Dr. Norberto Emmerich
El sexenio vio trepar la pobreza desde el 31.7% en
2006 al 46.2% en 2012; el país pasó del puesto 79 del Indice Global de Paz en
el año 2007 al puesto 135 en el año 2012; en 2006 el 10% más rico tenía un
ingreso 20 veces superior al 10% más pobre pero en 2011 la diferencia fue de 26
veces. México ocupó en el año 2010 el puesto 164 en el indicador de estabilidad
política. Sin embargo, el PBI era de 1 billón de dólares en 2006 y superó el billón
y medio de dólares en 2011. Pobreza, violencia, desigualdad e inestabilidad
sirvieron muy eficazmente al crecimiento económico.
Este retorno priísta tiene características
similares al recambio colombiano, cuando el actual presidente Juan Manuel
Santos reemplazó el doble mandato de Alvaro Uribe Vélez. La Política de Seguridad
Democrática de Uribe dejó a Colombia con una pobreza del 42%, un desempleo del
12.8%, casi 39.000 desaparecidos en el trienio 2008-2010 y la mayor desigualdad
social del continente. Sin embargo el PBI colombiano pasó de 374.000 millones
de dólares en 2006 a 471.000 millones en 2011. Sobre esa base, Juan Manuel
Santos se presentó como el presidente de la legalidad y la transparencia, al
igual que hará Enrique Peña Nieto.
Felipe Calderón contabiliza dos éxitos importantes
en su gestión: mantuvo altos indicadores macroeconómicos y convirtió la guerra
contra el narcotráfico, surgida como una política de gobierno ávida de gobernabilidad,
en una política de Estado con virtudes estructurales. En esta lógica de
acumulación 80 mil muertos son apenas una migaja.
La crisis económica mundial, con el encarecimiento
relativo de la mano de obra china, volvió obsoletos algunos detalles de esta
combinación de masacre organizada con indicadores macroeconómicos estables. El calentamiento
de la disputa entre Brasil y México por ocupar la brecha china obligó a un
replanteo del modelo.
Si antes la guerra contra el narcotráfico fue la
clave del modelo de acumulación mexicano, ahora la reforma laboral recientemente
aprobada por las Cámaras buscará abaratar la mano de obra, ya disciplinada por
Calderón, a niveles globalmente competitivos. Los reajustes necesarios de los
mecanismos de control y disciplina buscarán un balance entre la eliminación de la
mano de obra inviable, el mantenimiento sumiso de un ejército industrial de reserva
y una violencia socialmente aceptable.
Los “guerra” de carteles se hará cargo de la
limpieza social, la administración controlará al ejército industrial de reserva
y la nueva Policía Militar estandarizará la violencia.
Con el retiro del Ejército, los carteles serán
convidados a un repliegue a territorios consensuados, la violencia dejará de
ser un espectáculo y el narcotráfico recuperará
su rol económico.
A este escenario se lo tildará de pacífico y
productivo, pero Walter Benjamin seguirá teniendo razón cuando decía: “este
huracán es lo que nosotros llamamos progreso”.
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