jueves, 3 de julio de 2014

UN CHIÍSMO ANTI IRANÍ APARECE EN IRAK

Surge en Irak un grupo radical chií escindido
http://www.stratfor.com/geopolitical-diary/radical-shiite-splinter-group-arises-iraq # axzz36Pa2oX6T
02 de julio 2014

Bagdad respondió a violentos enfrentamientos entre militantes armados y fuerzas armadas iraquíes en la provincia chiíta de Karbala. Los combates, que se produjeron cerca de la ciudad santa de Kerbala, requirieron eventualmente la respuesta del gobierno central con ataques de helicópteros y fuerzas adicionales. Esta respuesta a la actividad militante se ha vuelto casi un lugar común para el gobierno central del asediado primer ministro Nouri al-Maliki desde que los militantes sunitas encabezados por el Estado Islámico invadieron la norteña ciudad iraquí de Mosul. Los choques del 2 de julio pausan los enfrentamientos de las últimas semanas, que fueron entre las fuerzas progubernamentales y partidarios de la milicia del renegado clérigo chií radical Mahmoud al-Hasani al-Sarkhi.
Al-Sarkhi no es un problema nuevo para el liderazgo chiíta de Irak. Ha rechazado el liderazgo religioso y espiritual tradicional de la comunidad chiíta iraquí (y en todo el mundo) con sede en Najaf, dirigido por el gran ayatolá Ali al-Sistani. Los seguidores de Al-Sarkhi (que según él son entre 25.000 y 30.000) también se han enfrentado con las fuerzas estadounidenses, los líderes políticos y religiosos de Irán y el gobierno central en Bagdad. El grupo de Al-Sarkhi representa una combinación de creencias chiítas iraquíes e iraníes, que en última instancia rechazan la autoridad de las comunidades religiosas, tanto en Nayaf como en el centro iraní de estudio chiíta de Qom.
Los seguidores de Al-Sarkhi quieren un gobierno teocrático chiíta en Irak, que se atribuye el principio de "Velayat-e faqih", o gobierno de los clérigos, de forma similar al sistema en Irán. Este principio sigue siendo muy disputado por los teólogos chiítas fuera de Irán, pero sobre todo por al-Sistani. A pesar de creer en los principios del sistema iraní de gobierno, al-Sarkhi también recoge los claros puntos de vista nacionalistas árabes, que rechazan completamente lo que él y sus seguidores describen como una indebida influencia iraní sobre un Estado iraquí inherentemente árabe. De este modo, representa una forma más extrema de oposición a al-Maliki que otros más conocidos competidores chiítas iraquíes, como los clérigos Ammar al-Hakim y Muqtada al-Sadr.
Las divisiones dentro de la comunidad chiíta de Irak han plagado el sistema político en Bagdad desde la caída de Saddam Hussein. Estas divisiones también están animadas y mantenidas activamente por Irán, cuyo deseo de ver un gobierno chií en Bagdad sólo es comparable con su imperativo geopolítico de evitar que un poder demasiado fuerte -no importa su afiliación sectaria- eche raíces en Mesopotamia. El conflicto actual de Al-Sarkhi con Bagdad y Najaf, se centra en su oposición al llamado de al-Sistani a las poderosas milicias chiítas del sur de Irak a levantarse y ayudar al gobierno central en su ofensiva contra los grupos sunitas que operan en grandes franjas de territorio al oeste y al norte de Bagdad.
La respuesta del gobierno central a las protestas y bloqueos de carreteras de al-Sarkhi en Karbala ha sido, por necesidad, rápida e inequívoca. Karbala es un importante lugar de peregrinación, pero también marca la frontera entre las tribus sunitas de Irak y el núcleo chiíta del sur, donde se encuentran la mayor parte de las reservas de petróleo de Irak.
Más que poner en riesgo la producción de energía, al-Sarkhi apunta a ser uno de los desafíos más grandes que enfrenta Bagdad en el futuro. El gobierno de Al-Maliki y sus patrocinadores iraníes han permitido persistir la oposición dentro del sistema chiíta iraquí bajo una gestión cuidadosa, pero se han esforzado en asegurar que algunos fundamentos permanezcan en su lugar: una ideología nacionalista chiita, no exclusivamente árabe, (un sello particular del llamado de Muqtada al-Sadr a los votantes), fuertes vínculos financieros o religiosos con Irán y una posición en gran medida unificada contra las minorías árabes sunitas y kurdas de Irak. El movimiento de Al-Sarkhi está en gran medida fuera de estos parámetros. La mayor preocupación de Bagdad y Teherán es la capacidad que tengan los puntos de vista pro-árabes, anti-iraníes y anti-Sistani de al-Sarkhi para encontrar una causa común con las fuerzas minoritarias en Irak que actualmente están lidiando contra Bagdad en busca de una mayor autoridad.
Estas divisiones intracomunitarias también han sido uno de los instrumentos clave de al-Maliki -y por extensión de Irán y Bagdad- en la gestión de la oposición de las tribus árabes sunitas y kurdas iraquíes. Tanto Bagdad como Irán han demostrado que van a actuar rápidamente para evitar que estas divisiones chiitas internas beneficien también a sus oponentes.

Las fuerzas de Al-Sarkhi -el llamado Ejército Husayn- en gran parte han sido expulsadas de Karbala, y el clérigo y sus fuerzas han vuelto a reunirse en su bastión en Nasiriya, en la provincia meridional iraquí de Dhi Qar. El riesgo de una mayor dependencia de Bagdad del apoyo de la milicia chií del sur en su lucha contra el Estado islámico ha traído consigo mayores riesgos políticos, incluidos los opositores tradicionales de al-Maliki -al-Hakim y al-Sadr- que exigen una mayor cuota de poder. Pero, como lo demuestran las acciones de al-Sarkhi, las mayores amenazas para Bagdad desde el sur podrían venir por fuera de los poderes cuidadosamente manejados por Irán, lo que representa una amenaza no sólo para Irak, sino también para Irán.

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