.
Un pensamiento geopolítico se refleja en la planificación al mediano y largo plazo de los intereses de un Estado y su desarrollo integral. Geopolítica y desarrollo, son caras de una misma moneda. Y esto implica, que se trata de un nivel más hondo que la unidimensionalidad militarista, que muchas veces se asocia equivocadamente con la Geopolítica.
Desde este enfoque, la Conducción Política necesita como principal fuente de Materia Prima, a un Sistema de Inteligencia Nacional, como campo de análisis.
Toda Geopolítica de Estado posee entre sus fines : la inviolabilidad de su Territorio, la protección de la Vida y el Bienestar de la Población, la Preservación de la Cultura e Identidad, asi como garantizar su Soberanía. En el fondo, se trata de asegurar la Seguridad del Estado.
Una vez definida la Necesidad-que varía según cada Estado, por eso, existen geopolíticas en particular y no una "Ciencia Geopolítica" en general, surgen de ella los Intereses.
Pueden ser Intereses compartidos en Alianzas Regionales -UNASUR- y su Consejo Sudamericano de Defensa o compartidos en una Agenda más global -tráfico de personas, drogas, lavado de dinero o medio ambiente-.
Una buena Inteligencia debe apoyar a una sólida Geopolítica.
La Inteligencia contribuye a los fines geopolíticos en:
·       Determinación de Intereses
·       Concreción de Riesgos y Amenazas
·       Análisis de Escenarios
·       Monitoreo de las Tendencias globales
La Inteligencia Geopolítica es el ejercicio de interpretar hechos y circunstancias de la cooperación o rivalidades de actores y su inserción en las relaciones de Poder Global.
La Inteligencia Geopolítica es de matriz interdisciplinaria y multidisciplinaria, nada más erróneo que suponer que ésta debe ser capitalizada por los sectores Militares o de los tradicionales Servicios.
La Geopolítica ejerce una dirección precisa sobre la Inteligencia, pero una vez clarificado este punto, ella no debe interferir en el terreno de la Inteligencia. La Geopolítica se ocupa del mediano y largo plazo, desde una aproximación Geoestratégica, la Inteligencia, por el otro lado, del corto plazo, en la evolución de los datos, hechos y situaciones .Su valor se halla, en su capacidad de prospectiva.
Si la Geopolítica no direcciona a la Inteligencia, ésta se pierde en un camino sin rumbo y para fines no del todo claros. La Geopolítica direcciona a la Inteligencia. Una capacidad clave de la Inteligencia, pasa por la rapidez en procesar la Información.
Ahora bien, si la Conducción Política de un Estado carece de una Geopolítica, la Inteligencia puede servir para fines oscuros. La inteligencia como Servicio del Estado debe estar despolitizado en todo sentido y si su politización reside en alinearse con la Geopolítica del Estado.
La Geopolítica y la Inteligencia son complementarias. La Geopolítica precisa de la Inteligencia en todas sus fases del proceso analítico. Pero la Inteligencia siempre debe estar subordinada a la Geopolítica.

sábado, 8 de junio de 2019

NARCOTRAFICO ES POLITICA Y ESTADO, NO DROGAS


AMLO Presidente: Narcotráfico, Guerra, Seguridad y Guardia Nacional (II)

