Ruptura de las relaciones México-Estados Unidos ante la amenaza de
Trump de una guerra comercial
Por Eric
London
27 de de
enero de 2017
El miércoles 26 de enero el presidente americano Donald Trump
anunció la construcción de un muro en la frontera sur de los Estados Unidos,
provocando una crisis diplomática sin precedentes en la historia moderna de las
relaciones entre Estados Unidos y México. Cuando Trump repitió su
ultimátum de que México pagaría el costo de la construcción, el presidente de
México, Enrique Peña Nieto canceló una visita a la Casa Blanca que había sido
planeado para el 31 de enero.
Tras el anuncio de ayer Peña Nieto, el secretario de prensa de
la Casa Blanca, Sean Spicer, anunció que el gobierno de Estados Unidos
financiaría la pared mediante la imposición de un impuesto del 20% sobre las
importaciones de México. El New York Times escribió que
"décadas de relaciones amistosas entre las naciones - en asuntos
relacionados con el comercio, la seguridad y la migración-parecían estar desenredadas".
Aunque la Casa Blanca dijo más tarde que todavía no se había
tomado una decisión final sobre la imposición del impuesto de importación, la
posibilidad de una medida de este tipo amenaza con lanzar una guerra comercial
con profundas implicaciones para ambos países. La decisión se produce como
una amenaza de los EE.UU. para renegociar el Tratado de Libre Comercio (TLC),
que ha sido la base de estrechas relaciones comerciales entre Estados Unidos y
México desde su promulgación en 1994.
EE.UU. es el mayor socio comercial de México, con un 80% de las
exportaciones de México dirigidas hacia los Estados Unidos. México es el
tercer socio comercial de Estados Unidos, por detrás de China y Canadá. Bajo
el TLC, las empresas estadounidenses han basado descansado en el uso de la mano
de obra barata mexicana para la producción. En cuestión de minutos después
del anuncio de Spicer sobre un posible impuesto a las importaciones, la prensa
mexicana publicó la noticia en grandes titulares en línea.
El anuncio de Spicer es el último de una serie de movimientos de
provocación por parte del gobierno de Estados Unidos dirigidos a establecer de forma
deliberada una escalada en las tensiones entre los dos países. La
administración Trump está tratando a México como un objeto semi-colonial y amenaza
con imponer condiciones humillantes e inaceptables como el precio de continuar las
relaciones comerciales.
Hablando ayer en una reunión de los republicanos en Filadelfia,
Trump pidió la "inmediata construcción del muro fronterizo" y dijo
que los EE.UU. "tomaría los ingresos de México para pagar por el muro si
decidimos ir por ese camino". Dijo que no se reunirá con Peña Nieto
"a menos que México trate a Estados Unidos de manera justa". Reiteró
su promesa de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLC), al que denominó como "un desastre total".
El Presidente de la Cámara, Paul Ryan, y el jefe de la mayoría
del Senado, Mitch McConnell, anunciaron ayer que estaban dispuestos a avanzar
en la construcción del muro.
Mientras tanto, Trump despliega las medidas migratorias
dictatoriales que colocan en grave peligro a muchos de los millones de
ciudadanos mexicanos que viven en EE.UU. Trump ha establecido el marco
para una ofensiva de deportaciones masivas, emitiendo órdenes ejecutivas para
adicionar 5.000 agentes a la patrulla fronteriza, triplicando el número de
agentes de Inmigración y Aduanas, preparando a las policías locales para elevar
la cantidad de inmigrantes arrestados y ordenando el encarcelamiento de cientos
de miles de personas que están a la espera de una fecha en la Corte.
Este programa llega hasta la creación de un sistema de campos de
concentración para el encarcelamiento de los inmigrantes. Trump defendió
estas propuestas fascistas proclamando que "ha llegado la hora de la
justicia para el trabajador estadounidense".
La ofensiva contra México y la población inmigrante en los
Estados Unidos es una advertencia de que la consigna de “America First” incluye
un agresivo programa de expansión de la dominación del imperialismo de América
Latina, a expensas de China, cuya huella económica en la región ha ido
creciendo en los años recientes.
