El espacio
profundo, la próxima frontera de la guerra por recursos
Norberto Emmerich
“Parece una película de comedia y ciencia ficción”, opinaba burlona y
equivocadamente un diario argentino en 2019 sobre un proyecto de ley para hacer
minería en el espacio.
En 2012 y 2013 las pioneras Planetary Resources y Deep Space
Industries anunciaron su intención de explotar los recursos de los miles de
asteroides cercanos a la Tierra, cargados con una gran cantidad de materias
primas de alto valor económico. En 2015 la NASA ya tenía contabilizados 12.745
asteroides pasibles de ser explotados, a 45 millones de kilómetros de
distancia, 1.500 de ellos de fácil acceso. 1.000 nuevos asteroides se
identifican cada año.
En los asteroides hay oro y platino, aunque agua, silicio, níquel,
hierro y metales preciosos en cantidades mucho más abundantes que las
terrestres son los principales activos que convocan la atención de la economía
espacial. El asteroide 16 Psyche, ubicado entre Marte y Júpiter, contiene
enormes cantidades de platino, oro, hierro y níquel con una cotización que
alcanza los 700 trillones de dólares.
Las empresas aseguran poder reivindicar la propiedad de los recursos
que consigan, pero hay aspectos legales sin resolver. El Tratado del Espacio
Exterior de 1967 prohíbe la reivindicación de cuerpos celestes por los
gobiernos, pero no por actores privados.
Un tribunal de Estados Unidos dictaminó en 2001 que una persona no
puede poseer un asteroide, pero no dijo nada sobre los derechos de explotación.
Hasta ahora los escombros lunares de la misión Apollo son considerados
propiedad de Estados Unidos y algo similar plantea Rusia, que los vende.
Queriendo dar fin a la cuestión el presidente Barack Obama firmó en
2015 la Space Act o "The US Commercial Space Launch Competitiveness Act”,
aprobada por el Congreso, que permite a las empresas la explotación minera espacial
y la apropiación de asteroides y otros “recursos espaciales”, dejando en claro
que los recursos del espacio exterior no son públicos y la explotación privada
es bienvenida. Sin embargo la reivindicación de cuerpos celestes por parte de
los gobiernos está expresamente prohibida en el Derecho Internacional Público.
Nacida la controversia, el astrofísico Neil deGrasse Tyson afirmó con razón que
“veo guerras por el acceso a esos recursos”.
Aunque la United States Space Force (USSF) nacida en 2018 todavía sufre
las idas y vueltas de las disputas interiores de la política americana, el
presidente Donald Trump insiste en la creación de la sexta rama militar del
país, ahora como parte de la Fuerza Aérea. La primera idea de esta nueva Fuerza
Espacial es detener los avances militares espaciales de Rusia y sobretodo
China, que con el alunizaje de la sonda
Chang'e-4 en la cara oculta de la luna ya ha prometido dominar la carrera de la
minería espacial. También Europa quiere entrar en el gran juego con el anuncio
de la Agencia Espacial Europea (ESA) sobre un acuerdo con Ariane Group, la
empresa matriz de Arianespace, para estudiar una misión preparatoria hacia la
Luna en 2025. Sin quedar atrás, la compañía japonesa iSpace aseguró que hará su
alunizaje en 2020 y 2021.
El ducado de Luxemburgo, una de las naciones más pequeñas del mundo,
se ha convertido en el centro de la minería cósmica, colaborando con Deep Space
Industries y Planetary Resources. En 2016 firmó la Iniciativa de Recursos Espaciales con un presupuesto estatal de 223 millones de
dólares en fondos y subvenciones para iniciativas dedicadas a la minería
espacial, lo que permitió la radicación de diez empresas para las cuales la
luna es el objetivo primario. Allí buscan explorar minerales valiosos, recursos
gaseosos y fuentes de agua.
Otras empresas que participan de la nueva “conquista del oeste” son
Blue Origin, de Jeff Bezos, SpaceX, de Elon Musk y la británica Asteroid Mining
Company. Richard Branson, de Virgin, también invierte en economía espacial al
igual que el director de cine James Cameron y Larry Page, fundador de Google.