¿Qué es narcotráfico? El vox populi a menudo responde a botepronto: tráfico de drogas. Algunos científicos sociales acostumbran decir que tal definición es empíricamente cierta pero científicamente falsa. Yo argüiría que es redondamente falsa. Ni siquiera un observador amateur podría ignorar que el narcotráfico en México tiene tantas aristas, dimensiones y esferas de influencia que incluso es difícil distinguirlo de un gobierno, un ejército o una empresa. En este sentido, tal tentativa de definición es apenas la descripción de una de las múltiples funciones que engloba "narcotráfico".
El narcotráfico cobra impuestos o derecho de piso, efectúa tareas de contrainsurgencia o represión, ensaya estrategias de comunicación con el público, entrena o recluta comandos militares de élite, conquista territorios por la fuerza, delimita fronteras militarmente, genera fuentes de empleo, invierte en obras públicas tales como carreteras, escuelas e iglesias, desarrolla proyectos turísticos e infraestructurales, diversifica el mercado legal e ilegal, agrupa en su órbita a las Pymes del crimen común, regula relaciones sociales en las comunidades, coopta poblaciones jóvenes, pobres y desocupadas, desempeña funciones de arbitraje en la resolución de conflictos en los barrios, define contenidos editoriales de la prensa, blanquea o lava sumas ingentes de dinero, teje alianzas con la clase gobernante, financia campañas políticas etc. Y, por último, trafica droga.
La opinión comúnmente compartida es que "los políticos corruptos imitan a la mafia". Pero ¿acaso el ejemplo mexicano no sugiere que el orden de los factores es a la inversa, y que los narcotraficantes emulan el comportamiento político del Estado y sus representantes?
Efectivamente, el inventario de rutinas arriba citadas, y de las cuales hemos sido testigos todos los mexicanos, particularmente en los últimos 12 años, perfilan o constituyen comportamientos típicamente políticos. Esto significa que el narcotráfico no es únicamente drogas y economía ilegal, sino también, y acaso señaladamente, política y Estado.
Diversas organizaciones civiles en México coinciden en señalar que es realmente difícil establecer los contornos de la delincuencia y el Estado; o, en su defecto, que tal separación demanda rigor quirúrgico. Y aciertan. La razón es que el narcotráfico es una problemática que implica, desde sus orígenes, fuertes conexiones con el aparato estatal y sus instituciones. Tal conexión alcanzó en México un grado de desarrollo y evolución posiblemente inédito en el mundo. Cómo llegamos a esta encrucijada, es quizá la pregunta que deberíamos formular y responder los mexicanos. Pero ese objetivo rebasa las dimensiones y aspiraciones de este breve ejercicio de reflexión.
Ahora bien, lo políticamente sustantivo de este análisis es identificar cómo la naturaleza política del narcotráfico se desdobla e impacta en las estructuras del Estado, porque sólo así estaremos facultados para valorar las acciones de gobierno y enarbolar propuestas sobre la materia. La caracterización del narcotráfico que pretendo hacer en este análisis aspira a exhibir el carácter político de ese actor –a menudo ignorado por las corrientes de opinión dominantes–, y cómo tal carácter, en los hechos, reviste fines estatalistas. Para tal efecto, es necesario puntualizar quéentendemos por "comportamiento político" e "indicador de estatalidad". Y acudo a una ilustración básica, no sin ignorar el riesgo que involucra aislar objetos en el caso de un análisis que versa sobre fenómenos sociales: la lógica de costo-beneficio o maximización de ganancia es una consideración económica, y por consiguiente un indicador de mercado; la conquista militar de un territorio y el control de esa territorialidad mediante la delimitación de fronteras es un comportamiento político, y por consiguiente un indicador de Estado. Si bien es cierto que el narcotráfico engloba las dos dimensiones antes referidas, el propósito de esta reflexión es distinguir y caracterizar la segunda de ellas: la política y estatalista.
Está casi universalmente aceptado que un Estado nacional tiene por lo menos cuatro atributos: a saber, territorio, coerción, monopolio y legitimidad. La hipótesis que planteo es que el narcotráfico aglutina en su órbita tales ámbitos funcionales del aparato estatal en vinculación con las instituciones formales del Estado. Esto significa que, para arrancar al narcotráfico de las estructuras gubernativas, es necesario arrancar un "pedazo" de Estado, y más específicamente, un pedazo del Estado conservador. Alguien, en algún lugar escribió, que el error de AMLO, en relación con el presupuesto, había sido que, allí donde tenía que cortar con bisturí, el gobierno de la 4T pasó el machete. Considero que esta accidentada metodología de recortar presupuestos podría extrapolarse –acá sí legítimamente– al ámbito de la delincuencia organizada: decomisar resueltamente al actor narco los ámbitos funcionales del aparato estatal que, en coadyuvancia con el régimen conservador, regenteó durante tantos años.
Por ahora, interésanos identificar esos ámbitos funcionales en los que el narcotráfico emula comportamientos políticos, acaso como parte del Estado organizado.
