Surge
en Irak un grupo radical chií escindido
http://www.stratfor.com/geopolitical-diary/radical-shiite-splinter-group-arises-iraq
# axzz36Pa2oX6T
02
de julio 2014
Bagdad
respondió a violentos enfrentamientos entre militantes armados y fuerzas
armadas iraquíes en la provincia chiíta de Karbala. Los combates, que se produjeron
cerca de la ciudad santa de Kerbala, requirieron eventualmente la respuesta del
gobierno central con ataques de helicópteros y fuerzas adicionales. Esta
respuesta a la actividad militante se ha vuelto casi un lugar común para el
gobierno central del asediado primer ministro Nouri al-Maliki desde que los
militantes sunitas encabezados por el Estado Islámico invadieron la norteña
ciudad iraquí de Mosul. Los choques del 2 de julio pausan los enfrentamientos
de las últimas semanas, que fueron entre las fuerzas progubernamentales y
partidarios de la milicia del renegado clérigo chií radical Mahmoud al-Hasani
al-Sarkhi.
Al-Sarkhi
no es un problema nuevo para el liderazgo chiíta de Irak. Ha rechazado el
liderazgo religioso y espiritual tradicional de la comunidad chiíta iraquí (y
en todo el mundo) con sede en Najaf, dirigido por el gran ayatolá Ali
al-Sistani. Los seguidores de Al-Sarkhi (que según él son entre 25.000 y 30.000)
también se han enfrentado con las fuerzas estadounidenses, los líderes
políticos y religiosos de Irán y el gobierno central en Bagdad. El grupo de
Al-Sarkhi representa una combinación de creencias chiítas iraquíes e iraníes, que
en última instancia rechazan la autoridad de las comunidades religiosas, tanto
en Nayaf como en el centro iraní de estudio chiíta de Qom.
Los
seguidores de Al-Sarkhi quieren un gobierno teocrático chiíta en Irak, que se atribuye
el principio de "Velayat-e faqih", o gobierno de los clérigos, de
forma similar al sistema en Irán. Este principio sigue siendo muy disputado por
los teólogos chiítas fuera de Irán, pero sobre todo por al-Sistani. A pesar de
creer en los principios del sistema iraní de gobierno, al-Sarkhi también recoge
los claros puntos de vista nacionalistas árabes, que rechazan completamente lo
que él y sus seguidores describen como una indebida influencia iraní sobre un
Estado iraquí inherentemente árabe. De este modo, representa una forma más
extrema de oposición a al-Maliki que otros más conocidos competidores chiítas
iraquíes, como los clérigos Ammar al-Hakim y Muqtada al-Sadr.
Las
divisiones dentro de la comunidad chiíta de Irak han plagado el sistema político
en Bagdad desde la caída de Saddam Hussein. Estas divisiones también están
animadas y mantenidas activamente por Irán, cuyo deseo de ver un gobierno chií
en Bagdad sólo es comparable con su imperativo geopolítico de evitar que un
poder demasiado fuerte -no importa su afiliación sectaria- eche raíces en
Mesopotamia. El conflicto actual de Al-Sarkhi con Bagdad y Najaf, se centra en su
oposición al llamado de al-Sistani a las poderosas milicias chiítas del sur de
Irak a levantarse y ayudar al gobierno central en su ofensiva contra los grupos
sunitas que operan en grandes franjas de territorio al oeste y al norte de
Bagdad.
La
respuesta del gobierno central a las protestas y bloqueos de carreteras de
al-Sarkhi en Karbala ha sido, por necesidad, rápida e inequívoca. Karbala es un
importante lugar de peregrinación, pero también marca la frontera entre las
tribus sunitas de Irak y el núcleo chiíta del sur, donde se encuentran la mayor
parte de las reservas de petróleo de Irak.
Más
que poner en riesgo la producción de energía, al-Sarkhi apunta a ser uno de los
desafíos más grandes que enfrenta Bagdad en el futuro. El gobierno de Al-Maliki
y sus patrocinadores iraníes han permitido persistir la oposición dentro del
sistema chiíta iraquí bajo una gestión cuidadosa, pero se han esforzado en asegurar
que algunos fundamentos permanezcan en su lugar: una ideología nacionalista chiita,
no exclusivamente árabe, (un sello particular del llamado de Muqtada al-Sadr a
los votantes), fuertes vínculos financieros o religiosos con Irán y una
posición en gran medida unificada contra las minorías árabes sunitas y kurdas
de Irak. El movimiento de Al-Sarkhi está en gran medida fuera de estos
parámetros. La mayor preocupación de Bagdad y Teherán es la capacidad que
tengan los puntos de vista pro-árabes, anti-iraníes y anti-Sistani de al-Sarkhi
para encontrar una causa común con las fuerzas minoritarias en Irak que
actualmente están lidiando contra Bagdad en busca de una mayor autoridad.
Estas
divisiones intracomunitarias también han sido uno de los instrumentos clave de al-Maliki
-y por extensión de Irán y Bagdad- en la gestión de la oposición de las tribus
árabes sunitas y kurdas iraquíes. Tanto Bagdad como Irán han demostrado que van
a actuar rápidamente para evitar que estas divisiones chiitas internas beneficien
también a sus oponentes.
Las
fuerzas de Al-Sarkhi -el llamado Ejército Husayn- en gran parte han sido expulsadas
de Karbala, y el clérigo y sus fuerzas han vuelto a reunirse en su bastión en
Nasiriya, en la provincia meridional iraquí de Dhi Qar. El riesgo de una mayor
dependencia de Bagdad del apoyo de la milicia chií del sur en su lucha contra
el Estado islámico ha traído consigo mayores riesgos políticos, incluidos los
opositores tradicionales de al-Maliki -al-Hakim y al-Sadr- que exigen una mayor
cuota de poder. Pero, como lo demuestran las acciones de al-Sarkhi, las mayores
amenazas para Bagdad desde el sur podrían venir por fuera de los poderes cuidadosamente
manejados por Irán, lo que representa una amenaza no sólo para Irak, sino también
para Irán.
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