El establecimiento de colonias en la luna es el primer paso para la exploración
del espacio profundo. El objetivo no es descubrir vida ni estudiar las
estrellas, sino detonar recursos, ingresar minerales al espacio terrestre y
abaratar los viajes espaciales de cara a una nueva revolución industrial.
La extracción de las materias primas en los asteroides exige
modificaciones radicales, la incorporación masiva de tecnología digital y
grandes avances de ingeniería en combustibles, maquinaria de obra, materiales
de construcción, agua, equipos de perforación, etc. para superar la necesidad
de energía intensiva y la protección contra el entorno agresivo de polvo,
abrasividad del suelo, vacío, baja gravedad, fluctuaciones extremas de la
temperatura, radiaciones cósmicas y micrometeoritos.
Volvo, Caterpillar y Komatsu, entre otras empresas, están trabajando
estrechamente con la NASA para superar estar dificultades, un esfuerzo que se
justifica sabiendo que un asteroide rico en platino con apenas 30 metros de
largo puede “valer” entre 25 y 50 mil millones de dólares.
Interesa el traslado de los minerales al mercado interno de la tierra
pero también su uso para el abaratamiento de los insumos de la exploración del
espacio exterior, utilizados para las estaciones de abastecimiento de
combustible, agua y energía.
Mientras los científicos Martin Elvis y Tony
Milligran se preguntan “How much of the solar system should we leave as
wilderness?” (¿Cuánto
del sistema solar deberíamos dejar como un desierto?) y buscan proteger al
sistema solar de la depredación minera, la Colorado School of Mines ha lanzado
un programa de posgrado multidisciplinario en Space Resources para ofrecer un
certificado de post-bachillerato, un Master of Science y un Ph.D.
La batalla ya empezó y se da aquí en la tierra. Los pioneros Deep Space
Industries y Planetary Resources, que lucharon por recaudar fondos y cambiar el
enfoque de la minería de asteroides, han sido adquiridos por otras compañías
mientras sus planes para aprovechar las riquezas del sistema solar quedan en
suspenso. Todavía faltan 10 o 20 años para asistir a las primeras extracciones
de la minería espacial y a pesar de las dificultades legales y técnicos el
proceso no se detiene.
Mientras tanto la nave espacial japonesa Hayabusa 2 ha estado en
órbita alrededor del asteroide Ryugu durante un año y medio, recabando todos
los datos posibles, arrojando mini robots y una pequeña bomba sobre su
objetivo. A su regreso a la tierra, Hayabusa 2 dejó en el asteroide un cráter
que antes no existía. Es una modificación pequeña, pero la tierra comenzó a
someter la geografía estelar, su nuevo patio de juegos.
El futuro ya no es una categoría temporal ni la tecnología un insumo
apolítico. Los viajes en el tiempo, la velocidad warp o la minería de
asteroides son disrupciones propias de la construcción de un futuro deseado
donde la reducción de la incertidumbre es un prerrequisito inevitable.
El big data y el blockchain permiten recabar y administrar una
magnitud inusitada de datos y acceder a escenarios anticipatorios, dejando en
un segundo plano las especulaciones prospectivas para entrar decididamente en
el diseño del futuro.
La disputa por el
acceso a materias primas baratas, causa de las grandes guerras en la tierra, se
trasladará al espacio exterior al mismo tiempo que se producirán profundas
transformaciones en la economía, merced a la diseminación de minerales ahora
escasos, que pasarán a ser baratos. Si el oro, la plata y los diamantes dan
sustento al valor de la moneda y definen la riqueza, su abundancia determina un
nuevo escenario social aún desconocido. Puede surgir un futuro de paz y riqueza
ilimitadas para todos los habitantes del planeta mientras ingresamos al
aplastamiento del medio ambiente estelar. A las tasas de crecimiento actuales,
la humanidad podría agotar las riquezas del sistema solar en menos de cinco
siglos. ¿Nace la geopolítica del espacio profundo?
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