Monopolio. El narcotráfico es monopólico. Existen casos en los que un territorio o plaza es "habitado" por dos cárteles; por ejemplo, Veracruz (Los Zetas; Cártel de Jalisco Nueva Generación). Pero esa cohabitación es hostil. Cuando el CJNG penetró en la entidad veracruzana, los reporteros de la región advirtieron: "vinieron por todas las canicas". Esto significa que el narcotráfico es inherentemente monopólico y que la coexistencia de dos o más cárteles es apenas un estadio inferior en el proceso de dominio hegemónico de uno sobre los otros. Los episodios de violencia desbordada que hemos observado en las diferentes geografías de México responden a las guerras predatorias que libran los cárteles del narcotráfico –prohijados por el blindaje institucional del poder político local– con el objetivo de conquistar exitosa, efectiva y monopólicamente un territorio, e instalar un centro de poder único sobre alguna demarcación territorial que, no casualmente, corresponde con las unidades administrativas del país (estados o municipios). La gente acostumbra llamar a este proceso "disputa por la plaza".
Territorialidad. El narcotráfico es territorial. Tras la conquista del territorio por la guerra, y el sometimiento del adversario, el cártel vencedor coopta o aniquila los remanentes del cártel rival. Posteriormente, establece un rígido control de la "plaza" a través de los agentes que más proximidad tienen con el territorio: policías, agentes de tránsito, elementos de las fuerzas armadas, taxistas. El cártel del narcotráfico engrosa este destacamento de ocupación con Halcones –jóvenes vigilantes que viajan en motonetas–, Estacas o sicarios –que por lo general son expolicías o exmilitares que ejecutan operativos de carácter militar– y escuadrones de muerte. En algunos estados como Veracruz, Guerrero o Tamaulipas es común encontrar retenes irregularescustodiados por personal del cártel fuertemente armados: delimitan el área de influencia –las fronteras– sobre las que ejerce soberanía la organización. Dentro de ese territorio, no se admiten adherencias o simpatías por otro grupo criminal. Cabe hacer notar que el objetivo central del narcotráfico es el control de territorios, ya que tal ejercicio de poder territorial es mucho más rentable que el tráfico de droga: permite dictar las leyes que rigen en un lugar.
Coerción: El narcotráfico es coercitivo. Es la violencia que dota de estabilidad a la victoria tras la guerra. Coerción es lealtad por la fuerza. Y esta violencia sostenida se expresa especialmente en modalidad de extorsión. Está documentado que en los 32 estados de la república el narcotráfico cobra una cuota o "impuesto" a los pequeños y medianos comercios, y el "derecho de piso" a los negocios clandestinos, informales o de giros negros. El incumplimiento del pago se traduce en cierre del emprendimiento o la muerte del dueño o algún empleado. Al igual que el juego extorsivo que caracterizó al Estado en sus orígenes, el narcotráfico ofrece protección o seguridad a cambio de una tributación. Lo mismo ocurre con los periodistas: el cártel que gobierna la plaza riega dineros entre la prensa local a cambio de lealtad. La deslealtad es castigada letalmente. En no pocos casos, ni siquiera compra las voluntades editoriales: tan sólo endosa la amenaza de muerte a aquellos periodistas que no se apeguen a su política de información. La extorsión también comparece en los dominios políticos. Cuando un aspirante a cargo de elección popular visita una comunidad, el narcotráfico acostumbra secuestrar las unidades vehiculares en las que se transporta el candidato y su círculo de trabajo, incluidos reporteros y personal de prensa. Se trata de un secuestro exprés que consiste en concertar ex profeso una entrevista entre el jefe narco de la "plaza" y el candidato en cuestión, con el propósito de acordar a priori la "agenda de cooperación" entre el futuro funcionario y la organización criminal. Esto ocurre rutinariamente en varios estados del país. Y los desencuentros se pagan con sangre. Tan sólo recuérdese el proceso electoral de 2018, que dejó un saldo de 523 políticos y funcionarios asesinados, de los cuales 48 eran candidatos a puestos de elección popular (https://bit.ly/2zoA0sY).
Legitimidad. El narcotráfico busca legitimidad. Como cualquier otro centro de poder y autoridad, el narco combina los recursos de la coacción y el consenso. Si bien los cárteles del narcotráfico en México han desarrollado sus propios medios de comunicación, lo cierto es que, en algunos estados como Veracruz, estas organizaciones han acudido a la prensa establecida para controlar la información que circula, y con ello conquistar simpatías entre el público a través de estrategias de comunicación que combinan la divulgación de éxitos programáticos (e.g. seguridad) y la censura de hechos o acciones socialmente inconfesables. También, innovan en materia de recursos comunicacionales; por ejemplo, las narcomantas. Reproduzco el pronunciamiento, a mi juicio emblemático, de aquella manta que dejó el CJNG al lado de los 35 cadáveres que, en 2011, arrojó en una avenida neurálgica de Boca del Río, y que da cuenta fielmente de ese interés de ganar legitimidad, y que es un atributo político que distingue a los cárteles: "No más extorsiones, no más muertes de ¡gente inocente! (sic) […] zetas del estado de Veracruz aún faltan más ministerios públicos […] Esto les pasará o como los que hemos matado a balazos (sic). Al pueblo veracruzano no se dejen extorsionar, no paguen más cuotas. Si lo hacen es porque quieren. Esta gente es lo único que saben hacer […] Esto les va pasar a todos los zetamierdas (sic) que sigan en Veracruz la plaza ya tiene nuevo dueño".