John Kelly, nuevo secretario del Departamento de Seguridad
Nacional (DHS) de Trump, es un general del Cuerpo de Marines que anteriormente
dirigió el Comando Sur del Ejército de Estados Unidos (SOUTHCOM), responsable
de supervisar la acción militar estadounidense en América Central, América del
Sur y el Caribe. Kelly ha dicho anteriormente que "la defensa
nacional no comienza en la “línea de la yarda uno” de nuestra frontera sudoeste,
sino que se extiende hacia delante, a través del hemisferio, para mantener las
amenazas lejos de las costas de nuestro país".
Durante su audiencia de confirmación a principios de enero, Kelly
dijo que apoya la construcción de un muro, pero dijo al Senado que “una barrera
física no va a hacer el trabajo": "creo que la defensa de la frontera
suroeste comienza 1,500 millas al sur”. Treinta y siete de 48 demócratas
votaron para confirmar a Kelly la semana pasada. En el Senado pasó con una
votación 88-11.
La decisión de Peña Nieto de abandonar las negociaciones se
produjo después de semanas en las que el presidente mexicano servilmente apeló
a Trump, a pesar de la afirmación de este último de que los mexicanos son
"violadores" y "criminales." A principios de este mes, Peña
Nieto designó a Luis Videgaray como su canciller en una medida impopular que
fue ampliamente vista como un gesto amistoso hacia Trump. Videgaray fue el
responsable de orquestar la visita de Trump a México durante la elección
general de Estados Unidos y la reacción violenta lo obligó a renunciar como
ministro de Finanzas en septiembre.
Peña Nieto estuvo bajo una presión irresistible para cancelar la
reunión ya que su gobierno se enfrenta a una hostilidad popular generalizada por
su acercamiento al odiado Trump y al aumento del costo de vida. Las
protestas continuaron en todo México a lo largo de enero, después que el
gobierno anunció a finales de 2016 un aumento del 20% en los precios de la
gasolina como parte de sus esfuerzos por privatizar la empresa petrolera
estatal, Pemex. Los índices de popularidad de Peña Nieto son los más bajos
de cualquier presidente de México en la era moderna: Probablemente sea el segundo
político más odiado en México, detrás de Trump.
Existe un considerable nerviosismo en la clase dominante
mexicana sobre las consecuencias de una guerra comercial con los EE.UU. y las
perspectivas de una creciente oposición social en México, lo que Trump está
utilizando como palanca en sus esfuerzos para renegociar el TLC. El peso
mexicano cayó ayer un 1,1% frente al dólar ayer y se ha reducido un 14% desde
la elección de Trump. Ford, GM y Chrysler Fiat han anunciado que están
retirando sus inversiones en México en previsión de masivos regalos
corporativos otorgados por la administración Trump en EE.UU. Los precios
al consumidor ya van en aumento con el costo de la gasolina y si el gobierno
mexicano toma medidas de retaliación contra las importaciones desde EE.UU., los
precios probablemente aumenten aún más.
La política de hiper-nacionalismo estadounidense también puede tener
consecuencias desastrosas para la clase obrera en Estados Unidos. Jared
Bernstein, del Centro de Presupuesto y Prioridades Políticas, dijo a Bloomberg
que "México no pagará por el muro, son los consumidores estadounidenses
que compran en sitios de importación, como Walmart y Target, quienes pagarán
por el muro. Es un impuesto regresivo apoyada por una tonta idea derrochadora”.
Las maniobras de provocación lanzadas por Trump contra México están dirigidos a
allanar el camino para la super-explotación del país por las corporaciones
americanas, que buscan enriquecerse a costa de los trabajadores en ambos
países.
Los trabajadores en México y los EE.UU. están vinculados
orgánicamente a través del proceso de producción, a través de las conexiones familiares
y por la gran presencia de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos. Los
tóxicos intentos de Trump por avivar un clima anti-inmigrante están dirigidos
no sólo contra los trabajadores mexicanos, sino que buscan allanar el camino
para nuevos ataques contra los salarios, las condiciones de vida y los
programas sociales de los trabajadores de todas las razas y nacionalidades en
los EE.UU.