jueves, 6 de junio de 2019

LAS GUERRAS MODERNAS Y SU IMPACTO EN VENEZUELA


La evolución de la guerra y su actualidad

Las guerras son un acontecimiento sangriento y recurrente a lo largo de la historia, en todo el mundo han acontecido guerras desde muy antiguo. No obstante, la manera de hacer la guerra y sus objetivos han cambiado a lo largo del tiempo. Una de las clasificaciones bélicas más conocidas son las cuatro generaciones de la guerra moderna descritas por el paleo-conservador estadounidense William Lind y otros cuatro militares estadounidenses [1], en su artículo conjunto de 1989 titulado “The Changing Face of War: Into the Fourth Generation” [2] (El cambiante rostro de la guerra: Hacia la cuarta generación). Posteriormente William Lind publicó un artículo profundizando esta comprensión de las guerras, titulado “Understanding Fourth Generation War” [3] (Entendiendo la guerra de cuarta generación). Veamos de qué manera se comprendían esas cuatro generaciones de la guerra moderna.

Primera generación
Según Lind, esta generación abarca el periodo entre 1648 y 1860 y consiste en la guerra de líneas y columnas tácticas, con armas de fuego y ejércitos profesionales estatales. Además según Lind, se creó una cultura militar del orden, y aquí aparecen diversos elementos que distinguen a un militar de un civil, como los uniformes y gradaciones.

Segunda generación
Ésta generación se enmarca en la revolución industrial y la potencia de fuego. Lind la ejemplifica con el periodo de la primera guerra mundial (1914-1918), una guerra basada en la capacidad industrial y de transportes así como la creación masiva de trincheras para proteger a los soldados de la potencia de fuego. Así mismo Lind también señala que esta generación sigue manteniendo el orden, los procesos y procedimientos, donde la obediencia es más importante que la iniciativa. El objetivo principal de los combates sigue siendo el ejército enemigo. 

Tercera generación
Es una respuesta a la guerra de posiciones que se basa en la guerra de maniobra (mediante blindados y aviones), es decir en la guerra relámpago ejemplificada en el ejército alemán de la segunda guerra mundial. Según expone Lind, la tercera generación no está basada en la potencia de fuego y el desgaste sino en la velocidad, sorpresa y dislocación mental así como física. Además, busca rodear y colapsar en vez del contacto directo, por ejemplo mediante un ataque fulgurante contra las comunicaciones del enemigo para aislar sus fuerzas y bloquear una respuesta sostenida conjunta. En este sentido la superioridad tecnológica es crucial para el éxito. 

Cuarta generación
Ante la existencia de una gran superioridad tecnológica, la oposición armada solo puede descentralizarse y difuminarse (incluso ocultarse), según Lind. Además, los Estados pierden su monopolio sobre la guerra y las guerras no solo son entre Estados sino también contra actores no estatales, como grupos terroristas y guerrillas. En este nuevo contexto estratégico, la victoria no está en un campo de batalla porque tales acontecimientos ya no tienen lugar como en las tres primeras generaciones. Ahora la victoria se consigue al influir y convencer a la sociedad (opinión pública) de un país objetivo, es decir, el objetivo principal radica en ganarse el apoyo de personas y no en matar soldados enemigos. Y esta influencia se consigue mediante propaganda (por ambos lados) y por ataques terroristas en el caso de actores no estatales para infundir miedo en una sociedad objetivo y así condicionarla a las exigencias mediante el terror. 

Guerras híbridas y cuarta generación
En la actualidad hay un gran debate mundial sobre las guerras híbridas, es decir, aquellas guerras asimétricas que mezclan elementos regulares e irregulares cuyo objetivo principal no es el triunfo militar en batalla sino la influencia y convencimiento social en un país objetivo. El objetivo es conquistar la mente, y para ello se requiere conocer con precisión la sociedad objetivo y sus vulnerabilidades. 
Así pues, las nuevas maneras de hacer la guerra combinan elementos de revolución de color y de guerra no-convencional, esto es, del uso de intermediarios para realizar protestas sociales que influyan en un país objetivo o directamente el uso de intermediaros armados para que conduzcan a un escenario de guerra civil en un país objetivo. La estrategia de acción actual requiere, por tanto, la creación artificiosa de caos controlado en un país objetivo. 

Estados Unidos y Venezuela
Uno de los casos más representativos en el espacio suramericano actualmente es Venezuela, puesto que ahí se constata cómo desde los Estados Unidos han apoyado a la oposición anti-chavista en su escalada de protestas sociales y armadas para desestabilizar al país con vistas a derrocar al gobierno actual de Nicolás Maduro. 
En este escenario, una invasión militar convencional de los Estados Unidos para realizar un cambio de gobierno en Venezuela tendría un coste elevadísimo, no en un sentido militar puesto que Venezuela es inferior en todos los niveles militares tecnológicos e incluso numéricos, sino en un sentido de opinión pública, es decir, de influencia estadounidense en el mundo. Su credibilidad se vería aún más socavada y su economía se vería entrampada en una guerra costosa de la que salir victoriosos es la única manera de salvar la bandera, sin embargo, a la luz de lo sucedido en Afganistán e Irak desde 2001 y 2003 respectivamente, el ejército estadounidense no puede vencer a una fuerza asimétrica en campo de batalla, sino que únicamente puede vencer cuando pueda convencer. 
Así pues, realizar una invasión directa provocaría en todo el espacio latinoamericano una repulsa social contra un nuevo episodio que expone el retorno de la Doctrina Monroe a los pasillos de Washington. Y tal repulsa significaría un rechazo a dejarse convencer por las palabras estadounidenses. 
Por otro lado, podemos ver que en las operaciones estadounidenses no solo se encuentra un objetivo de cambio de régimen, similar a los muchos que realizaron durante todo el siglo XX en Nuestra América, sino también el objetivo es la creación de un caos regional, similar a los escenarios de Oriente Medio que provocaron la destrucción de Siria e Irak, así como Afganistán, y la huida de millones de personas que se transformaron en refugiados. El caso más representativo es Siria, con millones de refugiados repartidos en los países vecinos de Líbano, Turquía, y Jordania. 
Esto nos lleva a pensar que el gobierno de Washington no solo pretende tumbar el gobierno de Nicolás Maduro, sino asestar un golpe letal en Suramérica, y provocar otra de sus guerras sin fin, entre partidarios y detractores del gobierno (de nuevo, tal como en Siria), sino también, piensen el impacto de millones de refugiados venezolanos huyendo hacia Colombia y Brasil. 
Con lo cual, no asistimos a una simple lucha ideológica entre chavistas y liberales occidentales, sino también a una lucha geopolítica en la que Estados Unidos, en vista de su retroceso mundial, también quiere reordenar su espacio geopolítico inmediato bajo la nueva Doctrina Monroe y para eso necesita alinear a todos los países con Washington, y de no ser así, entonces sumir a Nuestra América en un caos sin fin de odios ideológicos externamente implantados.

Notas
[1] Coronel Keith Nightengale (USA), Capitán John F. Schmitt (USMC), Coronel Joseph W. Sutton (USA) y Teniente Coronel Gary I. Wilson (USMCR).


lunes, 3 de junio de 2019

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